¿Qué será de los valientes?

El final de la tesis doctoral supone para muchos investigadores el inicio de un periodo de reflexión para decidir si continúan en el mundo de la investigación o si, por el contrario, inician una carrera profesional en la empresa privada. Así al menos fue en mi caso cuando después de leer mi tesis en Copenhague allá por 2006 decidí abandonar la carrera profesional orientada a la investigación y volverme a España. Si bien no hubo un único motivo, en mi decisión influyó sin duda la precariedad que ya existía en la investigación por aquel entonces en forma de temporalidad de los contratos, movilidad semiobligatoria y bajos ingresos. Inseguridad, en definitiva. Es muy duro pensar que te puedes encontrar con 40 años tras un sinfín de becas acá y allá sin ningún tipo de estabilidad ni futuro; máxime cuando has visto casos de gente brillante en esa situación. Sinceramente, hay que tener mucho valor para que esa incertidumbre no te detenga y en mi caso, al menos parcialmente, ese vértigo pudo conmigo.

Y aquí estamos ahora, casi seis años más tarde, con unos recortes presupuestarios en i+D+i infames y que llueven sobre mojado. Y ya no es que piense en que hubiera sido de mí si hubiera continuado en la investigación pues casi nunca juego ya a ese juego. Pienso en los que sí eligieron continuar; pienso en los amigos, en los conocidos y en aquellos a los que no he visto jamás. En los que decidieron no cambiar los vaqueros por el traje, ni los artículos de investigación por informes trimestrales. En esa gente brillante de verdad a los que nada detuvo. Pienso en ellos y me pregunto con enorme tristeza ¿Qué será de ellos? ¿qué será de los valientes?— Antonio López Merino. Madrid.