El carrito pesa más que el sueldo
"La lección a aprender es esta: tanto monta, monta tanto, la peseta como el euro". Así comenzaba un artículo que EL PAÍS publicó hace 10 años con motivo de la llegada del euro al bolsillo de los españoles. Para que empezáramos a familiarizarnos con lo que iba a costar la vida en la moneda única, este periódico acudió a un supermercado y realizó una compra. Sin ánimo científico, llenó un carro con lo que una familia de cuatro miembros consumiría en una semana, e indicó el precio de cada uno de los productos en euros. ¿Qué ocurre 10 años después si llenamos el carro exactamente con los mismos productos? Deberemos pagar un 30% más, aunque los sueldos solo hayan crecido la mitad.
Al igual que la primera vez que se realizó la compra, tampoco en esta ocasión pretende ser un ejercicio científico. El índice de precios al consumo (IPC), del Instituto Nacional de Estadística (INE), se encarga de elaborar cifras oficiales. Recoge que el grupo de alimentos ha aumentado desde 2002 su precio 22 puntos; las bebidas no alcohólicas, 19 puntos, y los productos de cuidado personal, 18 puntos. Otra estadística, realizada por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), indica que la alimentación es un 48% más cara. Esta asociación recuerda además un dato clave: los salarios se han quedado atrás. Según el INE, entre 2002 y 2009 (últimos datos disponibles), el salario medio creció un 14%, de 19.802 a 22.511 euros brutos al año.
Una cesta básica que costaba 170 euros vale ahora 222 euros, el 30% más
No todo ha subido igual: el precio de la fruta y la verdura se mantiene estable
Lo que pueden ver en el gráfico que acompaña este texto pretende ponerse en la piel de una familia que llena su carro igual 10 años más tarde. La compra se ha realizado con la mayor rigurosidad posible: los productos son los mismos (marca y cantidad) de hace una década. El centro es de la misma cadena, Hipercor. En el caso de que algún producto haya desaparecido del mercado o al menos de esta cadena, se ha sustituido por una marca similar (solo ha sido necesario en media docena de casos). Del mismo modo, si ya no se vende en el mismo tamaño de envase, se ha tratado de calcular el precio de la cantidad que se compró originalmente.
El resultado es que el mismo tique de la compra es, una década después, un 30,4% más caro. La familia pagará por él 222,70 euros, frente a los 170,40 euros que pagó 10 años atrás. De 28.359 pesetas a 37.069 pesetas.
No todo ha subido por igual: la fruta y la verdura tienen precios muy similares a los de finales de 2001 y principios de 2002. Las naranjas y los plátanos son algo más caros, pero las peras y las zanahorias incluso son más baratas. En cuanto al resto de productos, el resultado es de lo más variado, aunque en general los precios han ido sin duda al alza: los productos de limpieza escalan (el lavavajillas cuesta un 45% más, y el detergente, un 28,6%). Las carnes valen entre un 13% y un 30% más, aunque la ternera en el día de la última compra costaba hasta un 50% más cara. Los productos de higiene han sufrido un alza más moderada (rondan el 20%), y entre los productos de alimentación envasados encontramos subidas moderadas como las de la pasta (los macarrones solo cuestan tres céntimos más una década después) y las de las latas de sardinas, un 45% más caras.
El capítulo del pescado fresco merece un análisis aparte. La pescadilla y la bacaladilla casi valen igual. Los boquerones están dentro de la media de subidas, rondando el 30%. El lenguado, sin embargo, se ha disparado: los filetes de este pescado blanco valían 8,96 euros el kilo en diciembre de 2001. Hace una semana costaban, sin embargo, 26,90 euros el kilo. La cuestión es: ¿seguiría una familia consumiendo el mismo producto 10 años después tras una subida del 200%? Quizá se habría decidido por otra variedad, como la merluza, o por pescados congelados para amortiguar la subida.
Para acercarse a las tendencias del consumo actual, probablemente si se realizara de nuevo la compra habría que añadir cosas. Por ejemplo, en diciembre de 2001 no se incluyó ningún producto congelado. Sin embargo, los platos precocinados y las materias primas congeladas han ido ganando gran importancia. Según el Ministerio de Agricultura, solo en un año (entre noviembre de 2010 y octubre de 2011), la compra de carne congelada se ha disparado un 23%. También hay productos cada vez más habituales en nuestra dieta que hace unos lustros hubieran resultado muy exóticos. Gracias a la inmigración, son ahora fáciles de comprar en las tiendas. Del mismo modo, seguramente el carro contendría varios productos de marcas blancas (según el Observatorio de Consumo del Ministerio de Agricultura, en 2010 solo el 8,4% declaraba no comprar nunca productos con marca de distribuidor). Según la misma fuente, los consumidores han aumentado su interés por las ofertas y valoran la calidad y el precio por encima de cualquier otra cosa a la hora de comprar. Porque el euro ha influido en el carro de la compra en una década, pero ha sido la crisis la que ha hecho mella en los hábitos de consumo de los últimos cuatro años.
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