Yo también estoy indignado
Leo con asombro la indignación de un conciudadano molesto porque no se apliquen las leyes y se permita a los indignados reunirse o manifestarse, derechos ambos recogidos en nuestro ordenamiento jurídico. Es cierto que esto puede causar molestias a algunos, pues en muchos casos la inmediatez de las acciones -como evitar desahucios- impide comunicar adecuadamente a las autoridades, pero a nadie le indignó cuando las concentraciones eran por la victoria de España en el Mundial.
Pero yo también estoy indignado. Estoy indignado por el egoísmo de la sociedad, por nuestros gobernantes sordos, porque haya gente sin casa y sin comida, porque se gasten millones en la visita de un jefe de Estado en vez de gastarlos en intentar paliar la hambruna en Somalia, porque se supedite la economía al medio ambiente, y por mucho más.
Recomiendo, eso sí, a este conciudadano y cualquier otro que se acerque a una de las muchas asambleas que se celebran por toda España, como yo he hecho, y que exponga sus quejas. Y aunque muchas veces no se llegue a consenso, su voz será escuchada. Hay más cosas que nos unen que nos separan, pues yo también pienso: ¿dónde están nuestros gobernantes cuando los necesitamos?