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Reportaje:

Enrique Ginés, el hombre 'Discomoder'

Durante medio siglo ha sido la banda sonora para muchos valencianos. El próximo 1 de octubre baja el telón del programa con una gran fiesta musical.

Enrique Ginés (Castellar, 1938) lleva medio siglo a cuestas con su programa Discomoder y unos cuantos más delante de un micrófono radiofónico. Un programa que debutaba cuando locutores como Raúl Matas, Ángel Álvarez, Joaquín Soler Serrano o el propio Enrique Ginés anunciaban los sonidos insurgentes del rock and roll en las ondas españolas en un país habituado a escuchar por el deslunado las canciones de la copla. "El primer disco", recuerda Enrique Ginés, "que puse en Discomoder fue Despertando con rock". Un título sin duda epifánico para la revolución musical que vendría después al grito yeah, yeah, yeah y los Beatles como banderín de enganche de los nuevos tiempos que profetizaba Bob Dylan.

"Se ha instalado un todo vale que da una radio grosera y maleducada"
"Bruno Lomas murió tarde para convertirse en un mito"
Ginés fue uno de los pioneros en dar voz a un muchacho de Xàtiva, Raimon
"Regalar un disco tenía valor, ahora tiene el mismo que regalar un 'kleenex"

Enrique Ginés hace su aprendizaje en la radio parroquial de Castellar cuando los locutores ponían atención, entre otras cosas, a que no se le escapara una delatora respiración delante del micrófono. Medio siglo después sigue observando esta y otras reglas en un paisaje radiofónico donde parece que importa más el ruido y la furia que la reflexión y el análisis. "Se ha instalado", comenta Ginés, "un todo vale en aras de la libertad de expresión que ha dado como resultado una radio grosera y maleducada. Creo que se está respetando muy poco a la audiencia".

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Por Discomoder pasarían unos primerizos Milos donde despuntaría un rocker de mirada felina, Bruno Lomas, capaz de poner de pie a todo un portaviones como el Forrestal a su paso por el puerto de Valencia o un Nino Bravo dando sus primeros pasos. "Nino Bravo", señala Ginés, "murió demasiado pronto para ser un mito, pero Bruno Lomas murió demasiado tarde para convertirse en mito. Si en vez de morir en 1990, hubiera desaparecido en 1967, tendríamos un mito de la categoría de Elvis Presley".

Ginés apenas caminaba cuando a su padre fue fusilado en el periodo de represión que siguió al triunfo del ejército franquista al finalizar la Guerra Civil. Era el año 1940 y el miedo es el aroma que se respira en las calles y las casas. "Nosotros éramos los rojos", dice Enrique Ginés, "y como en tantas familias, en la mía se levantó un muro de silencio, de miedo y prohibición absoluta de hablar de todo lo que estuviera relacionado con la política". Aún así, recuerda acompañar a su madre a casa de algún vecino también poco afecto a la causa franquista. "Se reunían", dice Ginés, "en la cocina, donde nadie los pudiera oír y allí veías a mujeres de negro, viudas que habían perdido sus maridos, alrededor de la radio escuchando la Pirenaica que anunciaba con demasiado optimismo que la tortilla estaba a punto de girarse".

Enrique Ginés vivirá el fenómeno radiofónico de los primeros clubes de fans que inundan la emisora con sus votos, entre dinámicas -las seguidoras del Dúo Dinámico- y las milongas o el brazo armado del club Los Milos. Muchas de aquellas voluntariosas fans son hoy abuelas con nietos que siguen escuchando el programa. Es el momento de una ciudad que perforaba un túnel entre las Grandes Vías como proyecto de modernidad y los cafés se transformaban en cafeterías snack-bars como nuevos miradores urbanos. Ginés será uno de los pioneros en dar voz a un muchacho de Xàtiva, de nombre artístico Raimon que proclama al viento su grito existencial y pone acento rural en las ondas. "Tenías que llevar a la delegación de Información y Turismo la lista de las canciones que iban a sonar al día siguiente en el programa y las canciones de Raimon siempre acababan tachadas con un lápiz rojo, excepto Al vent". De aquellos tiempos quedará forjada una relación y la memoria como arma de amistad. Enrique Ginés estará detrás de discos fundamentales en la obra raimoniana como A Víctor Jara o el álbum en directo desde el Pabellón de Deportes de Madrid, uno de los discos más vendidos en los años de la Transición.

El próximo 1 de octubre, en el Palau de la Música tendrá lugar la última fiesta de Discomoder. "El primer festival Discomoder", dice Ginés, "se celebró en la plaza de Toros de Valencia cuando el programa cumplió los 1.000 días y, entre otros, recuerdo que actuaron Los Bravos, Gelu, Karina, Los Sirex, Los Huracanes, Els 5 Xics y el Dúo Dinámico". Precisamente el Dúo Dinámico será uno de los invitados de la fiesta aniversario junto con nombres como Paloma San Basilio, Serrat, Pep El Botifarra, Sergio Dalma o Dyango. Como momento especial, Serrat y el Dúo Dinámico interpretarán a medias el famoso La la la eurotelevisivo en catalán y en castellano. Una ocasión que sin duda no se volverá a repetir. "El éxito de un festival de estas características", dice Enrique Gines, "está en ese tejido de amistad y complicidades que a lo largo de todos estos años se ha forjado entre el programa y los artistas, ahí está la clave".

Dentro del programa de festejos de estos 50 años de Discomoder publica Lo que jamás conté -"el título", dice Ginés, "se lo debo a Ramón Arcusa"- un libro de historias y anécdotas radiofónicas de las que ha sido testimonio. "Recuerdo a un comentarista deportivo de la Cope que mientras retransmitía un partido del Valencia desde Salamanca una señorita le realizaba sexo oral en la cabina". Historias de la cara B de la radio. "En una ocasión", cuenta Ginés, "una chica de Paiporta estando en el locutorio comenzó a realizar un improvisado streap-tease hasta quedarse completamente desnuda. Al otro lado del cristal un jefe de la radio que además era sacerdote no daba cabida a lo que veían sus ojos".

Por sus manos han pasado desde aquellos discos de pizarra hasta los nuevos y sofisticados medios de reproducción. En un horizonte no lejano divisa la desaparición del disco como objeto material. "En otros tiempos, cuando llegaba un aniversario, las fiestas navideñas, regalar un disco tenía un valor, como se regalaba a una señora un pañuelo o un perfume, ahora tiene el mismo valor que un kleenex". Cree que "las casas de discos han pagado un cierto pecado de soberbia y despilfarro" y que hoy como ayer, el mundo de la música sigue siendo afortunadamente una caja de sorpresas. "Fenómenos como Camela, que te gustarán más o menos, se producen de golpe, fuera de modas y operaciones de marketing gracias a un señor empeñado en vender los casetes del grupo por las gasolineras".

SCIAMMARELLA

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