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El nódulo pulmonar solitario

El hallazgo radiológico de un nódulo pulmonar solitario (NPS) constituye un problema frecuente en la práctica médica. Suele definirse como una opacidad delimitada, rodeada de parénquima pulmonar, que mide menos de 3 cm de diámetro. El hallazgo de un NPS genera a menudo una situación de incertidumbre, tanto para el paciente y su familia como para el médico, dado que el principal dilema en su evaluación es diferenciar, con la mayor precisión posible, si su naturaleza es benigna o maligna. Es preciso, pues, un abordaje clínico riguroso, con el objeto de profundizar en el diagnóstico y establecer, en su caso, un tratamiento específico.

Los principales parámetros predictores de malignidad versus benignidad que los médicos valoramos de inicio son: la historia clínica y factores de riesgo (edad, tabaquismo, enfermedades y exposiciones previas,...), el tamaño de la lesión y sus características radiológicas.

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En cuanto al tamaño, las lesiones de menos de 1,5 cm de diámetro se consideran de baja probabilidad de malignidad, las de más de 2,5 cm de alta probabilidad y entre 1,5 y 2,5 cm de probabilidad intermedia. Con respecto a la edad, se consideran de riesgo bajo las personas de menos de 45 años, de riesgo intermedio entre 45 y 60 años y de alto riesgo de malignidad si la edad es superior a 60 años. En relación al hábito tabáquico, supone un riesgo bajo de malignidad el no haber fumado nunca, riesgo intermedio el consumo actual de menos de 20 cigarrillos al día y riesgo alto un consumo superior. Los estudios señalan, asimismo, que implica un riesgo bajo para malignidad el haber interrumpido el hábito de fumar hace más de 7 años, riesgo intermedio el haberlo interrumpido hace menos de 7 años y alto riesgo el ser fumador activo en el momento del diagnóstico.

El tercer parámetro diagnóstico inicial se basa en las características radiológicas del nódulo, atendiendo a si sus bordes son lisos y regulares (riesgo bajo), festoneados (riesgo intermedio), o si sus bordes son imprecisos, irregulares o especulados (riesgo alto de malignidad).

Un aspecto muy importante a considerar, si disponemos de datos históricos clínicos y radiológicos del paciente, es el de tratar de establecer si el nódulo ha crecido o su morfología se ha modificado en relación a estudios radiológicos previos.

Para seguir profundizando en el diagnóstico, además de la información que nos aporta la tomografía computerizada (TAC), es muy útil en algunos casos la realización de una tomografía de emisión de positrones (PET), que permite diferenciar las lesiones en función de su actividad metabólica, mostrando las células malignas una mayor captación de *fluorodesoxiglucosa.

Posteriormente, puede ser necesaria la toma de muestras de tejido o de citología que nos permitan asegurar el diagnóstico, bien mediante la realización de una punción transtorácica bajo control de TAC en nódulos periféricos accesibles, o mediante la realización de fibrobroncoscopia guiada la toma de muestras por control radiológico o, mediante técnicas innovadoras ya disponibles en algunos centros españoles como la fibrobroncoscopia con navegación electromagnética.

Si tras el análisis de toda la información clínica y complementaria persisten dudas sobre la naturaleza del nódulo o se sospecha malignidad, se suele optar por la cirugía y extirpación de la lesión, bien a través de cirugía videotoracoscópica o por minitoracotomía. Ello permite asegurar el diagnóstico y eventualmente resolver el problema ya que un nódulo pulmonar aislado sin otra patología acompañante o datos de extensión de la lesión, aún en el caso de que no sea benigno, tiene un excelente pronóstico tras su extirpación.

Julio Ancochea es el jefe del Servicio de Neumología del Hospital de La Princesa y profesor titular de Neumología en laUniversidad Autónoma de Madrid

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