Fronteras y mentes abiertas
Retroceder en la apertura de fronteras de Schengen socava la idea de una Europa unida
Cualquier retroceso en la libre circulación de personas en la UE debe ser objeto de extrema preocupación, pues refleja una vuelta a un nacionalismo que debería estar superado y demuestra que las ideas antieuropeístas y xenófobas de la extrema derecha van penetrando en la espina dorsal de la política de los países europeos. La Europa de Schengen, que suprimió el control en las fronteras internas de gran parte de la UE e incluso más allá, es un logro que no solo hay que preservar sino mejorar. La Comisión Europea lo ha entendido bien.
No es una sorpresa que Alemania y Francia hayan enviado una carta conjunta a la presidencia de turno danesa para imponer una revisión del Tratado de Schengen y permitir su suspensión temporal cuando se produzcan fallos en el control de las fronteras exteriores o por razones de seguridad. Pero Europa no saldrá de la crisis refugiándose en estrechas miras soberanistas.
El propio Tratado de Schengen ya prevé su suspensión temporal ante amenazas a la seguridad nacional. España volverá a aplicar esta salvaguardia para frenar la llegada de manifestantes con ocasión de la reunión en Barcelona el 3 de mayo del Consejo del Banco Central Europeo. Así no mejorará la imagen de esta Europa entre la juventud.
Se podrá pensar que el paso dado por el eje franco-alemán es electoralismo de Sarkozy para atraerse el voto de la extrema derecha. Pero es un golpe más contra Schengen después de que hace unos meses, presionado por la ultraderecha, el Gobierno danés lo suspendiera unilateralmente. A este clima ermitaño contribuye la decisión de Suiza, que no está en la UE pero sí en Schengen, de establecer controles de entrada a ciudadanos del Este de la propia UE. Schengen es un elemento esencial de la Europa de los ciudadanos que ha servido para abrir no solo las fronteras, sino también las mentes. Que no se cierren.
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