Los emergentes agitan la paz de Davos
Los líderes económicos advierten de que comienza una etapa de alta volatilidad y piden a las economías en desarrollo que aborden ya sus reformas pendientes
Tenía que pasar. Desde hacía meses, los inversores temían que el momento de la corrección de los mercados emergentes se materializara y no faltaban razones de peso para soportar esos miedos. Los fundamentos de las grandes economías en desarrollo se han deteriorado en los últimos dos años y la posibilidad de que la Reserva Federal (Fed), como sucedió en diciembre, iniciara la retirada de los estímulos monetarios aumentaba la vulnerabilidad de las economías más dependientes del capital extranjero. Durante mucho tiempo, los inversores ignoraron los riesgos atraídos por la rentabilidad y el alto valor de los activos, pero esa pauta siempre tiene un final, en ocasiones abrupto y en ocasiones más progresivo.
“Los sucedido esta semana muestra que no hemos hecho los deberes”
La explicación es sencilla para alguien que conoce muy bien cómo funcionan estos episodios. “Hay muchas posiciones correlacionadas en el mercado, algunas con elevadas posiciones en los mercados emergentes que ahora las están deshaciendo”, explicaba impasible Larry Fink, presidente de BlackRock, la mayor gestora de activos del mundo, en uno de los últimos debates que tuvo lugar ayer en el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza. La empresa que Fink fundó y dirige gestiona activos por un valor aproximado de 2,5 billones de euros, el equivalente a más de dos veces la economía española. “Lo que pasa es que estas economías se quejaban cuando entraban capitales a raudales y ahora también se quejan cuando salen”, recalcó Fink.
Las tensiones vividas en las últimas jornadas en los mercados han empañado, en cierta medida, el optimismo cauteloso que exudaban los líderes de Davos. Pero ninguno parece creer que vayamos a asistir a un cambio de paradigma con los mercados emergentes. “Hemos vivido hasta ahora en un entorno de muy baja volatilidad y es más normal moverse hacia una mayor volatilidad de los mercados, como parece que está pasando”, aseguraba el gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, en el debate sobre perspectivas para 2014. “Lo que hemos visto estos días es un indicativo de lo que va a ser el año. Pero la volatilidad no tiene que terminar necesariamente mal”, aseguraba a pocos metros Fink.
El desplome del peso argentino y su efecto arrastre sobre otras divisas emergentes y las Bolsas de todo el mundo ha dado la puntilla a la desaceleración de los emergentes y su menor aportación al crecimiento mundial.
El FMI alerta de que el riesgo de contagio es una realidad
“Lo que ha pasado esta semana en las Bolsas es un recordatorio de que no hemos terminado los deberes y de que no podemos sumirnos en la complacencia. El legado de la crisis es muy pesado y hay muchos riesgos que se pueden materializar”, alertaba en los pasillos del Centro de Congresos el director de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), Ángel Gurría. “Lo he repetido muchas veces: la salida de capitales siempre es mucho más rápida que la entrada y hay que estar preparados”, apuntaba.
A primera hora del viernes, la vida de Davos seguía su ritmo habitual entre conferencias, citas entre hombres de negocios y clases de esquí y de conducir en la nieve para sus acompañantes, ajenos, por completo, a las caídas de las Bolsas y las divisas. “No me preocupa lo que pasa con el peso, me preocupa lo que pasa con China”, decía un conocedor de la geopolítica latinoamericana.
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, sí era consciente de lo que estaba en juego y aprovechó su intervención en el auditorio del Foro para lanzar un mensaje claro a los inversores: “Tenemos 376.000 millones de dólares en reservas para poder afrontar estas turbulencias con garantías”. El humor del centro de congresos empezó a cambiar cuando las Bolsas estadounidenses se teñían de rojo. Unos preguntaban cuál había sido el detonante de una caída tan generalizada —“ya sabes, el mal dato de la producción industrial china”, decían aquellos que querían exhibir conocimiento—, mientras algunos banqueros de inversión se alejaban de los corrillos, móvil en mano, para hablar con sus oficinas con cara de preocupación. “Tenemos que saber qué está pasando de verdad en Argentina porque hay que preparar un informe para los clientes ya”, gritaba por teléfono uno de ellos desde un rincón del centro.
Capitales en busca de destino
La salida de capitales de los mercados emergentes puede provocar, dependiendo de su velocidad y de cómo se produzca, serios problemas en estas economías. Pero las desgracias de unos pueden ser las alegrías de otros. “Los mercados del euro se pueden beneficiar de la salida de capitales de los emergentes, que buscarán otros activos en los que invertir”, apuntaban ayer fuentes europeas.
“No es que nos alegremos, pero la volatilidad de los emergentes sin duda hace más atractivos a los países desarrollados. Eso puede explicar, también, lo que ha pasado esta semana con la subasta de deuda pública española”, remachaba.
Si esa tesis se confirma y las tensiones en los emergentes se traducen en entradas de capitales en los países del euro, eso puede suavizar la inestabilidad que se anticipa para el mercado europeo hasta que concluyan las pruebas de resistencia a la banca, a finales de este año. “No parece que el mundo esté dispuesto a financiar a los bancos europeos y ahí tenemos un problema muy serio”, admitía el presidente de Deutsche Bank, Anshu Jian, en una sesión de Davos.
Solo esos frentes ya garantizan un año de fuertes tensiones en los mercados financieros, eso sin contar con que el gigante asiático llegara a verse arrastrado por la corriente. “A corto plazo, la retirada de estímulos monetarios creará una gran volatilidad en los flujos de capitales”, apuntaba el profesor del Fung Global Institute de Hong Kong, Liu Mingkang, en uno de los debates de Davos. “China se verá afectada por esa volatilidad, pero esperemos que no seriamente impactada”, admite. La teoría de los cisnes negros —eventos imprevistos y altamente desestabilizadores— se haría entonces realidad.
El mercado ya vivió algo parecido en mayo, cuando el presidente de la Fed, Ben Bernanke, aseguró ante el Congreso de EE UU que, si la recuperación se consolidaba en los siguientes meses, el banco central iniciaría la retirada de estímulos. Las Bolsas entraron en pánico y las divisas de los países más dependientes del capital exterior, aquellos con mayor déficit por cuenta corriente —Brasil, Rusia, India, Indonesia, Turquía y Sudáfrica—, entraron en una etapa de inestabilidad que se agudizó el pasado viernes con el descalabro del peso argentino.
“Los riesgos de contagio por la retirada de los estímulos monetarios, sobre todo en EE UU, son una realidad. En diciembre el impacto fue menor que en mayo, pero la amenaza está ahí”, admitía la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde. “Las reformas no son solo una receta para que los países desarrollados eliminen las rigideces de sus mercados de trabajo. Es un tema que se debe abordar en todo el mundo”, advertía. “El mejor ejemplo es India”. Montek Singh Ahluwalia, presidente de la Comisión de Planificación del país, lo corroboraba. “En mayo nuestra situación y la de la economía global era mucho peor. India ha tomado medidas y ha logrado reducir el déficit por cuenta corriente del 6,7% del PIB a un rango entre el 4% y el 5%”.
En esta ocasión, los mercados no parecen tan dispuestos a dar tanto margen a los países emergentes. “Es muy fácil demonizar la retirada de estímulos monetarios y echarle la culpa de lo que pasa, cuando el problema en la mayoría de los casos es una mala gestión de las políticas nacionales y una sobredependencia de la economía china”, advertía la voz de Wall Street en el Foro. El mensaje de Larry Fink no podía ser más claro. Toca abrocharse el cinturón porque vienen curvas.
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