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Entrevista:CAFÉ CON... MUNIRA SUBAŠIC

"Quiero que mis nietas tengan amigas serbias"

Andrea Rizzi

El destino cargó sobre los hombros de Munira Subašic el terrible peso de la que probablemente es la peor tragedia ocurrida en suelo europeo desde 1945. Pero, admirablemente, esta mujer de 63 años parece sobrevivir a las atrocidades sufridas libre de la amargura del odio y de la sed de venganza.

Subašic perdió marido, hijo menor y otros 22 familiares en el genocidio de Srebrenica, en julio de 1995, cuando tropas serbobosnias masacraron a unos 8.300 varones bosnio-musulmanes teóricamente protegidos por los cascos azules. Un año después de la masacre, Subašic preside la asociación Madres de los Enclaves de Srebrenica y Zepa. Las Madres luchan para obtener la condena de los responsables, la identificación de los restos de sus seres queridos, para educar a los huérfanos y para que la memoria de la tragedia siga viva. Pero el hilo de palabras pronunciadas por Subašic en el pabellón acristalado del madrileño café El Espejo diseña poco a poco un cuadro en el que esos objetivos parecen casi meros instrumentos de otro, quizá, más alto: la reconciliación.

La presidenta de las Madres de Srebrenica sueña con la reconciliación

"Yo tengo dos nietas. Quiero dejarles amor, no odio", dice Subašic, casi al final de la conversación, ya terminado su cappuccino. "Quiero que vivan en un país normal, en el que la gente se respete. Quiero que tengan amigas y amigos serbios. Ortodoxos. Y católicos, judíos, romaníes... Que sepan que los seres humanos se dividen tan solo en dos categorías: buenos y malos". Parece sincera.

Esta mujer bosnia mira al interlocutor de forma notablemente fija, viste de manera sencilla y lleva en la chaqueta dos broches: una flor con 11 pétalos, que representa a los 11 genocidios que los musulmanes creen haber sufrido en la historia, y un logo con una paloma, que representa a las ONG que defienden los derechos humanos. "Diseñado por un joven serbio", aclara. Subašic se halla en Madrid para recibir el Premio de Derechos Humanos otorgado a las Madres por el Consejo General de la Abogacía Española.

La nobleza de los objetivos declarados de Subašic no excluye que estos estén envueltos en una espesa capa de escepticismo. ¿Confía en la justicia internacional? "No tenemos alternativa", responde. "Pero todavía no tenemos justicia y verdad". ¿Cree que Europa aprendió la lección? "No. Tras el Holocausto, los europeos juraron 'nunca más'. Pero en 1995 ha ocurrido algo parecido, y los cascos azules no hicieron nada. Son demasiadas las circunstancias en las que Europa no respeta a sus minorías".

Cuando las Madres eran todavía una asociación poco conocida, Subašic tuvo el atrevimiento de escribir a Bill Clinton para invitarle a la inauguración del centro para la memoria ubicado en el inmueble donde estaban acuarteladas las tropas holandesas que debían proteger a los refugiados. "Recuerdo que hubo quienes se reían cuando lo propuse. ¡Pero Clinton vino!", relata con una sonrisa. Desde entonces, la presión de las Madres ha contribuido a que se hallaran e identificaran los restos de más de 6.000 de los fallecidos. "Terminada la guerra, nadie se ocupaba de nuestra tragedia. Quince años después, hemos logrado varias cosas", dice Subašic, que es testigo protegido por la justicia internacional.

¿Ha podido volver a probar la felicidad tras lo ocurrido? "Sí. He podido y querido. Pienso en mis nietas, y lo que no quiero es transmitir odio y dolor".

Los abogados españoles han premiado a Subašic.
Los abogados españoles han premiado a Subašic.CRISTÓBAL MANUEL

Café El Espejo. Madrid

- Un cappuccino: 3 euros.

- Un té con leche: 2,3.

- Tarta de manzana: 4,7.

Total: 10 euros.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).
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