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El rey Midas toca el petróleo

El magnate mexicano Alberto Baillères, dueño de las mayores minas de oro y plata, sorprende con la creación de la primera petrolera privada del país

El empresario mexicano Alberto Baillères.
El empresario mexicano Alberto Baillères.

Alberto Baillères es un emprendedor de 83 años. El segundo hombre más rico de México, después de Carlos Slim, ha sorprendido con el anuncio de la fundación de la compañía energética Petrobal. La prueba de que su jugada no ha sido una improvisación es el fichaje del ejecutivo más valioso de Petróleos Mexicanos (Pemex), Carlos Morales Gil, antiguo director de Exploración y Producción de la petrolera estatal. Baillères (Ciudad de México, 1931) ejecutó un verdadero jaque mate: entra en un negocio altamente rentable en México de la mano de quien mejor lo conoce. No ha creado una empresa nueva en las últimas dos décadas, pero ha calculado con detalle este movimiento. Obsesivo, como lo describen quienes le conocen, y lejos de pensar en el retiro, Baillères sigue al frente del timón de Grupo Bal, organizando su expansión hacia nuevos horizontes.

Los pilares de su imperio son de oro y plata. Baillères posee una fortuna de 18.200 millones de dólares, según la revista Forbes. Es dueño de Fresnillo, la mina de plata más rica del mundo, y también de los yacimientos de oro más extensos de México. Sus negocios en metales en las compañías Peñoles y Fresnillo se han fortalecido hasta llegar a cotizar en la Bolsa de Londres. Su riqueza, además, une a empresas de diferentes sectores: los grandes almacenes Palacio de Hierro, la aseguradora Grupo Nacional Provincial (GNP), la casa de bolsa ValMex, el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), y la empresa Espectáculos Taurinos de México.

El petróleo es un negocio de riesgo y Baillères es un empresario conservador cuyas decisiones están diseñadas por él mismo 

En sus firmas ha logrado compaginar sus pasiones —los toros y la decoración— con los negocios heredados tras la muerte de su padre en 1967. Entonces, Alberto Baillères acudió por petición del presidente Gustavo Díaz Ordaz a la residencia presidencial de Los Pinos para recibir un espaldarazo. Su primera visita marcó para siempre su relación con el poder político: lo suficientemente cerca para el éxito empresarial, pero lejos de los polémicos debates. Ha mantenido una prudente cercanía con los últimos nueve presidentes de México, sin importar el partido al que pertenecen. “Es consciente de la sana distancia que debe existir entre el poder económico y el poder político”, describe la periodista Blanche Petrich en Los amos del poder (Temas de hoy, 2007).

El petróleo es un negocio de riesgo y Baillères es un empresario conservador cuyas decisiones están diseñadas por él mismo hasta el detalle. “La experiencia con su empresa minera le va a servir mucho, además le encanta rodearse de gente que tiene experiencia en el tema en el que participa”, comenta la periodista argentina Bárbara Anderson, que consiguió en 2004 la única entrevista que el magnate ha concedido. Alejado de los focos, Baillères se ha dedicado por completo al día a día de sus empresas. “Don Alberto vio los resultados y los manda a felicitar”, escuchan los empleados de una de sus empresas al final de cada año. El ITAM funciona como un semillero de líderes mexicanos. Allí se han graduado los últimos tres ministros de Hacienda y el expresidente Felipe Calderón. El rey del oro y la plata se involucra en los detalles a tal punto que en sus almacenes de El Palacio de Hierro sugiere hasta la forma en la que los jerséis se deben exhibir.

La clave de sus negocios, sugiere Anderson, está en evitar las asociaciones con empresas extranjeras. Él mismo, en el prólogo de El futuro de la alta dirección (Oxford University Press, 2003), reconoció que dudaba de las alianzas entre las empresas nacionales y las multinacionales. “Generalmente estas asociaciones tienden a ser muy complejas porque el interés último de la empresa grande es el control absoluto y la asociación es sólo una escala de dicho proceso”, escribió. Sin embargo, el empresario emprende proyectos con compañías que no ponen en peligro a su grupo. Una estrategia que quizá explote más con su llegada al mercado energético.

Ha mantenido una prudente cercanía con los últimos nueve presidentes de México

Baillères da pasos firmes y tampoco compromete el capital de ninguna de sus compañías para rescatar a otra del Grupo Bal. “Es una persona más aferrada a las operaciones seguras que a los raptos sanguíneos”, señala Anderson. A diferencia de otros, en los negocios de Baillères no existe la sinergia y cada empresa es independiente. Sus seguros nunca se comercializan en sus almacenes, por ejemplo. Su círculo de amigos es reducido y su exposición a los medios de comunicación es mínima.

Entre sus pasatiempos están los toros de lidia —hace el seguimiento del mapa genético de su ganado—, que ha trasladado hasta la empresa a Espectáculos Taurinos de México como dueño de la mayoría de las plazas de toros del país. En enero, Baillères cruzó el Atlántico para cerrar un trato con los empresarios taurinos de España y crear la Fusión Internacional por la Tauromaquia. Un movimiento que en la península se ha tomado como un intento de monopolizar el negocio, pero que para Baillères significa el rescate de una de sus aficiones. La construcción de la mayor fortuna taurina del mundo.

Lleva 48 años trabajando y no piensa en retirarse. Tiene siete hijos —seis hombres y una mujer— y solo uno, Alejandro, dirige una de las empresas del Grupo Bal, la aseguradora GNP. Pero ninguno de ellos podría ser su sucesor natural en el grupo. Baillères no da señal de jubilarse: sigue ágil, con una perfecta memoria e impecable imagen. Hace viajes al Mediterráneo o al Caribe a bordo de su yate Maya Queen IV, uno de los más lujosos del mundo. Asiste en primera fila a los conciertos de Luis Miguel y canta todas sus canciones.

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Sobre la firma

Sonia Corona
Es la jefa de la redacción de EL PAÍS en México. Cubre temas de Política, Economía, Tecnología y Medio Ambiente. Fue enviada especial para las elecciones presidenciales de 2020 en EE UU. Trabajó en Reforma y El Huffington Post. Es licenciada en Comunicación por la Universidad de las Américas Puebla y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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