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CARTA DEL CORRESPONSAL / México DF
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

México, ¿a salvo?

La decisión del Gobierno del Distrito Federal de instalar parquímetros en el barrio de Polanco, la zona de oficinas y tiendas de lujo de la capital mexicana, desató hace un par de semanas una protesta inédita. Los llamados franeleros o viene-viene, los tipos que con bidones de plástico o cajas de frutas reservan de forma completamente ilegal plazas de aparcamiento en las colapsadas calles del DF a cambio de una propina, se pusieron en pie de guerra contra una medida que ponía en peligro los ingresos de unas 700 personas. Amenazaron con bloquear las calles, celebraron manifestaciones y lograron ser recibidos por las autoridades. Su líder, Jacobo Mendoza, rechazó incluso la oferta oficial de ingresar en el seguro de desempleo: si lo hacían, recibirían solo 600 pesos (menos de 40 euros) al mes cuando como franeleros ganan más de 2.000.

La economía informal acoge a 13,5 millones de mexicanos
Diversos estudios calculan que la violencia resta el 1% del PIB anual

Los viene-viene de Polanco son solo una pequeñísima porción de los 13,5 millones de mexicanos que viven en la economía informal, una cifra a la que si se le suma la de los desocupados, unos 2,5 millones, casi iguala a la del número de trabajadores inscritos en la Seguridad Social. Un informe de las Cámaras Nacionales de Comercio da idea de la gravedad de un problema que amenaza la viabilidad de las pensiones dada la baja tasa de tributación: las ventas por piratería y el contrabando ascendieron en 2011 a 79.000 millones de dólares, siete veces más que los ingresos por turismo y cuatro veces más que los provenientes de las remesas.

La informalidad es quizá la parte del león de las disfunciones de la economía mexicana. Pero hay otras como la de los llamados ninis, los más de siete millones de jóvenes -el 75% mujeres- que ni estudian ni trabajan; la falta de competencia por la existencia de fuertes monopolios públicos y privados; el crecimiento exponencial de la deuda pública de los Estados; la corrupción y el coste de la violencia asociada al narcotráfico y el crimen organizado.

Pese a la dificultad de cuantificar la inseguridad, diversos estudios recientes del BBVA, de JP Morgan o del Consejo Nacional de Seguridad Privada aseguran que el coste de la violencia desde 2008 equivale anualmente al 1% o 1,5% del PIB. Sin embargo, pese a los más de 47.000 muertos relacionados con la violencia del crimen organizado desde 2006, la economía mexicana parece a prueba de balas, pues la inversión se ha mantenido estable gracias a la depreciación del peso y a los bajos salarios.

México, como el resto de América Latina, ha capeado bien el temporal que viene de EE UU y Europa, pero las perspectivas para este año resultan inquietantes. La ONU pronostica que el crecimiento del PIB caerá del 3,8% de 2011 al 2,7% por la desaceleración de las exportaciones, los ingresos por turismo y las remesas. Por primera vez, el flujo migratorio mexicano a EE UU se frenó en 2011.

Como ha escrito José Juan Ruiz, director de estrategia para América Latina del Banco Santander, en el último número de la revista Política Exterior, "el viento de cola de los últimos años se puede volver racheado y de cara. Sería un inmenso error político y económico esperar pasivamente a que la recesión llegue". 2012 es año de elecciones presidenciales, pero de momento ninguno de los candidatos ha hecho una propuesta seria sobre las ineludibles reformas energética, fiscal, laboral y educativa que debe acometer México.

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