_
_
_
_
_
Reportaje:

Esperanza Aguirre: lecciones de política Disney

La 'lideresa' practica el liberalismo, el populismo, el catolicismo y el patriotismo, a los que añade unas gotas de ilusionismo. Boris Izaguirre disecciona a esta 'popstar' omnívora de la política que nunca deja una oportunidad sin morder

Boris Izaguirre

El escenario es el bar inglés del hotel Ritz en Madrid. Es una mañana fría de principios de noviembre de 2007. Los premios Planeta de ese año van a ser presentados ante la prensa. La plana mayor de la editorial se reúne con Juan José Millas, el ganador con la novela El mundo, y conmigo, finalista con Villa Diamante. José Manuel Lara tranquiliza los nervios de los nuevos planetarios, que poco a poco percibimos la red de protocolos no escritos que envuelven el galardón. Escuchamos detrás de las paredes del bar al público esperando. Cuando se abre la puerta y aparece una señora rubia, con un andar rápido, más alta de lo que traducen sus fotos y hasta atlética. El tono de su voz es seco, cortante, pero, de pronto, cálido. Es Esperanza Fuencisla Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid.

Con un traje inspirado en la bandera de la Comunidad dio otra lección de política Disney
Si Madonna tiene a Gaga pisándole los tacones, ella tiene a Cospedal y Sáenz de Santamaría
Se adelantó a Rajoy en Twitter. y al contrario que a él, no le molesta su parodia en la red

Da la mano, no parece esperar besos. Mira a Millás profundamente, quizá porque el escritor en más de una ocasión habrá sido un crítico certero con ella y los suyos. De inmediato percibo un resorte invisible activándose en su interior. Le gusta estar cerca de los que la critican. Más que un reto es casi una afición, y no la evita. Sin embargo, el encuentro es cordial, y Aguirre continúa su saludo hacia mí. Automáticamente, sonríe y se pone algo más tierna. "Boris se nos ha vuelto todo un escritor, menuda sorpresa", me dice y toma de un brazo. Alguien le comenta que ya no la esperaban, porque ese día se ha desatado una aguda crisis ferroviaria en Cataluña. "Los trenes en Madrid funcionan a la perfección", comenta, siempre resuelta con esa voz que suena a titulares. Nadie se percata de lo absurdo de la situación. El conflicto de Cercanías es en Barcelona, y ella no habrá llegado hasta la moqueta del mejor hotel de Madrid en tren. Pero Esperanza Aguirre muerde cualquier oportunidad política. "Si quiere puedo asegurarle que el compromiso de puntualidad de los trenes de mi comunidad es totalmente fiable". Millás y yo nos miramos asombrados de dónde estamos metidos.

El señor Lara decide acercarse a la presidenta y ella se vuelve todo obsequios y abrazos. "No le iba a faltar a Lara por nada del mundo", proclama mientras el presidente del grupo editorial abre paso para entrar al fin a la sala para la presentación.

De pronto, los autores estamos junto a ella con dos grandes portadas de nuestros respectivos libros detrás. Aguirre parece conversar algo con Millás, el resorte funcionando, pero también tiene tiempo para mí. "Una amiga mía dice que muchos de los fotógrafos que disparan fotos y más fotos no tienen carretes", le digo, y Aguirre suelta una risa. "Boris, son cámaras digitales, no tienen carrete", me corrige y aprieta más mi brazo. "Te has quedado en lo analógico", remata y ríe. Sigue mirándome. Con esa rara mezcla de poder y maternidad instantánea.

De pronto, se me ocurre que la reina del liberalismo local es la personalidad política más gayfriendly del PP que he conocido. Y, seguro, más que la Reina. Sus ojos son más verdes, su sonrisa es franca, parece dejarse guiar por su instinto. "Siempre me has caído muy bien", me dice casi en un murmullo cómplice. No asegura que leerá mi novela. Pero en mi memoria ese instante la ha dibujado perfectamente: Esperanza Fuencisla Aguirre es el ser más contradictorio que pueda tratarse en el Ritz. Y aunque humana, prevalece sobre ella el animal político.

Es condesa consorte. Su esposo, Fernando Ramírez de Haro Valdés, es conde de Murillo y grande de España. Pese al deje aristocrático, es la más popular y cercana de las políticas de su partido. Ese resorte invisible no podía dejarla disfrutando de las rarezas de ser grande de España. Solo siendo madre y esposa.

Creció detrás de los muros del colegio La Asunción en Madrid. Con su oposición bien ganada, hizo familia sin abandonar sus ambiciones profesionales. Aunque pertenece a una clase política que rara vez es bilingüe, Aguirre habla tres idiomas, fruto de una privilegiada formación académica.

La reina Isabel II la condecoró y ella, o el resorte, aprovecharon el momento para demostrar su fluidez en el idioma como en "las muchas cosas que me han enseñado los británicos y su manera de entender la vida política". Incluso bromeó con que la distinción la situara al mismo nivel que David Beckham, que había sido nombrado caballero unos días antes. Está claro que si Aguirre cenara con los Beckham o los Obama no se quedaría muda como puede sucederle a Rajoy y otros colegas de su profesión.

Sin embargo, el tiempo ha decidido ponerse un poco en contra. Ella, que ha sido pionera en la presidencia, que ha sabido actuar ante la corrupción de sus alcaldes, las acusaciones, las agresiones mediáticas; la primera en atrincherarse en los fundamentos del liberalismo (privatización y recortes sin miramientos), empieza a percibir que el poder lleno de caras nuevas del que disfruta su partido puede convertirla en dinosaurio. Si Madonna tiene a Lady Gaga pisándole los tacones, Aguirre tiene a Cospedal y también a Sáenz de Santamaría obligándola tácitamente a reconducir su persona mediática y política. Necesita un impulso que le devuelva a la acción.

Su hermana Piedad, que mantiene buena amistad con Miguel Bosé y ha celebrado una fiesta para Madonna en su casa, la describió en una entrevista. "Lleva 15 años durmiendo cuatro horas". Se levanta escuchando la SER, da entrevistas de una hora (seguro que con mayor gusto a los medios que no le son afines), que su secretaria Inés generalmente ubica o bien en un desayuno o en una comida. "No hace las cosas que hace la gente normal. No se cansa. No se pone mala. Es una bestia", diría su hermana.

Otras cosas sobre su personalidad podrían definirla tan coqueta como disciplinada. Jamás se muestra desmaquillada. Suele ir a la misma peluquería de barrio desde que fuera ministra de Educación y Cultura. "No se cambia el flequillo porque cree que cuando está cansada los ojos se le empequeñecen y siente que el pelo en la frente la protege. También es supersticiosa. Y precisamente por serlo se empeña en negarlo", confía alguien que la ha seguido mucho. Uno de sus principales amuletos son los bolsos. "Cuando uno le da suerte, lo lleva independientemente de que combine o no con el resto de lo que lleve", afirma el mismo seguidor. "O de la estación del año", remata. Para terminar de dibujarla como una mujer al día, vive adherida a su teléfono móvil. Al contrario que otros políticos, contesta los SMS inmediatamente.

Tiene la capacidad de generar contenidos sin cesar, como una popstar. Y eso atrae mucho a los medios, distanciándola de un político convencional. La recordamos diciendo barbaridades siendo ministra de Educación y Cultura, el flequillo a prueba de sobresaltos. En un programa de radio creyó que Airbag, una de las películas españolas más taquilleras, era una producción extranjera. Dijo no saber quién era Santiago Segura, pero ipso facto apareció en el estreno del primer Torrente. Ahí empezaron a vérsele las costuras. Su no sentido del ridículo iba a ser su salvavidas una y otra vez.

El propio Pablo Carbonell, quien como reportero de Caiga quien caiga fuera el fuste reiterado de la entonces ministra, terminaría por reconocer "que sin Esperanza no habríamos tenido grandes momentos en nuestro programa". Ella puso la estocada final: "Siempre le estaré agradecida a ese programa por hacerme tan popular".

Cuando dejó la presidencia del Senado, esa Siberia con cuadros de políticos del pasado que quizás no tuvieron su entrenamiento físico, Esperanza arrancó a correr millas. No consiguió la mayoría absoluta en sus primeras elecciones y sucedió lo que hoy se recuerda como el tamayazo, una supuesta compra de voluntades de dos tránsfugas socialistas en el parlamento madrileño, cuya ausencia impidió la proclamación del vencedor socialista, Rafael Simancas. Y despejó su camino a la presidencia. Aguirre fue cuestionada en su parlamento y obligada a dar explicaciones sobre su patrimonio y la herencia de su padre. Lloró durante su declaración, un momento Lana Turner magistral. Del caso se recuerda poco, a lo mejor solo esas lágrimas como precio a su presidencia.

El juicio posterior a los protagonistas del tamayazo consiguió excelentes índices de audiencia a Telemadrid, una cadena que Aguirre más de una vez ha sido señalada de utilizar a su antojo. "Usted me ataca con las armas del enemigo", le espetó a Germán Yanke en una célebre entrevista que escoraba en contra del criterio de la presidenta. Aguirre nunca deja claro cuál es su actitud hacia el hecho de la desaparición del periodista de la programación. Y poco ha levantado la voz para acallar esas acusaciones de manipulación.

Acostumbrados a su constante presencia mediática, Aguirre vivió junto a Mariano Rajoy un aparatoso accidente de helicóptero el primero de diciembre de 2005. Juntos acudían a una visita a Móstoles y, acompañados por el alcalde, decidieron volar en helicóptero desde la plaza de toros para inspeccionar unas obras. Fiel a su relación con las contradicciones, Aguirre formaba parte de un pasaje a todas luces inseguro. ¡Nadie había visto antes un helicóptero despegar desde una plaza de toros! Ni Aguirre ni Rajoy pensaron en ese momento que la idea podía molestar a los puristas de la fiesta nacional, viendo su sagrada arena transformada en pista de despegue de políticos.

Observando de nuevo las imágenes, Rajoy parece aún más rígido que de costumbre, percibiendo malas vibraciones, y Aguirre aprovechando un plano cenital del cámara para hacer una morisqueta. El helicóptero inicia su ascenso y aterradoramente pierde estabilidad al apenas superar los muros de la plaza. No fue impericia lo que provoco la caída, sino el exceso de peso de dos monstruos juntos. Y resultó otro de los hitos televisivos de Aguirre, porque fue la primera en salir de la cosa al coso.

Rajoy se fracturó un dedo, el alcalde sufrió contusiones, y el cámara sí se llevo un buen golpe por insistir con esas tomas tan arriesgadas. Sin dudar, Esperanza Fuencisla lanzó otro de sus titulares: "Estamos todos ilesos, excepto el dedo de Mariano, que tendrá que arreglárselo". En su casa sería más clara: "Sabía que no pasaría nada, pero no quería estar ingresada, como Mariano". Mantuvo la agenda de ese día y acudió a la celebración del día nacional de Rumanía. Al recibir allí la llamada de la Reina, consiguió soltarle a su equipo de trabajo, con las cámaras siguiéndola, su siguiente titular de la jornada: "Niñas, niñas, es la Reina".

A nadie molestó que llamara a sus colaboradores "niñas". Esperanza, una vez más, estaba volando, ya no era una carga, sino un ave fénix.

Y Aguirre continuó su particular mezcla de popularidad y liberalismo acompañado de otros ismos. Un poco de patriotismo, otro poco de catolicismo, un mucho de casticismo e incluso un poco de ilusionismo en sus cada vez más personales atuendos.

Durante una entrega de los premios Telva, acudió enfundada en un Agatha Ruiz de la Prada que jugaba con las estrellas propias de la bandera de la Comunidad de Madrid y con el look del aprendiz de brujo. El traje tenía mucha miga periodística. La palabra estrellada en castellano puede significar mucha luz pero también fracaso por colisión. Una vez más, Aguirre daba una lección de política Disney a espectadores y periodistas. El atávico miedo de los españoles hacia el ridículo desaparece como por arte de magia al encontrarse con el temperamento de Aguirre.

"Esperanza es capricornio", explica un estudioso del zodiaco. "Es decir, el signo mitad cabra y mitad pez", mientras que Rajoy es aries, un signo históricamente enfrentado a capricornio. No sabemos si los presidentes leen, el horóscopo, pero la animadversión entre ellos pronto se volvió un escenario fascinante para observar los ires y venires de Aguirre y la paciencia de Rajoy.

Dentro de un ascensor en la sede del Partido Popular, en otro viaje vertical, Aguirre acorraló a Rajoy a considerarla por encima de Gallardón en la pugna sucesoria con vistas a las elecciones de 2008. Rajoy venció el durísimo pulso consiguiendo en Valencia la nominación y el apoyo a su candidatura como presidente. Esperanza, fiel a su piel, aguantó el golpe, como aguantó el siguiente en el vestíbulo de un hotel en Bombay durante un atentado terrorista en noviembre de 2008.

Estaba allí acompañando a una delegación comercial de su Comunidad, cuando esas cosas aún podían hacerse. Durante la evacuación pudimos verla con un confuso traje de noche en plena mañana y sandalias de tacón con calcetines blancos. Las sandalias las había puesto la fiel Inés, porque había astillas, cristales y sangre en el suelo del hotel atacado. Aguirre no rehuyó a la instantánea porque sabía que denotaba el terror vivido. Y que la imagen perduraría más que las preguntas sobre por qué, cómo y cuánto costaba que estuviera allí.

Hace un año, el ser humano volvió a atravesar las lindes del político. Aguirre anunció que padecía de cáncer de mama y que se sometería a una operación. Y consiguió transformar la gravedad en una cuestión de sentido común. Transparencia y sentimiento.

Su cuenta de Twitter se vio inundada de mensajes solidarios. En el uso de esa red social, Aguirre se adelantó también a Rajoy. Cuelga fotos de su adoradísima nieta (la única persona que es capaz de sacarla de su despacho), opina de todo y no le molesta, al contrario que a Rajoy, que en la Red surjan otras cuentas que se mofen de la suya.

Volvimos a encontrarnos en la entrega de los premios Yo Dona. Aguirre acompañaba con extrema profesionalidad a la presidenta del PP catalán, Alicia Sánchez-Camacho, y magistralmente iba sumergiéndola en un mar de estrellas pop, políticos y actores. Sus brazos cubiertos de pulseritas hippies o con la bandera española. "Me dicen ecléctica", alcanzó a comentarme, siempre riendo y profesional.

"La suma de cabra y pez es mitológica, da fuerza, tanto en tierra como en agua", explicaría el experto en horóscopos. "Por eso los capricornianos son tercos y se mantienen en sus trece. Tienen la conciencia de que las cosas serán como quieren al final, sea cual sea el camino".

AFICIONADA A LA FIESTA

Solo durante la celebración del 2 de mayo ocupa la presidenta el sitio de privilegio propio de su cargo. Muchos lo achacan a su populismo, pero antes de ejercer la política, Aguirre ya tenía un abono en la delantera de Andanada del 9 en Las Ventas. Allí, en una localidad modesta, de las más altas y asequibles de la plaza de toros, aún se la puede ver compartiendo merienda con los amigos de siempre. Haya figuras o corridas duras, su presencia es segura varias veces cada San Isidro. Su tío, Ignacio Aguirre, fue la cabeza visible de una de las ganaderías más cotizadas de Salamanca, que da origen a un encaste propio. Se trata de la divisa de Atanasio Fernández. Campo Cerrado, su finca, fue el cuartel de invierno y templo de preparación de toreros con los que tuvo una férrea amistad, como el caso de Antoñete y Antonio Ordóñez. De ahí que conozca y tenga tanta cercanía con Cayetano Rivera, nieto de maestro de Ronda. ROSA JIMÉNEZ CANO

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_