Bruselas acepta la primera subida del gasto en la eurozona desde 2010
La crisis de refugiados en Alemania, el gasto militar en Francia y la bajada de impuestos en España readaptan la política fiscal
Alemania y los países del Norte elevarán en 2016 su gasto público por la llegada de miles de refugiados. Francia aumentará el presupuesto en defensa y seguridad tras los atentados de París, e Italia y España acaban de aprobar rebajas de impuestos. Bruselas prevé “acomodar” su política fiscal para permitir este conjunto de medidas, que agregadamente supondrán el primer miniestímulo para la eurozona desde que arrancó la crisis de deuda, en 2010, según fuentes comunitarias. Ese tímido acicate puede alcanzar para compensar riesgos como la inestabilidad política y, sobre todo, los problemas de China y los emergentes.
La Comisión desatiende ahora su pasión por la austeridad, que ha caracterizado la discutible respuesta europea a la crisis del euro. Oficialmente, la política fiscal de la eurozona era, es y será “neutral”, según han insistido el vicepresidente Valdis Dombrovskis y el comisario Pierre Moscovici en las últimas semanas. Pero el jefe del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, ya sugirió a mediados de diciembre que la frágil recuperación, combinada con los riegos de deflación y el peligro procedente de los países emergentes, obliga a “repensar” esa pata fundamental de la política económica.
La superposición de crisis ajenas a la economía (de asilo y de seguridad) ha hecho el resto: Bruselas permitirá, según las fuentes consultadas, un mayor gasto relacionado con la crisis migratoria en Berlín y compañía, así como los esfuerzos presupuestarios en París para luchar contra la crisis de seguridad.
"No hay plan B" en el BCE
Las medidas extraordinarias del Banco Central Europeo (BCE) no han tenido éxito hasta ahora para impulsar la inflación, que sigue cerca del 0%. En Fráncfort, sin embargo, “no hay plan b”, afirmó el miembro del comité ejecutivo del BCE Peter Praet en una entrevista, según informa Reuters. Se refuerza así la impresión de que no va a haber más medidas extraordinarias más allá de la liquidez y del programa de compras de activos, que se amplió tímidamente en diciembre. Praet añadió que sigue confiado en que las medidas de estímulo impulsarán la inflación: “Si imprimes suficiente dinero siempre tendrás inflación. Siempre”. El BCE inició las compras de activos —el equivalente a activar la impresora de billetes, según los expertos— el pasado marzo, pero el IPC del euro sigue en el 0,2%. “Acepto que nuestra política aún no ha sido exitosa”, aseguró Praet a la revista Knack.
La Comisión tampoco tiene previsto exigir grandes ajustes a países como Italia y España, que han rebajado impuestos pese a tener poco o ningún margen de maniobra para ello. Italia puede beneficiarse de la flexibilidad de las reglas fiscales, que se han tenido que agujerear como un queso gruyer ante la constatación de que fueron diseñadas para un mundo que ha desaparecido con la Gran Recesión. En el caso de España, paradójicamente, la inestabilidad política juega a su favor: Bruselas difícilmente va a reclamar ajustes (al menos a la corta) ante las dificultades para formar Gobierno.
Todas esas medidas supondrán, agregadamente, el primer miniestímulo fiscal en la eurozona desde el arranque de la crisis de deuda. Keynesianismo muy a la europea —con un tamaño limitado, de apenas unas décimas de PIB, y casi de tapadillo—, pero que a la postre permitirá asentar algo más la reactivación de la eurozona y mejorará la efectividad del multimillonario programa de compra de activos del BCE, que junto con el desplome de los precios del petróleo sustenta desde hace meses la frágil, tímida y dispar recuperación continental.
Europa necesita ese alivio ante un año que viene revirado, difícil de predecir, repleto de nubes y claros, con motivos para la esperanza pero a la vez con el arsenal de escollos propios de las crisis mayores. “Los episodios de inestabilidad política, los peligrosos estertores de la crisis en Portugal o Grecia, la situación en Italia y los riesgos geopolíticos complican la situación, pero sobre todo la desaceleración de China y los emergentes estará con nosotros un par de años y ya ha hecho mella en los mercados”, apuntan fuentes comunitarias.
Ese alivio fiscal puede servir “para contrarrestar todos esos vientos en contra”, según las mismas fuentes, pero poco más: 2016 va a ser un año complicado, aunque no tan duro como 2015, que volvió a sacar del armario los riegos de desintegración del euro.
“La caída de los precios del petróleo es el primer estímulo para Europa. La depreciación del euro, por el activismo del BCE, le sigue a continuación. Con eso y los efectos de las reformas en países como España e Irlanda, la crisis migratoria es una gran excusa para permitir ver estímulos en Alemania y permitir que la crisis de la eurozona siga cicatrizando”, asegura desde Harvard Kenneth Rogoff, execonomista jefe del FMI. “Pero es difícil ser abiertamente optimista con Europa, con el Brexit, la inestabilidad política, la crisis migratoria y de seguridad y demás. Más aún cuando nadie va a ser inmune a los problemas de China”, añade.
Crecimiento cercano al 2%
“No hay que exagerar ese estímulo: aportará algo en Alemania y algo menos en Francia. Y es dudoso que permita hacer más efectivas las medidas del BCE”, apunta Wolfgang Münchau, de Eurointelligence. “Pero el mayor problema de 2016 es China y la desaceleración cíclica en Europa y EE UU”, subraya. Bruselas prevé que el PIB del euro crezca un 1,8% este año. Eso permitiría recuperar, por fin, el nivel de 2008. La concatenación de crisis y el cúmulo de errores han retrasado ocho años el cierre de esa brecha; EE. UU. tardó la mitad con políticas más agresivas.
“Esta Comisión no es tan fundamentalista como la anterior y permitirá que los grandes países gasten, pero Europa precisa un verdadero estímulo fiscal. Y esta no es la expansión que necesita la eurozona. Aun así, puede convertir una imponente cefalea en un dolor de cabeza normal y corriente”, cierra Charles Wyplosz, del Graduate Institute.
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