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Columna
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Pons solo frente a Rato

Las razones por las que se habla bien de alguien suelen ser dos. O es una buena persona o no se ha visto ante la necesidad de adoptar decisiones que afecten a otros directamente. No conozco a Francisco Pons pero tampoco a nadie que hable mal de él. Eso sí, ignoro si se debe a uno de esos dos motivos, a ambos a la vez u a otros. Pero lo que está fuera de discusión es que, como próximo vicepresidente de Bankia, va a afrontar una de las situaciones más complejas y difíciles en las que se ha encontrado un valenciano. Enumerar tan sólo sus diferentes dimensiones superaría el espacio razonable de una colaboración. Pero hay dos que, no por obvias, merecen dejar de ser apuntadas.

El desprecio a los procedimientos: La primera es la escasa autoridad con que entra Pons en el banco teniendo en cuenta el escarnio a los procedimientos de la Generalitat Valenciana para proponerlo. Ha sido el estreno del presidente Fabra en la ya larga trayectoria de desprecio a las normas por parte del PPCV cuando en democracia no son todo, pero sí son casi todo. Que nadie sueñe, sin embargo, que por los precedentes de la etapa Camps o por el silencio del muerto viviente de Alarte, el disparate pasará desapercibido. Ni entre los inversores, a los que se les llama ahora a suscribir 1.800 millones en bonos patrióticos, ni entre los competidores políticos y económicos. Y menos en el núcleo duro de Bankia y los ejecutivos con los que tendrá que despachar si desea estar informado de qué sucede en ella.

Pons se enfrenta a un gigantesco desafío si pretende ser algo más que una figura decorativa

AVE no era nadie en este entierro, puesto que del entierro de Bancaja se trata, ni corresponde al presidente de la Generalitat proponer el vicepresidente de Bankia "para mantener el peso valenciano". Y quien lo ha apoyado, el empresario Juan Roig no ha hablado a pesar de que en democracia la transparencia es casi tan importante como los procedimientos. Siendo un gran empresario, sin duda el más destacado, y con tantos irrelevantes haciendo declaraciones día tras día, nadie sensato se hubiera extrañado de escuchar su opinión aunque algunos lo hubiéramos preferido a él en Bankia. Pero la propuesta debía de haber partido del órgano que quien tiene competencia para ello.

Porque mientras tanto ha callado, como siempre, el consejo de administración de Bancaja, convidado de piedra de todo menos de percibir dietas. Y por si fuera poco, Olivas abandona Bankia y el Banco de Valencia pero no la presidencia de Bancaja. Debe pensar, como el consejo, que no tiene nada que ver con los dos anteriores en donde ha sido obligado a dimitir.

El significado de una fusión: Más relevante todavía es el gigantesco desafío al que se enfrenta desde la soledad más absoluta si pretende ser algo más que una figura decorativa, la del peso valenciano, en Bankia. Hasta ahora la percepción transmitida entre nosotros de la fusión Caja Madrid-Bancaja ha sido una dura confirmación de lo que constatara Irwin Stelzer: cuando se trata de fusiones la esperanza se impone a la experiencia. Así, ésta fue presentada como "una puerta de nuevas oportunidades para todos", como el gran salto del poder valenciano a Madrid, como una operación en que "No perdemos nada y ganamos mucho". No invento. La primera expresión fue la utilizada por los dirigentes del PSPV en su reunión con los miembros de la asamblea para que votaran a favor. Las otras dos son de José Luís Olivas en su discurso ante esa asamblea de septiembre de 2010 que la aprobó. La fusión, explicaba, "nos convierte en la primera caja de ahorros española".

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Ni una palabra sobre qué significa en realidad una fusión al menos desde finales del siglo XIX en que tenemos buena información. Porque, al margen de su resultado, ésta es ante todo un proceso brutal en el que se enfrentan dos, o más, culturas corporativas competidoras hasta ese momento, en este caso dos grandes entidades con 14.000 y 6.000 empleados, en el cual una y sólo una puede resultar vencedora. Y por lo tanto, la otra, u otras, vencidas.

A conseguir esa victoria está dedicado desde el primer día Rodrigo Rato como lo demuestra la estructura directiva o la entrada de Acebes, Fernández Noriella y un largo etc. de personas de su confianza relacionados con la política del Estado, de Madrid o el mundo empresarial español. Ese esfuerzo tenía un reverso evidente: la derrota de Bancaja visualizada ya en la defenestración de José Luís Olivas quien abordó el proceso, porque así lo quiso él, en solitario y con un diseño a su medida. No le será fácil a Francisco Pons detener el tsunami. Y encima si lo hiciera bien aparecería como un Pepe Grillo recordando a los Pinochos valencianos el desastre que han causado porque, como en el cuento, no podrán deshacerse de él porque será la conciencia de lo que hicieron. Su conciencia que les perseguirá donde vayan. Aunque el resto de los valencianos se lo agradeceríamos.

Jordi Palafox es Catedrático de Historia e Instituciones Económicas en la Universidad de Valencia.

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