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Reportaje:

Obradoiro vuelve a desquiciarse

El presidente se enzarza en una tangana con aficionados que lo increparon

14.20 horas de ayer. El Multiusos Fontes de Sar se vacía, los jugadores de Obradoiro, sin ánimo casi para juntar las manos en su habitual piña desde el centro de la pista, se pierden por el túnel hacia la caseta. Acaba de derrotarles el colista, Blancos de Rueda de Valladolid, con el que ahora empatan y son junto a Murcia el último equipo de la liga Endesa. Las gradas están desiertas porque gran parte del público abandonó su asiento antes de que sonara la bocina. Desde el palco, el presidente, Raúl López, atiende a un periodista de la cadena SER. Un grupo de aficionados, que se cuentan con los dedos de una mano, le increpan al otro lado de la barandilla: "¿Dónde está el dinero? ¿Cuándo llegan los fichajes?" Y otros gritos por el estilo. Acaba la entrevista con esas protestas de fondo y López, empresario de éxito en el sector del transporte y propietario de la firma Monbús que presta nombre al equipo, se va, desaforado, a por los hinchas críticos. Su esposa logra mediar para evitar que llegue a las manos y pronto intervienen los agentes de seguridad del pabellón para contenerlo. El presidente ha estado a punto de zarandear a un aficionado del Obra que le gritaba desde su butaca y parece fuera de sí. Medio centenar de personas, entre familiares de jugadores, periodistas y rezagados presencian atónitos la escena.

El equipo es colista, empatado con Murcia y Valladolid
Afronta un mes clave para la salvación con tres partidos en casa

El equipo ha perdido contra Valladolid y se hunde en la tabla después de un partido calamitoso que amenaza con dejar severas cicatrices en un mes trascendental para mantenerse en la categoría. Por primera vez en tres años -desde su regreso a la élite del baloncesto vía sentencia del Tribunal Supremo- la hinchada ha roto a silbar. La caldera -que cuando ruge siembra dudas en el rival más pintado, ya sea el Barça de Navarro, el Unicaja o un rejuvenecido Alicante- había ido apagándose con cada balón que Obradoiro perdía. Y fueron 21, una barbaridad, entre pasos, dobles, zonas y otros errores propios de equipo de barrio. El sector de la afición que amenazó con tomarla contra los árbitros sucumbió ante semejante desastre estadístico.

Y para colmo, Bulfoni, capitán y único superviviente de la plantilla que debutó en ACB, jugó el último cuarto lesionado tras recibir un rodillazo en el muslo. Fue el único que ayer salvó la cara con 24 puntos, el que se prestó a tirar mientras otros (caso de Ere, presunta estrella del equipo) se escondían o devolvían el balón que les quemaba en las manos.

Moncho Fernández, técnico de casa en permanente comunión con la grada, había asumido ya el pasado jueves que no tenía explicación para los males del equipo, después de que en Valencia y tras ir ganando por 15 puntos al descanso, solo fuera capaz de meter una canasta -y de chiripa un triple a la remanguillé de Deron Washinton cuando expiraba la posesión- en diez minutos para perder de forma estrepitosa. Ayer Fernández demoró el tiempo muerto hasta que la cosa no tuvo remedio. Su charla final no evitó que Obradoiro perdiera el último balón y Blancos de Rueda ampliase la ventaja a nueve puntos, un problema más tratándose de un rival directo.

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Como en 2010, el club vuelve a desquiciarse tras un inicio de temporada aceptable. Entonces, después de ganar a Madrid y Joventut, encadenó una racha de derrotas y lesiones que derivó en una guerra civil dentro de la directiva que hizo saltar todo por los aires. Los gestores de toda la vida despidieron de forma fulminante a Miguel Juane, rutilante director general que había llegado para pilotar el club en la máxima categoría. La cosa acabó en descenso.

Tras un proceso tan caótico como falto de transparencia, el verano de 2010, Raúl López abandonó la presidencia de Breogán de Lugo para hacerse con las riendas de Obradoiro. Puso el dinero junto a otro grupo de empresarios locales y patrocinadores para intentar un nuevo ascenso -esta vez desde la cancha- y mantener encendida en Santiago la mecha del baloncesto prendida al calor de una sentencia que tardó 20 años en hacer justicia. La misma que llevó al pabellón a una media de 4.000 espectadores incluso cuando tocó penar en la Liga Española de Baloncesto (LEB).

Dos años después, el Obra regresa al diván. Que se sepa, no consta director deportivo en el organigrama por más que su presidente intente hacer ver que el responsable de esa área el año pasado, Chete Pazo, quien ya le acompañó en el Breogán, sigue siendo asesor suyo. El míster asegura que todo pasa por sufrir hasta la última jornada y meter a dos rivales por debajo. Mientras un sector de la grada exige fichajes, López que porfía en comportarse como el dueño del juguete más que como líder de una estructura profesional, asegura que no hay dinero para más. Que la plantilla y los trabajadores llevan un mes sin cobrar y que espera pagarles esta semana. Ayer, tras el deplorable incidente del palco, improvisó una rueda de prensa para pedir perdón a su manera, repetir que él se juega su patrimonio y que le sería muy fácil marcharse, cosa que no hará. También reclamó que la afición, el "sexto hombre" del equipo, siga apoyando como hasta ahora. El domingo recibe a Cajasol en la primera de las tres finales en casa que disputará Obradoiro este mes.

Equipo y cuerpo técnico del Obradoiro, ayer, durante el partido contra el Valladolid en Santiago.
Equipo y cuerpo técnico del Obradoiro, ayer, durante el partido contra el Valladolid en Santiago.ÓSCAR CORRAL

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