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La reforma de la Constitución

El PSOE se justifica: no había otra opción

- Los nacionalistas se indignan y CiU habla de "ruptura del proceso constituyente" - Alonso: "Las tensiones llegan a un límite que pone en riesgo las políticas sociales"

Carlos E. Cué

Casi nada es ya normal en el Congreso. En teoría, quedan aún tres meses para las elecciones, el PSOE sigue en el Gobierno y el PP en la oposición. Pero un observador que hubiera asistido sin esas referencias al debate ayer sobre la toma en consideración de la segunda reforma constitucional en 33 años, la primera de calado, tal vez no habría llegado a esa conclusión.

Soraya Sáenz de Santamaría, portavoz del PP, tan eufórica como todo su grupo con esta inesperada baza electoral, preparó un discurso de partido de Gobierno, con algunos guiños a CiU. José Antonio Alonso, portavoz del PSOE, defendió la reforma frente a las críticas de la izquierda casi como si el PP ya estuviera al frente del Ejecutivo. "Establecer esta regla en la Constitución no supone reducir el gasto social. Eso dependerá de la evolución de la economía y de las decisiones de quien gobierne. Nosotros hemos mantenido el gasto social", llegó a decir, prácticamente avanzando la línea de oposición al PP.

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Mientras, los minoritarios sacaron toda su artillería contra la reforma, contra los mercados, contra el PSOE y contra el PP, cuya llegada al Gobierno ya se da por descontada en la Cámara. Los nacionalistas lanzaron discursos muy duros, especialmente Josep Antoni Duran (CiU), preparando tal vez lo que se presume como una compleja batalla contra el PP por lo que ellos definen como "ansias recentralizadoras".

En algún momento del debate, por el tono y el contenido, parecía más bien que el Congreso había vuelto al 2000, con la mayoría absoluta de José María Aznar. Es algo, esa victoria aplastante del PP, que muchos diputados en los pasillos, de todas las bancadas, ven muy probable. La incógnita es qué hará Rajoy con esa mayoría absoluta, si finalmente la consigue.

La situación política es tan extraña, con una especie de sensación generalizada de que todo el pescado está ya vendido mucho antes de las elecciones, que algunos diputados, especialmente de la izquierda, se desgañitaban intentando que la sesión no fuera lo que realmente fue: un trámite. Consumado en un pleno extraordinario de agosto que fue bastante rápido, que no contó con los primeros espadas en la tribuna -ni Zapatero, ni Rajoy, ni Rubalcaba- y que se resolvió con una votación sin sorpresas en la que solo un diputado, Antonio Gutiérrez, en la bancada del PSOE, rompió finalmente la disciplina y votó en contra.

El Grupo Socialista, con llamadas expresas de Gaspar Llamazares (IU) y Rosa Díez (UPyD) para que votaran en conciencia y se rebelaran, funcionó como un bloque, después del trabajo de su dirección y del propio Rubalcaba, que se esforzó hasta la madrugada del lunes por convencer uno a uno a los críticos. La votación fue, pues, muy tranquila: 318 a favor, 16 en contra y 2 abstenciones. Solo UPN se sumó al PSOE y al PP a favor de la admisión a trámite. Zapatero, en pasillos, destacó el "enorme sentido de la responsabilidad" del PSOE.

Incluso la manifestación organizada por el 15-M cerca del Congreso, en la plaza de Neptuno, pareció de trámite, con un centenar de personas.

La reforma recibió varapalos dialécticos durísimos de todos los partidos. Pero especialmente simbólicos fueron los de Duran y Llamazares que, según recordaron, pertenecen a dos fuerzas que estuvieron en el pacto constitucional, al contrario que el PNV, ERC o el BNG. Duran, muy molesto con la bancada popular, llegó a decirles: "Si fuese por algunos diputados, ni siquiera existiría la Constitución", en referencia al rechazo de parte de AP, madre del PP. Dijo que la reforma es para CiU "una ruptura del proceso constituyente" y, en un gesto inédito en este grupo, en vez de abstenerse, no votó, leyó el periódico mientras se producía la votación y ningún diputado suyo apretó el botón. Llamazares y otros diputados de la izquierda trataron de presionar a los socialistas, les acusaron de estar hundiendo definitivamente a la izquierda, pero fue inútil.

Y a pesar de todo, el debate fue muy clarificador. Alonso, el portavoz del PSOE, no ocultó en ningún momento el motivo por el que se hace la reforma: la presión de los mercados. El diputado socialista, que se esforzó especialmente en contestar a IU, rival electoral del PSOE, insistió una y otra vez en que si el Gobierno ha tomado esta decisión es precisamente para evitar que esa presión obligue a hacer más recortes. Su mensaje era claro: no había otra opción. Alonso explicó que esto ya lo hizo Alemania, y en breve lo harán Francia e Italia, para evitar las presiones de los mercados, que fueron muy intensas en agosto y podrían volver en otoño. "No hay peor sordo que el que no quiere oír, señor Llamazares, le digo que las tensiones en los mercados han llegado a un límite que pone en riesgo las políticas sociales. Esta es la realidad".

Mientras, Sáenz de Santamaría trató de sacarle todo el jugo a la decisión de Zapatero de acercarse a las posiciones que había defendido el PP. Y presentó a su partido, que hasta ahora había rechazado todas las medidas impopulares planteadas por el Gobierno, como una fuerza con sentido de Estado. "Esta reforma devuelve a España un papel de liderazgo, es una contribución a la estabilidad del euro. En tiempo de grandes debates, España responde con un gran acuerdo muy bien recibido por la opinión publica". Lo cierto es que en el electorado del PP esta reforma no supone ningún problema. Es en la izquierda donde llegan las críticas y la petición de un referéndum, que ya ha recogido 100.000 firmas en internet. Ni Alonso ni Sáenz de Santamaría hicieron ninguna mención a este asunto, y eso que varios diputados de los minoritarios les exigieron que explicaran por qué se niegan a ese referéndum.

Nada parece indicar que la izquierda pueda llegar a los 35 diputados necesarios para pedir un referéndum. Por eso, ERC promovió un boicot a la reforma. Otro gesto, pero la decisión está tomada, y en 15 días, ejecutada. El viernes, el siguiente trámite: otra votación en el Congreso.

Rubalcaba y Zapatero, durante el pleno del Congreso.
Rubalcaba y Zapatero, durante el pleno del Congreso.GORKA LEJARCEGI

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