El hurto cerca Barcelona
Más de 200 multirreincidentes actúan en las calles y el metro de la ciudad - Políticos, policías, jueces y fiscales reclaman un registro de faltas
-¿Cuánto consigues al día?
-¿100 euros?
-Más -sonríe, desdentado.
-¿300?
-Sí, algo así -concede.
Valentín Ionista, de 38 años, se ha visto sorprendido por los Mossos d'Esquadra en un banco junto a la estación de metro de Paral·lel. Es uno de los puntos calientes de los carteristas. Y él es uno de ellos. Recorre a diario el suburbano en busca de víctimas. Es como su casa. La policía le ha detenido multitud de ocasiones. Esta vez es un miércoles a las cuatro de la tarde. Los agentes le conocen, le llaman por su nombre de pila.
Personas como él, hurtadores multirreincidentes que viven del robo de carteras, llevan de cabeza a la ciudad. Los Mossos los detienen una y otra vez, pero siguen actuando. Los turistas son sus víctimas predilectas. Incluso algunos salvadores anónimos se dedican a recorrer el metro avisando a la gente. A lo que se suman las alertas constantes de los conductores del suburbano: "Tengan cuidado, acaban de entrar carteristas en el vagón".
Un comisario pide el uso intensivo de nuevas tecnologías en los juzgados
Los Mossos calculan que entre 200 y 250 ladrones reincidentes actúan en el metro y en las zonas turísticas de la ciudad, según explica el inspector Ramon Grasa. Algunos acumulan entre 20 y 30 detenciones. Otros pueden haber pasado por las manos de la policía hasta 150 veces en un año. Pagan una multa y vuelven a la calle.
"Trabajo solo", repite cabizbajo Ionista, con las manos en los bolsillos de sus bermudas tejanas. Nadie le ha preguntado por eso, pero él insiste. La última reforma del Código Penal, aprobada en diciembre, abre la puerta a aplicar a los hurtadores que actúan en comandita el tipo de grupo criminal, que lleva aparejada pena de cárcel. Y los ladrones, como Ionista, se conocen la ley al dedillo. El hurto sin más (sustraer bienes valorados en menos de 400 euros, sin violencia, intimidación ni amenaza) es una falta, que se salda con una sanción administrativa. Y de eso se valen para seguir.
"La multirreincidencia es un problema no resuelto", afirma el comisario Joan Miquel Capell, responsable de la Comisaría General Territorial de Cataluña. El Departamento de Interior se ha volcado en la lucha contra los carteristas. "Se está haciendo todo lo que se puede, con las herramientas existentes", defiende Capell. El año pasado, la policía realizó 28.467 identificaciones, 687 detenciones y 1.687 denuncias. Unas cifras similares a las de años anteriores. Las diligencias de los juzgados de instrucción de Barcelona aumentaron un 28,5% en 2010 (10.033) respecto al año anterior (7.802) y un 56% comparado con 2008 (6.406), según la memoria del decanato. "El problema fundamental sigue siendo que los juzgados no están interconectados", se queja el presidente de la Audiencia Provincial de Girona, Fernando Lacaba. Cuando un ladrón suma tres condenas por hurto en un mismo año es un delito. Pero para eso tiene que existir un registro unificado donde consten esos datos. El Registro Central de Penados y Rebeldes solo recoge las condenas por delito, no por faltas. Los implicados en la lucha contra este tipo de ladrones -jueces, fiscales, políticos y policías- piden la creación del prometido registro de faltas, que no llega."Dudo que pase de ser un gesto de buenas intenciones", pronostica el magistrado Lacaba. Es escéptico con la creación del registro de faltas, sobre todo por "el contexto de crisis en el que estamos". La fiscal superior de Cataluña, Teresa Compte, anunció en una entrevista a Europa Press que el registro podría estar listo a finales de año. Antes que ella, el ministro de Justicia, Antonio Caamaño, se comprometió en mayo del año pasado a tener lista la base de datos sobre las faltas que acumulan los ladrones de la ciudad de Barcelona este verano.
En cualquier caso, el registro no existe. Y eso ayuda en la práctica a que personas como Cristian Alexandru, de 21 años, roben con cierta tranquilidad en el metro de Barcelona. Los Mossos le retienen en la oficina de atención ciudadana de la plaza de Catalunya porque la justicia le busca por no pagar una sanción administrativa. Alexandru dice que empezó a robar con ocho años, cuando murió su madre. "Para poder comer", se justifica. Lleva nueve meses en España, donde aterrizó después de salir de la cárcel en Rumanía. "Por robar un coche", cuenta. Primero cayó en Madrid y después se mudó a Barcelona, donde con sus habilidosas manos roba a turistas desprevenidos. "Así", dice, enseñando con los dedos la pinza que hace a sus víctimas.
"Como roban a turistas, luego la víctima se vuelve a su país y no se presenta a los juicios", se queja el comisario Capell. "Las herramientas son mejorables. Hay que adaptar el proceso penal al siglo XXI", defiende, y pone ejemplos básicos, como las declaraciones por videoconferencia, algo que se aplica poco. Capell pide una lucha coral, donde, además de policía, jueces y fiscales, participen también los ciudadanos, los operadores turísticos, las compañías de autobuses... E insiste en el verbo "desincentivar" a los ladrones. "La multa no es desincentivadora; la pena privativa de libertad, sí".
"Sería más efectiva la desaparición de la diferencia que hay entre el hurto y el robo. En lugar de poner el interés en el valor robado, habría que ponerlo en el hecho de que alguien se apropie de lo ajeno", defiende el magistrado Lacaba, algo en lo que coincide el comisario Capell. Sin embargo, Lacaba es contrario a las penas de prisión para los carteristas. "Una opción podrían ser las medidas alternativas, como el trabajo en beneficio de la comunidad. Si no se cumple, entonces que el ladrón sepa que se puede enfrentar a un periodo mínimo de prisión", defiende. "Solo hay que darse una vuelta por diversos ordenamientos jurídicos, que incluyen otro tipo de penas, como labores en beneficio de la comunidad, cursos formativos, capacitación laboral, la obligación de estar localizables en determinadas circunstancias... Solo al final aparece la pena de prisión", se suma el catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Málaga, José Luis Díez Ripollés.
En una tarde, los Mossos d'Esquadra que trabajan en el metro detienen a seis personas y pillan en flagrante a una séptima. La presión policial empieza a surtir efecto. Pero los Mossos dudan que los carteristas desaparezcan del metro. "¿Has visto a esos?", advierte un agente ante la llegada de un grupo de carteristas rubios a los que varios policías han detectado en el metro. "Son del Este y parecen turistas. A ellos es casi imposible reconocerlos".
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