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Reportaje:

Caballos y danza japonesa

Bartabas se acerca a la danza japonesa en el festival Grec

Es Bartabas, las patillas más famosas de la caballería francesa después del mariscal Murat. Se está comiendo una zanahoria, el resto de la que le ha dado a su viejo y bonito caballo portugués Horizonte. Llega a Barcelona, al festival Grec (Teatre Lliure de Montjuïc, desde mañana hasta el domingo) con su último espectáculo, El centauro y el animal, que interpretan él, cuatro de sus caballos y el bailarín de butoh Ko Murobushi (el año pasado, en el que también actuó en el festival, Muroboshi hizo la machada de llenar con su actuación el 11 de julio a la misma hora que España ganaba el mundial de fútbol: ¡toma butoh!).

Bartabas abandona por una vez su épico teatro ecuestre para entrar en el espíritu del mundo del butoh -la danza de las tinieblas-, su oscura lentitud expresionista y su plasticidad dolorosa. Aunque él insiste en que en El centauro y el animal, "ceremonial del claroscuro", los dos mundos, el de Murobushi, que actúa sobre el proscenio blanco, y el suyo y de sus caballos, sobre el escenario cubierto de arena de caucho negra, van cada uno por su lado y no se fusionan.

La pieza se inicia con el progreso enervantemente infinitesimal del maestro de butoh y a los 10 minutos entran los caballos en una aparición mágica, con Bartabas atraviado con ropajes sobrecogedores que le dan una apariencia de jinete del Apocalipsis o personaje de Juego de tronos. El caballista muestra su inmenso talento haciendo evolucionar a sus animales en coreografías de una habilidad y belleza asombrosas, algunas minimalistas que juegan solo con la respiración de las hermosas criaturas. Él mismo realiza movimientos parecidos a los del butoh, que imitan sus sabios caballos desnudos, sin bridas ni arneses. "Mi trabajo está inspirado en el butoh, pero no es butoh a caballo, sería ridículo", advierte.

De fondo, fragmentos de Los cantos de Maldoror, de Lautréamont, recitados en catalán por Mario Gas. Un texto que Bartabas -que lo ha descubierto para la ocasión: "Mi cultura está llena de agujeros", se excusa- considera que es "una revelación", justo lo que buscaba para expresar la animalidad, corazón de su pieza. Para su sorpresa, resultó que Murobushi había leído los cantos del falso conde uruguayo y Lautréamont era una de las referencias habituales de Hijikata, el fundador del butoh y maestro del bailarín japonés.

Bartabas dice cosas muy bonitas y evocadoras en relación con su espectáculo: que el caballo montado ya no es un caballo, pero tampoco es humano; que los caballos le han enseñado todo en la vida (él es el hombre que escucha a los caballos), y que el caballo es la más noble conquista del hombre, y al revés.

MARCEL-LÍ SÀENZ
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