Herbert Hauptman, o la solución a un enigma imposible
Matemático, obtuvo el Nobel de Química por su aportación a la cristalografía
Hoy en día conocemos al detalle la estructura molecular de los medicamentos, desde la de la cotidiana aspirina hasta la de los modernos fármacos diseñados para combatir el sida: aquí un carbono y aquí, a tanta distancia, otro; y este oxígeno está a su izquierda girando 112º, etcétera. Así, podemos construir modelos de las moléculas como hacemos modelos a escala de barcos o de aviones. Este conocimiento nos sirve para entender cómo funcionan los fármacos y para poder mejorarlos. Esa información tan valiosa se la debemos, en gran medida, a dos científicos laureados en 1985 con el Premio Nobel, Jerome Karle y Herbert Hauptman, quienes resolvieron uno de los problemas más abstrusos de la cristalografía, el llamado problema de las fases. Hauptman falleció en Buffalo (NY, Estados Unidos) el pasado 23 de octubre a los 94 años de edad.
Sus fórmulas fueron fundamentales para el desarrollo de nuevos fármacos
Dejó su laboratorio cuando intentaron obligarle a investigar sobre armas
Herbert Hauptman nació en el Bronx neoyorquino el 14 de febrero de 1917 en un ambiente judío de clase media baja. De niño, no jugaba a béisbol por las calles, sino leía compulsivamente y se escapaba a la biblioteca pública para saciar su curiosidad. De padre impresor y madre vendedora, se licenció en el City College de Nueva York, una institución pública conocida como "el Harvard del proletariado", en la que se formaron hasta nueve premios Nobel. Tras servir durante la II Guerra Mundial en la Marina, se incorporó al Laboratorio de Investigación Naval (NRL) en Washington DC y se doctoró en Matemáticas en la Universidad de Maryland en 1954. Fue en esos años cuando realizó la contribución científica de su vida junto a un colega del NRL, compañero de clase del City, el físico-químico Jerome Karle.
En aquellos años ya se sabía que la única forma de "ver" la estructura de las moléculas es obtener un cristal, es decir un apilamiento ordenado de esas moléculas, e iluminarlo con un haz de rayos X. Cada uno de los átomos difracta la radiación y la interferencia de todas las ondas difractadas se recoge en una fotografía donde constelaciones de puntos muestran la simetría del orden cristalino. La información molecular estaba ahí, en esos puntos, de cuyo tamaño y negrura podíamos obtener la intensidad, es decir la amplitud, pero no la otra información que contiene una onda, la fase. Era como recomponer una sinfonía a partir de una partitura en la que falta la numeración de compases, por lo que es imposible sincronizar el piano con las cuerdas en las que también tenemos "desfasado" cada uno de los violines, violas y violonchelos... Solo podremos apreciar la sinfonía cuando "alineemos" temporalmente las partituras, es decir, cuando las pongamos "en fase". En cristalografía, el problema se consideraba no solo difícil, sino insoluble. Pero Hauptman y Karle lograron encontrar las ecuaciones que lo desgranaban y el método para resolverlas directamente. Así, pusieron a disposición de los químicos y bioquímicos la herramienta que les permite soñar con entender las reacciones y la vida a nivel molecular: la determinación de la estructura real de las moléculas.
Hauptman dejó el NRL cuando se vio forzado a investigar misiles guiados por láser. Como pacifista, contrario a la guerra del Vietman, abandona en 1970 los laboratorios de la Marina para asentarse hasta el final de su vida en Buffalo, en un pequeño Instituto de Investigación Médica que ahora lleva su nombre y su prestigio. Ateo convencido, se quejaba al final de su vida en una entrevista autobiográfica (publicada bajo el título On the beauty of science) del peso de la religión y la superstición en nuestra sociedad: "Creo que hay una relación directa y negativa entre las creencias religiosas, especialmente las fundamentalistas, y el analfabetismo científico del público".
Hasta hace dos años acudía diariamente a su trabajo. Su colaborador George de Titta, exdirector del Instituto Hauptman-Woodward, lo define como una persona amable y comunicativa: "Herb nunca se regodeó en el Nobel: nunca dejó de trabajar, nunca dejó de hacer preguntas". De hecho, aún recuerdo que en 1999, en la reunión de la Asociación Americana de Cristalografía en Buffalo, George me presentó a Hauptman como un experto en cristalización en geles, y aquel niño del Bronx me preguntó "Juanma, cuéntame: ¿cómo es un gel?".
Juan Manuel García Ruiz es investigador del CSIC y director del Máster sobre Cristalografía y Cristalización del CSIC y la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.
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