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EL DEBATE SOBRE EL ESTADO DE LA NACIÓN

Intervención inicial del portavoz del PNV Josu Erkoreka

Señoras y señores diputados, señor presidente del Gobierno, ha transcurrido algo más un año desde que tuvo lugar su investidura. El tiempo vuela, señor presidente, y las agujas del reloj, como usted bien sabe, no entienden de treguas. Un año en nuestro sistema político es la cuarta parte de una legislatura y, precisamente por ello, un lapso temporal suficiente como para detenerse a recapitular, para evaluar lo hecho y para fijar el rumbo que ha de seguirse en el futuro. Por tanto, es pertinente hacer dos tipos de valoraciones en el debate de hoy, uno de carácter retrospectivo, que hace referencia a lo hecho o, en su caso, a lo que se ha dejado de hacer teniendo que haberlo hecho, y otro de carácter prospectivo, que hace referencia a lo que el Gobierno, el Ejecutivo que usted preside, en su caso con la colaboración de alguno o de todos los grupos parlamentarios, ha de hacer en los años que restan para la conclusión del mandato.

Sobre lo que ha dado de sí la gestión política del Gobierno durante este primer año de legislatura se ha dicho prácticamente de todo en este foro y fuera de él. Se han producido descalificaciones genéricas -ayer tuvimos ocasión de escuchar una particularmente rotunda y enfática desde esta misma tribuna- pero ha habido también, supongo que usted lo reconocerá, consideraciones triunfalistas y autosuficientes de lo que ha sido la gestión del Gobierno. Usted nunca ha destacado por su arrogancia. Si por algo se ha hecho notar ha sido precisamente por su humildad y no sería bueno que el primer año de legislatura fuera un motivo para que cambiara el rumbo en esos temas. Le preferimos en clave de humildad que en clave de arrogancia autosuficiente.

El Grupo Vasco ha querido huir de exageraciones y de estridencias y, por ello, ni nos abonamos al truculento cuadro apocalíptico que algunos han descrito sobre lo que ha dado de sí la gestión del Gobierno durante este periodo de tiempo, ni tampoco nos vamos a deslizar por la pendiente del aplauso fácil, acrítico y desaforado. Ni lo uno, ni lo otro, porque seguramente no hay razones ni para lo uno ni para lo otro. Sin embargo -quiero anunciárselo desde ahora mismo- nuestro juicio sobre el balance que usted exhibe es más bien crítico. Ya he dicho antes que voy a dividir mi intervención en dos partes: una de carácter retrospectivo y otra de carácter prospectivo. La retrospectiva es más bien crítica, porque tras un año de legislatura a mi grupo le siguen acechando las mismas interrogantes que le asaltaban al principio de la legislatura. El hecho de que tras todo un año de Gobierno, consumido ya el primer cuarto de legislatura, siga sin despejarse ni una sola de las principales incógnitas con las que arrancó su mandato nos parece que no es un indicador especialmente positivo. En política, como usted bien sabe, el paso del tiempo no es un factor inocuo, y cuando el punto de partida está mal, un año más tarde, si las cosas no han cambiado, no es que siga estando mal, es que está peor, porque un año más tarde tendría que estar mejor.

En la sesión de investidura me preguntaba desde la tribuna -lógicamente, era una pregunta retórica- si usted iba a limitarse a poner una sonrisa donde antes un ceño oscuro, desabrido se había dedicado a descalificar y a insultar sistemáticamente o si, además de eso, iba a ser capaz de proponer fórmulas novedosas, entre otras cosas para abordar e intentar encauzar el problema de normalización política que desde hace ya muchos años aqueja al País Vasco. Me preguntaba -seguro que usted lo recordará- si su labor al frente del Gobierno iba a servir para desmentir o para confirmar al escritor catalán Josep Pla, cuando decía aquello de: Lo más parecido a un español de derechas es un español de izquierdas. Recuerde que veníamos de un periodo particularmente negro con un Gobierno de derechas singularmente destacado en la intransigencia y en la intolerancia. Recuerdo que en su réplica me reprochó sentidamente que me mostrase tan escéptico. Me dijo: Señor Erkoreka, le veo -y creo que injustificadamente- demasiado escéptico. Pero no era escepticismo lo que yo expresaba en aquel momento, señor presidente, era cautela, era la prevención, creo que obligada, de quien ya ha visto frustrarse en ocasiones anteriores expectativas que se presentaban también como nuevas, como esperanzadoras, como novedosas; era, si me permite la expresión, el recelo del escarmentado. Piense que en 1996, cuando su predecesor en el cargo accedió a la Presidencia del Gobierno, irrumpió también con un halo de innovación, prometiendo acabar con el terrorismo y encauzar, resolver definitivamente el secular problema de normalización y de bloqueo político que existe en el País Vasco, singularmente en relación con el desarrollo estatutario que él invocaba en aquel momento. Todos sabemos cómo acabó su mandato: todo aquel halo de renovación, todas aquellas ínfulas iniciales se desvanecieron después y su mandato acabó amenazando con suspender la autonomía vasca y con meter al lehendakari en la cárcel. Con estos precedentes, señor presidente, comprenderá usted que la cautela era obligada y, por lo que veo hoy, a un año vista, estaba bastante justificada, porque lo cierto es que hoy, un año después, seguimos básicamente donde estábamos y el Grupo Parlamentario Vasco sigue formulándose las mismas preguntas que se hacía cuando se hizo usted con las riendas del Ejecutivo, porque es cierto que usted sigue prodigando buenas palabras y gestos amables, pero los hechos no siempre, o quizás más precisamente casi nunca, secundan estas palabras y estos gestos. Nosotros, cuando usted fue investido para la Presidencia del Gobierno, pusimos una vela a la esperanza, pero, transcurrido un año, esa vela empieza a apagarse ya y no acabamos de ver si va a haber repuesto o no para que la vela siga iluminando.

Señor presidente, no ridiculizo lo que se ha venido denominando su talante. Se lo digo en serio, no hago mofa de él, y usted habrá podido comprobar que en ningún momento he intentado ridiculizar esa dimensión de su perfil político. Porque sinceramente creo que al margen de las buenas formas, sin contar con el diálogo abierto y con el obligado respeto al adversario político, no pueden florecer ni la democracia ni la verdad ni mucho menos el pluralismo político. (La señora vicepresidenta, Chacón Piqueras, ocupa la Presidencia.) Por eso reconozco -siempre lo he hecho- la aportación positiva que ha dado al clima político general del país y singularmente al que reina en este foro parlamentario. Pero precisamente porque no quiero frivolizar ni hacer chistes fáciles con relación a la cuestión del talante, me siento autorizado, si me permite la expresión, para advertirle de los peligros que puede entrañar a medio o largo plazo un talante vacío. Porque si no va acompañado de contenidos, decisiones y actuaciones concretas, incluso la sonrisa más agradable puede degenerar y convertirse en una muesca grotesca como las que exhibían las caretas del teatro griego. El talante, señor presidente -creo que se lo dijo ayer algún portavoz parlamentario-, es condición necesaria para operar en democracia, y quien no es capaz de actuar con buen talante sencillamente no es un demócrata y no está habilitado para actuar en un terreno democrático. Por tanto, es condición necesaria, pero no es suficiente para abordar con éxito una gestión pública en un contexto plural y complejo, como sin duda alguna es el contexto europeo del siglo XXI.

Para abordar con éxito este tipo de gestiones políticas, además de las buenas formas y del estilo correcto y respetuoso, hace falta que la forma se transforme en fondo, que el estilo venga acompañado de contenidos reales, que las palabras se traduzcan en hechos, pero hasta la fecha, señor presidente, no hemos percibido con claridad que esto esté ocurriendo. Usted utiliza un lenguaje cautivador, cargado de promesas, que diseña horizontes esperanzadores, pero en la práctica, en el día a día parlamentario, no acabamos de ver su disposición a renovar el viejo recetario que ha acreditado su incapacidad para encauzar algunos conflictos políticos del país de modo satisfactorio. No acabamos de constatar en la práctica, insisto, su voluntad de afrontar los grandes problemas políticos que aquejan al país desde claves y registros distintos, más audaces e imaginativos que los que se han ensayado hasta el momento presente. Usted se sitúa por encima de la melé con una especie de lírica vital, lo que ha llamado optimismo antropológico, con un voluntarismo casi poético, cargado de metáforas primaverales y de muchos eufemismos; pero la realidad cotidiana del Grupo Parlamentario Vasco en el Congreso es muy prosaica, no entiende en absoluto de poemas y de rimas. Lo que nos encontramos aquí casi todos los días es desabrida prosa de camionero. Usted nos dice que va en serio, que está dispuesto a arriesgar y a llegar hasta el fondo del asunto. No tenemos razones para no creerle, pero tampoco nos da motivos para creerle. Porque le vemos anclado en la superficie y atado a esos temores seculares que han atenazado siempre a los máximos responsables de las instituciones centrales del Estado.

Señor presidente, antes, durante y después de la campaña electoral vasca, se ha prodigado en declaraciones que nos hablaban de su propósito de impulsar -y son palabras textuales- un importante avance en el autogobierno vasco. Son palabras textuales recogidas en un titular de un medio de comunicación que difundió a los cuatro vientos este nuclear mensaje; un medio de comunicación que después no le reprochará que no se cumpla este compromiso -descuide no se lo reprochará-, pero nosotros hemos tomado nota de la difusión que esa promesa suya ha adquirido a través de los medios de comunicación.

Pero aquí en el Congreso de los Diputados nadie parece acordarse de sus promesas electorales cuando se trata de rechazar iniciativas o enmiendas del grupo vasco que, muy lejos de pretender ningún avance importante en el autogobierno vasco -ese importante avance en el autogobierno vasco que usted promete-, se limitan a pedir que se respete el ya menguado autogobierno que nos ha quedado después de 25 años de implacable legislación básica y restrictiva jurisprudencia constitucional. Fíjense, el contraste de su discurso con la realidad cotidiana aquí en el Congreso de los Diputados evidencia que sus palabras y las actuaciones de su Gobierno y de su grupo parlamentario no discurren por el mismo cauce, no nos salen las cuentas, del dicho al hecho va mucho trecho. Señor presidente, en el Grupo Parlamentario Vasco, el Congreso de los Diputados siempre ha sido conocido como el frontón de San Jerónimo. Y le llamamos así porque la experiencia de muchos años de presencia en el hemiciclo pone de manifiesto que siempre nos devuelve entre impasible y displicente todas las pelotas que le lanzamos, nos devuelve todas. Y de un tiempo a esta parte además se ha revelado particularmente poco proclive a acoger tan solo una de nuestras reivindicaciones. Si algo hemos tenido ocasión de comprobar en lo que llevamos de legislatura es que la carrera de San Jerónimo sigue siendo, al menos para el Grupo Parlamentario Vasco, el mismo frontón que ha venido siendo durante los últimos años, inflexible, insensible e indiferente a nuestros postulados. Y no me refiero ya a postulados -llamémosles así- soberanistas, extremos, de derivas radicales, no. Esos ya damos por supuesto que no van a tener fácil acogida en este foro. Nos han rechazado aquí los planteamientos más inofensivamente estatutarios que hemos sido capaces de plantear, nos los han rechazado todos. Aquellos que se limitan y circunscriben a defender el ya suficientemente maltrecho marco estatutario. No aspiramos a que se nos reconozca de modo inmediato esas promesas que usted lanza de ampliar y de profundizar ampliamente en el autogobierno vasco, no, tan solo que se nos preserve lo que debía haber sido cumplido hace 25 años y que todavía está por cumplir. Ese tipo de iniciativas y enmiendas no ha tenido acogida alguna en lo que llevamos de legislatura. Déjeme que le ilustre mis palabras con ejemplos concretos, porque usted podrá decirme que hago una descalificación genérica sin probarla por lo que quiero fundamentar bien mis afirmaciones en este terreno. Al arrancar la legislatura usted anunció su intención de inaugurar una nueva etapa en las relaciones del Gobierno con los ejecutivos autonómicos; muy bien. Se nos dijo que un nuevo clima de diálogo iba a sustituir al exabrupto que caracterizó las relaciones anteriores; perfecto. Y se nos anunció que esa nueva disposición del Gobierno contribuiría a desbloquear, entre otras muchas cosas, tres asuntos que llevan ya varios años pendientes de resolución en la Comisión mixta del concierto económico: el cupo, las facturas del Prestige -fíjese, señor presidente, que desde que tuvo lugar el accidente del Prestige los gastos que hizo el Gobierno vasco están sin compensar económicamente todavía, años después- y el asunto relacionado con la ampliación de la ertzaintza. Los tres asuntos que hemos hecho referencia a ellos en numerosas ocasiones y tampoco hace falta pormenorizar y detallar en qué consisten. Señor presidente, no estamos hablando de impulsar, como dice usted, un importante avance en el autogobierno vasco, no, esto está muy bien para la campaña electoral y para los titulares de los medios de comunicación, pero no pretendíamos nada de eso. Solo aspirábamos a algo mucho más modesto: cumplir con los requerimientos de una institución, del concierto económico, que hace ya 25 años que está en vigor. Todo parecía favorecer el inmediato arreglo de este asunto. Se trataba de un conflicto no creado por usted, generado por su antecesor como consecuencia de las posiciones intransigentes e intolerantes que habían caracterizado su gestión política, y a usted, se suponía que le interesaba desmarcarse de su antecesor y demostrar con los hechos que, más allá de las buenas palabras, el cambio de talante también tenía contenidos tangibles. Además, usted recordará que le dimos una ración complementaria, no desdeñable, para que se esforzara en poner este asunto en vías de solución. Nos comprometimos a apoyar en las dos Cámaras, aquí en el Congreso y allí en el Senado, los objetivos de estabilidad presupuestaria que ustedes fijaron para este año. Nuestro apoyo en la fijación de esos objetivos era imprescindible no solamente para que estos pudieran aprobarse, sino además para que el Gobierno pudiera trazar toda una política presupuestaria para el conjunto de la legislatura.

No era una ayuda irrelevante; era una ayuda, como usted bien sabe, importante. Le prestamos nuestro apoyo. Ahí están los diarios de sesiones que acreditan nuestra abstención, primero en el Congreso, haciendo posible que se viera aprobado y, segundo, nuestro apoyo expreso en el Senado. El acuerdo, como usted bien recordará, se alcanzó in extremis en las horas previas a que tuviera lugar la votación en el Senado. Sin embargo, una vez más ha ocurrido lo que en tantas ocasiones anteriores. Nosotros cumplimos con nuestra parte del compromiso y ustedes sencillamente no lo han hecho. Una vez aprobado los objetivos de estabilidad presupuestaria con nuestro imprescindible apoyo y una vez abierto el período de fijación del panorama presupuestario para toda la legislatura se olvidaron de lo pactado y hasta la próxima. Y un año después los asuntos pendientes en la comisión mixta del concierto económico se encuentran en la misma situación -exactamente en la misma situación- en la que los dejó Aznar. Ya ve cómo funciona esa disociación entre las palabras y los hechos. Se dice una cosa, pero se actúa de otra manera. Ahora, seguro que en la mejor tradición socialista, nos querrán hacer pagar por segunda vez este peaje; seguro. Vendrán y querrán que a cambio de esto, que ya nos deben de una ocasión anterior, hagamos una segunda contraprestación. Conocemos ya esta histórica práctica socialista de hacer pagar dos veces por la misma barra de pan. Como dice el refrán: Con arte y engaño se vive medio año; con engaño y arte se vive la otra parte. Y así entre engaño y arte, arte y engaño, van pasando los años y se acaba la legislatura y a otra cosa mariposa.

Siguiendo con el capítulo de las relaciones institucionales entre ejecutivos tampoco puede decirse, señor presidente, que se haya avanzado nada en el capítulo de las transferencias pendientes. Mientras usted no haga efectivos esos importantes avances en el autogobierno vasco que ha prometido antes, durante y después de la campaña electoral se supone que el marco de referencia será el vigente y que una norma que lleva 25 años en vigor, habrá que dotarla de contenido y habrá que procurar desarrollar aquellos aspectos que todavía no son más que auténticos brindis al sol porque están sin desarrollar. En este ámbito todo lo que esta bloqueado con Aznar sigue estándolo también con Zapatero. La situación no se ha movido un ápice.

Pero pasemos del ámbito de las relaciones institucionales al ámbito de las defensas competenciales. Fíjese, usted -lo digo una vez más- no ha dejado de lanzar esperanzadoras promesas sobre los extraordinarios avances que está dispuesto a impulsar en el autogobierno vasco. Pero lo cierto es que aquí su grupo parlamentario ha rechazado todas las iniciativas propuestas por mi grupo, no ya para avanzar en el autogobierno vasco que nos parece una pretensión casi inalcanzable, sino tan solo para asegurar -lo digo una vez más- el respeto a un estatuto que lleva ya 25 años en vigor y que hoy, paradojas de la vida, sólo cuenta en el País Vasco con el respaldo efectivo de quienes más descaradamente se han mofado de él durante este cuarto de siglo.

Señor presidente, podía ponerle muchos ejemplos, pero sin remontarnos demasiado en la legislatura atendamos solamente a lo que ocurrió aquí en el hemiciclo en el último Pleno que se celebró el último jueves en el que nos reunimos. En el último Pleno, sin remontarnos más lejos, se debatieron aquí entre otros dos dictámenes de Comisión relativos a otros tantos proyectos de ley: el de carné por puntos y el de la televisión digital terrestre. En ambos casos nuestro grupo, el Grupo Parlamentario Vasco (EAJ-PNV), mantenía vivas enmiendas que su grupo junto con el Grupo Popular -porque en esto actúan conjuntamente- rechazó implacablemente en Comisión. En el primer caso, en el carné por puntos, se trataba de defender competencias de ejecución, no ya de la Comunidad Autónoma del País Vasco sino de todas las comunidades autónomas que tengan atribuidas en el ámbito de la ejecución en materia de tráfico y circulación de vehículos de motor. Competencias estatutariamente reconocidas ya y algunas en efectivo ejercicio, porque algunas comunidades autónomas están efectivamente ejerciendo algunas de las atribuciones que queríamos que se nos reconociera expresamente en esa ley. Marco estatutario puro y duro. Defensa de la norma estatutaria sin ir más allá. Ninguna pretensión soberanista, ningún planteamiento ambicioso que trascendiera del marco estatutario.

En el segundo caso, el de la televisión digital terrestre, manteníamos vivas varias enmiendas, pero sobre todo una que perseguía evitar que al socaire de una renovación tecnológica que tiene que tener lugar en el ámbito de los medios de comunicación de la traslación de la tecnología analógica a la digital, y ustedes aprovecharon el viaje, como tantas veces ha ocurrido con anterioridad, para socavar las competencias autonómicas en materia de medios de comunicación social. Una enmienda que solamente pretendía preservar esa competencia autonómica, esa singularidad estatutaria del artículo 19 -me refiero al artículo 19 del Estatuto de Guernica, que lleva ya en vigor 25 años- para impedir que se utilice la transformación tecnológica, ya inevitable, como pretexto para poder socavar las competencias autonómicas. Como usted ve, nuestro planteamiento era inofensivamente estatutista, estatutismo puro y duro. Pues bien, todas estas enmiendas, todas, las rechazó su Grupo Parlamentario implacablemente. Y, además, muy elocuentemente fueron rechazadas con el voto conjunto del Grupo Parlamentario Popular y del Grupo Socialista, que en otros muchos temas andarán a la greña o harán que andan a la greña, pero en esta ocasión, como en otras muchas a lo largo de la legislatura, votaron juntos, animados vaya usted a saber por qué voces ancestrales que a lo mejor les hablan de Numancia, de Covadonga o del 2 de mayo, mientras el resto de los grupo parlamentarios que nos situamos en el centro de la Cámara tarareábamos con toda la ironía con la que podíamos un patriótico pasodoble militar; Hispania vincit, pensábamos todos, porque la unión entre el Grupo Socialista y el Grupo Popular en la defensa de los intereses patrióticos, en defensa de las reivindicaciones autonómicas que superan el límite de lo admisible y lo tolerable se hizo especialmente patente ese día. Señor presidente, le estoy hablando de hechos, de lo que ocurre aquí todos los días mientras usted llena algunos titulares de periódicos hablando de impulsar un importante avance en el autogobierno vasco. En otras cosas, no sé, señor presidente, pero convendrá conmigo en que el señor Rajoy lleva razón cuando dice que en lo que él -y probablemente usted- considera cosas importantes, es decir, en todo lo que tiene que ver con el nervio patriótico del Estado, su grupo siempre puede contar con el apoyo incondicional y responsable del Grupo Popular para formar en esta Cámara las mayorías que resultan imprescindibles para sofocar las pretensiones de los nacionalistas. Cuando suena el clarín y se alza la bandera, es cierto que los populares -y ahí lleva razón el señor Rajoy- nunca fallan en el cierre de filas. Y la imagen del Grupo Popular y del Grupo Socialista votando juntos aquí en la Cámara contra el resto de los grupos parlamentarios se ha reproducido en numerosas ocasiones en esta legislatura, y lo ha hecho cada vez que alguno de los grupos restantes ha planteado iniciativas que, digámoslo así, ustedes consideran que superan la línea roja de la ortodoxia patriótica. Así ha sucedido, por ejemplo, con las selecciones deportivas autonómicas, donde PSOE y PP cierran el bloque patriótico frente a las reivindicaciones de los demás; con los consejos autonómicos del Poder Judicial; con la excarcelación de Rodríguez Galindo, sobre la que nosotros planteamos una iniciativa; con el uso de las lenguas autonómicas cooficiales aquí en la Cámara, y con otros muchísimos temas que atentan contra lo patrióticamente correcto. Señor presidente, esto es lo que ocurre aquí en la Cámara mientras usted habla de impulsar un importante avance en el autogobierno vasco. A mí no me parece imposible que algún ministro del Gobierno pueda participar en una manifestación convocada por el Partido Popular, como ayer se ponía de manifiesto aquí en la Cámara; no me parece imposible. y no le digo ya en una manifestación vinculada con el asunto de las víctimas, porque los mensajes de algunos miembros de su Gobierno son perfectamente intercambiables con los mensajes que se lanzan desde los reductos más profundos del Partido Popular. Es más, les imagino no solamente participando en la manifestación, sino además llevando la pancarta en primera fila en defensa de determinados valores patrióticos que ustedes parecen compartir a marcha martillo.

Pero, señor presidente, donde quizá más claramente se ha puesto de manifiesto la enorme diferencia que existe entre el dicho y el hecho es en una iniciativa que mi grupo presentó hace dos meses para promover la revisión sistemática de la legislación dictada en la pasado legislatura -cuando gobernaba con mayoría absoluta el Partido Popular- que vulneraba competencias autonómicas. Durante el mandato del Partido Popular ustedes, conjuntamente con nosotros y con otros grupos parlamentarios de la Cámara, denunciamos en repetidas ocasiones lo que llamábamos literalmente el efecto devastador que la legislación autonómica, impulsada casi en solitario por el Grupo Popular, estaba produciendo en las comunidades autónomas.

El PP, se dijo -una opinión que compartimos prácticamente todos los grupos de la Cámara-, estaba desfigurando el Estado autonómico con esa legislación vulneradora de las competencias autonómicas. Pues bien, la iniciativa que presentamos hace dos meses perseguía que, ahora que están ustedes en el Gobierno, corrigiesen esos excesos de la legislatura anterior; que, como en la legislatura anterior compartieron con nosotros y con otros grupos de la oposición la tesis de que el Gobierno popular se estaba excediendo en su labor legislativa y vulneraba sistemáticamente las competencias autonómicas, corrigiesen ahora esa legislación y acomodasen esa legislación vulneradora a los requerimientos del marco de distribución de competencias. Pero la decepción fue mayúscula porque descubrimos que ustedes no piensan lo mismo en la oposición y en el Gobierno. En la oposición pensaban una cosa y ahora que están en el Gobierno piensan y actúan de otra manera. Les pusimos ante su propio espejo y no se reconocieron. Porque aquí no se trata ya de hacer respetar ese estatuto de autonomía que lleva 25 años en vigor, ni tan siquiera eso. Se trataba tan solamente de que ustedes fueran coherentes con lo que predicaron mientras estuvieron en la oposición, con los postulados que defendieron en esta Cámara durante la pasada legislatura en defensa de las competencias autonómicas. Se trataba solamente de que ustedes se vieran reflejados en sus propios posicionamientos, en las tesis que han venido defendiendo en la pasada legislatura cuando estaban en la oposición, pero hemos podido comprobar que una cosa es la oposición y otra muy distinta estar en el Gobierno.

Trajimos aquí, a esta misma tribuna, frases pronunciadas por diferentes portavoces cualificados, algunos del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso y en el Senado, donde se hacían afirmaciones muy rotundas respecto a la virtualidad vulneradora de competencias autonómicas que entrañaban esas normas legislativas impulsadas por el Partido Popular en la pasada legislatura. En el debate de la Ley de cualificaciones y de la formación profesional, el portavoz socialista en el Senado decía textualmente -y leo del "Diario de Sesiones"-: Este proyecto no es respetuoso con las comunidades autónomas. Señorías, ¿por qué ese intento de recuperar competencias de educación que el Gobierno ya ha transferido a las comunidades autónomas? ¿Por qué es necesario crear una red nacional de centros de referencia nacional? ¿Cuál es la razón, si todas las competencias en educación están transferidas a las comunidades autónomas? Esto lo decía el portavoz socialista en el Senado durante la pasada legislatura, en consonancia con los planteamientos que también nosotros defendíamos en relación con este proyecto de ley, y ahora, cuando les hemos requerido a que promuevan, entre otras, una revisión de esta ley, nos han dicho que no, que no vulnera competencias autonómicas y que están de acuerdo con su contenido. Fíjense, les hemos puesto ante su propio espejo y no se reconocen. No estamos hablando de discrepancias ni tan siquiera de puntos de vista distintos en la interpretación del alcance y contenido de las normas estatutarias en vigor, no. Estamos hablando de que cumplan los postulados que defendieron ustedes en la pasada legislatura en defensa de presupuestos autonómicos. Pues nada, ni eso.

Hay otra ley en la que todavía esto se puede apreciar con mucha más claridad. En el debate de la Ley de la viña y del vino, el portavoz socialista aquí en el Congreso denunciaba una vez más, como en otras muchas ocasiones, la vulneración autonómica que entrañaba la ley y decía literalmente -también del "Diario de Sesiones"-: El Grupo Socialista modificará en su primera oportunidad, de manera radical, esta ley -lo repito, el Grupo Socialista modificará en su primera oportunidad, de manera radical, esta ley-, porque, ¿para qué queremos una ley para todo el Estado existiendo, como existen, leyes autonómicas en esta materia? Esto lo decía el portavoz socialista en el Congreso de los Diputados en la pasada legislatura cuando se debatía esta ley. ¿Qué pasa? Ahora hemos pedido al Gobierno socialista que promueva una revisión de ésta, entre otras muchas leyes que son vulneradoras de competencias autonómicas, no con arreglo a nuestro criterio, sino con arreglo al criterio que expuso el propio Grupo Socialista mientras estuvo en la oposición, y nos dicen que no. Del dicho al hecho va mucho trecho, señor presidente, y los hechos, las actuaciones del Grupo Socialista en el Congreso de los Diputados, todos los días, están poniendo de manifiesto que la actitud real del grupo y de su Gobierno está muy lejos de lo que usted lanza a los medios de comunicación cuando habla de impulsar importantes avances en el autogobierno vasco.

En los contenidos materiales de fondo, señor presidente, ustedes no han variado la línea mantenida por el Partido Popular.

Los talantes y las formas son radicalmente distintos, pero en las posiciones de fondo los puntos de vista son básicamente coincidentes por lo que ponen de manifiesto, permítame un símil taurino, que en el arte de lidiar el Estado autonómico las cualidades del maestro Zapatero son básicamente las mismas que se han impuesto en la escuela taurina del Partido Popular. Yo he sido portavoz de mi grupo parlamentario, usted lo sabe, en la Comisión de Administraciones Públicas en la pasada legislatura y conozco perfectamente cuáles han sido las posiciones que los diferentes ministros del ramo han venido defendiendo en relación con la construcción del Estado autonómico durante el mandato más truculento del Partido Popular, durante el mandato de la mayoría absoluta. Y compruebo todos los días que las tesis que defiende su ministro de Administraciones Públicas no se separan un ápice de las que venían defendiendo los ministros populares del ramo. Básicamente coinciden en todos sus elementos. Seguro que usted no podrá identificar una iniciativa de entre las que haya podido impulsar o intentado implementar el Grupo Socialista en esta legislatura en el ámbito de la organización territorial del Estado que no sea perfectamente asumible por un hipotético Gobierno Popular en similares condiciones de mayoría minoritaria como en la que se encuentra su Gobierno, seguro que no. Hay una coincidencia básica en los elementos de fondo fundamentales. Además es normal que así sea, porque el Estado autonómico en sus componentes sustanciales es obra conjunta del Partido Popular y del Partido Socialista que han ido construyendo, que han ido trabando a lo largo de los últimos lustros a través de sucesivos pactos a dos. Juntos firmaron los pactos autonómicos del año 1992; juntos promovieron el proceso de reformas estatutarias que se inició en el año 1994; juntos revisaron, primero en 1997 y después en el año 2001, el sistema de financiación autonómica y, en fin, juntos se han repartido, como el ganado en la feria de San Miguel - la expresión no es mía, es de Rubio Llorente - los puestos de ese Tribunal Constitucional que tan excesiva influencia ha ejercido en la construcción del Estado autonómico. Es por tanto el Estado autonómico una aportación a dos, una construcción a dos, que ustedes han ido trabajosamente elaborando a lo largo de los últimos años. La pregunta es: ¿ Cabe esperar que de entre los dos padres de la criatura alguna vaya a desgajarse sustancialmente y vaya a abdicar del ejercicio de la paternidad con respecto a ese producto común y compartido? Creo que no y menos ahora que el proyecto orteguiano de generalizar el hecho autonómico en todo el territorio del Estado empieza a producir los efectos que se deseaban. Ortega, como ustedes saben, en aquellos debates de la etapa republicana era partidario de generalizar el hecho autonómico, muy contrariamente a lo que defendían otros de filiación republicana, el propio Azaña, que eran partidarios de circunscribir la descentralización a determinados territorios. Ortega era partidario de la generalización del hecho autonómico ¿sabe por qué? Porque - cito textualmente palabras suyas- de esa manera ya no será la España, una, quien se encuentre frente a frente con dos o tres regiones díscolas, no, sino que serán las regiones entre sí quienes se enfrenten, pudiendo de esta manera cernirse majestuoso sobre sus diferencias el poder nacional integral, estatal y único soberano. Si este era el esquema que tenían in mente los numerosos orteguianos, a la luz de las numerosas ocasiones en las que se cita a Ortega en los debates parlamentarios de elaboración de la Constitución, insisto, si este era el esquema que tenían in mente los orteguianos que participaron en el diseño del modelo autonómico español, habría que felicitarles porque han logrado de verdad que el Estado autonómico se parezca cada vez más a un patio de vecindad de los de Arniches donde unos y otros compiten en picaresca e ingenio, se acusan mutuamente de vagos, de egoístas e incluso de cretinos - una expresión muy propia de Arniches -, se emplazan mutuamente a meterse sus proyectos por donde les quepa - es la expresión literal al uso - y por no faltar, no falta ni la escena de celos en la que el amante principal se queja de la falta de cariño que recibe del protagonista y la amante secundaria sale públicamente a replicarle diciendo que eso hay que demostrarlo. Es decir, por no faltar, no falta ni la escena de celos.

Usted, señor presidente, insiste en reseñar el valor emblemático del Quijote, pero yo tengo para mí que, sin necesidad de salir de la obra literaria de don Miguel de Cervantes, el trabajo que mejor refleja la situación política española, y singularmente en la coyuntura que atraviesa el Estado autonómico español, no es El ingenioso hidalgo, sino Rinconete y Cortadillo, con sus truhanes, con sus pícaros e incluso con la aduana de Monipodio, que, no lo dude, existe. La aduana de Monipodio tiene una presencia activa y real en el Estado autonómico español y se oculta tras esos que se hacen pasar por los militantes de la igualdad, la cohesión y la solidaridad. Yo, cada vez que alguien invoca estos excelsos valores para justificar la recentralización de las competencias o para justificar el reforzamiento del aparato burocrático estatal, no puedo evitar la evocación de un monipodio; me acuerdo de Monipodio porque él se escudaba también tras excelsos valores, rezaban todas las tardes, invocaban a Dios todos los días, pensaban en el más allá y pensaban en la salvación, los valores de la época, pero se dedicaban a lo que se dedicaban. Por tanto, ahora mismo la aduana de Monipodio existe y se oculta tras esos grandes valores.

Señor presidente, durante su primer año de legislatura ha creado muchas expectativas. Su discurso ha sido cautivador, lo he reconocido desde el principio, y, además, optimista y esperanzado; un discurso casi poético que ha exasperado a la derecha más montaraz, algo que seguramente le congratula. Ha sido un gesto positivo, porque ellos siguen con sus aspavientos, ayer vimos muchos de ellos, sus reacciones airadas, sus anuncios apocalípticos. Pero en el otro lado ha despertado mucho interés y, además de interés, ha despertado esperanzas. Son muchos los ciudadanos que le miran atentos y expectantes. Nos miran a todos, pero singularmente a usted, por la especial responsabilidad que tiene en su mano y, en breve plazo, si no somos todos, pero singularmente usted, capaces de actuar a la altura de miras que requiere la situación y no propicia un desenlace satisfactorio de la delicada coyuntura en la que nos encontramos, ese interés que ha generado su discurso, esas esperanzas, pueden verse irremisiblemente frustradas.

Vivimos un momento crucial, usted es consciente, y probablemente más que yo, y este segundo año de legislatura que vamos a iniciar inmediatamente puede ser decisivo para la suerte de su Gobierno, pero sobre todo, y más importante, para la suerte de todos los ciudadanos y espero que sepa aprovecharlo con audacia, con sentido republicano y con visión de Estado y que acierte también a la hora de trabar la red de complicidades, que le resultarán imprescindibles para trabajar por la pacificación y por la normalización política de Euskadi. A tal efecto, señor presidente, me permito suministrarle algunas claves que a juicio de mi grupo parlamentario deberían ser tomadas en consideración para abordar con éxito los principales retos que se nos presentan en el País Vasco. Son seis claves, tres relativas a la pacificación y tres relativas a la normalización política. Empiezo por estas últimas. Decía usted recientemente que, cuando uno quiere elaborar un proyecto político serio, una norma fundamental en Euskadi -la cita es textual-, no puede ir con un pírrico 51 por ciento. Se trata de un plausible llamamiento al consenso, el consenso es necesario, es imprescindible y el 51 por ciento para usted es pírrico. Pues, señor presidente, ese consenso que usted reclama, no existe hoy, como usted habrá podido comprobar analizados los resultados electorales, en el País Vasco en relación con la Constitución española de la nación única, la soberanía indivisible y la unidad indisoluble. En la cita electoral vasca del 17 de abril, las fuerzas que consideran que la Constitución española de 1978 de la soberanía indisivible y la unidad indisoluble constituye una referencia obligada e insoslayable en todos sus puntos para organizar la convivencia en Euskadi no es que hayan alcanzado un pírrico 51 por ciento, es que representan una evidente minoría, no sé si pírrica, si irrisoria, si ridícula; no sé, es mejor no adjetivarla, pero minoría. Cuarenta y dos parlamentarios sobre un total de 75 que conforman la Cámara pertenecen a formaciones políticas partidarias de reconocer al pueblo vasco el derecho a decidir libremente su futuro. Para ellos, para estos parlamentarios, para los ciudadanos a los que representan, esa Constitución española de la nación única y de la soberanía indivisible es una imposición unilateral, discriminatoria y excluyente, que divide y enfrenta a los vascos y solo crea crispación. Son expresiones para las que seguramente tendría que pagar derechos de autor a alguien de su partido, son expresiones que seguramente le suenan, que se han utilizado con profusión con respecto a iniciativas que procedían de otros lares, pero que son perfectamente aplicables a este caso.

Durante la campaña electoral vasca, el candidato de su partido afirmó -también es textual- que si la mitad de la población vasca considera que el Estatuto de Guernica ya no es un punto de encuentro es que sencillamente no lo es. Cerrar comillas. Más claro agua, señor presidente. Su grupo parlamentario debe tomar nota de esta verdad incontrovertible. Mientras siga en vigor, y es probable que todavía lo siga durante mucho tiempo, el Grupo Parlamentario Vasco, se lo anuncio, hará todo lo que esté en su mano para dotarlo de contenido porque después de 25 años sigue estando como está, menguado, exiguo y sin cumplimiento. Mientras siga en vigor nuestra labor irá por ahí, pero ya no es un punto de encuentro entre los vascos. No lo digo yo, lo decía su candidato a las elecciones vascas hace escasamente un mes. El Estatuto ha desempeñado un importantísimo papel histórico en la construcción de la comunidad vasca pero hoy no concita entre los vascos las adhesiones necesarias para organizar democráticamente la convivencia. Por tanto, una pincelada con respecto a la Constitución, otra con respecto al Estatuto, ambas con citas o de usted o de gente relevante de su partido, y una tercera referencia vinculada a la normalización política que ya es de cosecha propia. Para garantizar la convivencia en ese mosaico de lealtades políticas y de identidades nacionales que es Euskadi -esto lo dije en la sesión de investidura y lo repito, y lo haré cuantas veces haga falta- ni los españolistas más recalcitrantes, que los hay, ni aquellos otros, que también los hay, que ni se consideran españoles ni quieren ser considerados como españoles, nadie, ni los unos ni los otros pueden ser ignorados a la hora de construir el edificio común; no sirven las soluciones rígidas y monolíticas que se basan en soberanías únicas e indivisibles y en nacionalidades monolíticas. El estatus de ciudadanía compartida que tenemos que buscar y trabajar por él y que podemos alcanzar y consensuar entre todos en ese abanico tan amplio de gentes tan distintas en lo que se refiere a los referentes de identidad y de adscripción ideológica y política, ese estatus de ciudadanía que debemos de alcanzar entre todos tiene que basarse en esquemas abiertos, flexibles y elásticos y sobre todo en modelos híbridos de identidad y de pertenencia. No valen ya las naciones únicas y las soberanías indivisibles porque si hablamos del pluralismo vasco hemos de hacerlo con todas las consecuencias, no solo cuando nos interesa y para lo que nos interesa porque contra lo que parece deducirse de algunas lecturas interesadas el pluralismo político es mucho más amplio de lo que con frecuencia se cree en el País Vasco. Lo que no podemos es abordar el fenómeno del pluralismo desde la perspectiva del tuerto, que reduce el campo de visión y solamente circunscribe el abanico del pluralismo a la parte que le interesa. Hay quien estima que el pluralismo empieza en un extremo con el Partido Popular y en otro con la coalición PNV-EA. No, no, más allá de la coalición PNV-EA hay vida política pujante con representación parlamentaria que quiere seguir desarrollando su actividad política y que reclama además una presencia activa. Todo ese colectivo que tiene también vida política, todo ese mundo que tiene vida política activa con representación parlamentaria considera que la propuesta de reforma del Estatuto que debatimos aquí el 2 de febrero y que ustedes rechazaron porque a su juicio era inadmisible, ese proyecto de reforma estatutaria, es el mínimo a partir del cual se puede empezar a trabajar para construir conjuntamente la convivencia. Por tanto, más allá de la coalición hay vida política, vida pujante, vida con representación parlamentaria, vida que tiene sus propios planteamientos políticos y que considera que esto, insisto, que ustedes consideraban inasumible es el mínimo a partir del cual se puede empezar a construir el edificio común de la convivencia.

Con respecto a la pacificación, tres observaciones; las tres anteriores eran relativas a la normalización política. Primera, una vez más, y ya son muchas, la ciudadanía vasca ha puesto de manifiesto que está rotundamente en contra de este pacto antinacionalista vasco que eufemística e inexactamente ustedes bautizaron como por las libertades y el terrorismo, y sobre todo ha expresado claramente su rechazo a ese hijo espurio del pacto que es la Ley Orgánica de partidos políticos.

Durante el último año el pacto era un homenaje al fariseísmo. Su primera cláusula emplaza a las partes suscribientes a no utilizar el terrorismo en el debate político y electoral; les emplaza y es el primer compromiso que resulta del pacto, el fundamental, el que inspira a todos los demás que vienen después y eso lo han incumplido sistemáticamente. Por eso, el pacto es un homenaje al fariseísmo. Ayer mismo, señor presidente, desde esta tribuna le acusaban de estar sentado en ese banco gracias a una acción terrorista y de haber sabido manipularla y aprovecharla en servicio propio. ¡Fíjese qué acusación más grave! Y que quien hace esa acusación diga y defienda el mantenimiento de un pacto cuya primera cláusula le emplaza y le obliga a no utilizar la cuestión antiterrorista en el debate político electoral, encierra una contradicción que muy difícilmente se puede salvar en términos coherentes.

Segunda, no mantenga por más tiempo la espada de Damocles que, según el fiscal general del Estado, sigue pesando sobre el Partido Comunista de las Tierras Vascas. No tiene sentido que cada dos o tres días desayunemos con nuevos datos filtrados interesada o no interesadamente a los medios de comunicación social, presuntamente nuevos, relativos a la naturaleza, las relaciones y las actuaciones de esta formación política. Lo que el Gobierno tenía que saber sobre el Partido Comunista de las Tierras Vascas ya lo sabía durante la campaña electoral vasca cuando se hicieron públicos los dos informes de la Guardia Civil y se emitió el de la Policía Nacional que no se hizo público; el Gobierno ya tenía la información que necesitaba para saber lo que era el Partido Comunista de las Tierras Vascas. Y si entonces decidieron lo que decidieron, no emprender contra ellos, sean ahora consecuentes con esa decisión y manténganla y, sobre todo, manténganla cualquiera que sea la evolución de las relaciones que ustedes mantienen con ellos. Dejen de transmitir la impresión de que actuarán en este tema con arreglo a cálculos o intereses partidistas. Se lo digo, señor presidente, como partidario y militante que es usted de la idea republicana de la libertad como no dominación porque somos demasiados los que hemos sospechado que la Ley Orgánica de Partidos Políticos se ha convertido en un poderosísimo instrumento de dominación en terminología de Philip Petit?, su autor de cabecera, que permite a uno o a varios grupos sociales interferir arbitrariamente en las posibilidades, libertades y opciones de otros grupos sociales. No es suficiente, señor presidente, con el hecho de que renuncie a ejercer interferencias arbitrarias en aplicación de esta ley en los derechos de participación política de determinados colectivos y ciudadanos; es necesario además que renuncie también a la dominación como poder para interferir arbitrariamente sobre esos ciudadanos.

Y tercera y última consideración con la que ya concluyo mi intervención. Abandonemos todos, señor presidente, la hipocresía de criticar en público lo que se hace en privado. Si es lícito reunirse con alguien en Burgos o en un caserío de Elgoibar, si es admisible intercambiar con ese alguien mensajes públicos a través de los medios de comunicación, es igualmente válido hacerlo en Ajuria Enea con luz y taquígrafos. Seamos serios, abordemos los problemas de frente, hablando con quien hay que hablar y saludo sus planteamientos defendidos ayer y, en su caso, cuando llegue el momento, negociando con quien haya que negociar como lo hicieron los gobiernos del Partido Popular -ustedes lo han expuesto con claridad y no voy a poner más énfasis en ello- en público, cuando proceda, y discretamente cuando se considere que la discreción vaya a ser imprescindible para actuar con más eficacia. No comparto del todo la promesa de absoluta transparencia que usted hizo ayer. La discreción en estos gestos, en estas operaciones es también imprescindible. La transparencia afectaba al conjunto del proceso, y me parece bien, pero la transparencia absoluta y total me parece esencialmente un error. Por tanto, con discreción, cuando esta sea necesaria, y públicamente cuando la publicidad sea conveniente.

Señor presidente, no seremos nosotros los que pongamos obstáculos al proceso que usted pueda iniciar de cara a la consecución de la paz. Más bien todo lo contrario. Usted podrá contar a esos efectos con nuestra más leal y sincera colaboración, siempre que se trate de intentos serios, comprometidos, tienen toda la traza de serlo, que se apoyan en el consenso de las fuerzas políticas y renuncien a servirse de la lucha antiterrorista para menoscabar derechos fundamentales o para atentar contra el pluralismo político. Que nadie confunda nuestros términos. No estamos hablando de poner precio a la paz. Que nadie diga mañana en ningún titular que Erkoreka emplaza al Gobierno a que se ponga precio a la paz y que se aproveche la ocasión para sacar rentabilidad política. No. Estamos hablando de promover un proceso de paz que pueda concluir con la actividad terrorista de ETA y con la propia organización en clave de persuasión, que es mucho más eficaz que cualquier otra clave de las que se están manejando por parte de los partidos políticos. Aunque no fuera más que por razones de eficacia la clave de persuasión habría de prevalecer frente a cualquier otra clave a la hora de poner fin a un fenómeno de este tipo.

Señor presidente, le animamos a que continúe por esta vía y le aseguro que no le faltará el apoyo del Grupo Parlamentario Vasco, si actúa con seriedad, con compromiso, con contundencia, consensuando las medidas, respetando lo derechos fundamentales y el pluralismo político y llegando, como usted ha prometido en más de una ocasión, hasta el fondo.

Nada más y muchas gracias.

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