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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cuenta atrás en Siria

Los tanques de El Asad siguen en las ciudades el primer día de un precario alto el fuego

Puede ser prematuro certificar la defunción del plan de paz para Siria de Kofi Annan, el único sobre la mesa tras más de un año y 9.000 civiles muertos en el país árabe, pero no lo es constatar su radical precariedad el primer día en que debía hacerse efectivo un alto el fuego cuya violación denuncian ambas partes. Bajo los términos del compromiso avalado por el Consejo de Seguridad, y que asegura haber aceptado el régimen de Bachar el Asad, sus tanques y armas pesadas deberían haber desaparecido el martes de las ciudades que asedian. Ese punto crucial no se había cumplido ayer, 48 horas después.

Llegar en Siria a un auténtico armisticio se antoja tarea titánica, y no solo porque a estas alturas resultaría suicida presumir la buena fe de un tirano que ha bañado su país en sangre durante un año. Un tiempo en el que las potencias democráticas han sido incapaces de concretar una estrategia efectiva para la destitución de El Asad o de doblegar el apoyo de Rusia y China a su aliado. Más allá de la retirada de blindados y cañones que hasta el miércoles machacaban ciudades y pueblos, el mantenimiento de una tregua digna de tal nombre requiere imperativamente el despliegue inmediato de centenares de observadores de la ONU, con plena libertad de movimientos y su propia fuerza de protección. Una tentativa similar y más modesta de la Liga Árabe fracasó en enero en medio de una violencia creciente.

La retórica amenazadora y las sanciones económicas han sido incapaces hasta ahora de detener la ejecutoria criminal del presidente sirio. En pocos días conoceremos si el plan de Annan tiene alguna posibilidad de sobrevivir, pero ese intento hilvanado in extremis solo tendrá algún sentido si sirve de puente al diálogo y la transición política que pretende. Una negociación que ya no exige la renuncia previa del déspota, pero que debería conducir inexorablemente a ella. El Asad y los suyos han acumulado demasiada sangre en sus manos como para que nadie, incluso entre los sirios que le apoyan, se plantee la continuidad del régimen.

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Por si la diplomacia vuelve a fallar y la dictadura alauita utiliza el tiempo muerto para consolidar su brutal control militar del país, Estados Unidos y Europa, que tienen el apoyo de Turquía y de la Liga Árabe, deberían tener esta vez a su alcance una alternativa contundente y creíble para poner fin al horror en Siria.

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