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Abuelos, 'apparatchiks', 'burn out' y 'revival'

Es obvio que todo está inventado, pero en las próximas elecciones generales españolas -si el mundo no se acaba antes, ¡cuidado!- veremos una novedad total para la democracia española: competirán al puesto de presidente del Gobierno dos políticos experimentados, Rajoy y Rubalcaba. ¡Rayos y truenos! ¿Los abuelos sucediendo a los nietos, como dice la última muletilla política madrileña, cuya autoría se atribuye, malévolamente sin duda, a la ministra Chacón?

Para colmo, aquí mismo, en Barcelona, un veterano de la política, Xavier Trias, será el alcalde de mayor edad en la democracia barcelonesa. Y es obvio que nuestro recién estrenado honorable Artur Mas, presidente nacionalista business friendly, no es precisamente una novedad. ¿Se han quedado los catalanes y los españoles sin imaginación? Si a esta vuelta a lo clásico, por llamarlo de alguna forma, añadimos a los jóvenes del Movimiento 15-M,que en toda España, aunque no lo intenten, recuerdan a los indignados de 1968 y a los hippies de 1965 porque protestan por lo mismo que ya entonces denunciaron Marcuse y compañía (un sistema enfermo de codicia y delirio económico), estamos ante un déjà vu en toda línea. ¿Es posible?

La historia social muestra como ciertas élites tienden a transformarse en aristocracias adictas a los privilegios

Añadamos el toque añejo y ultramoderno a la vez del subidón catalán de una extrema derecha localista (ahora legitimada por el voto, ciertamente) no lejana a los actuales partidos símbolo de una Europa antieuropea, ultranacionalista, como la que llevó a las dos guerras mundiales, para concluir que estos revivals socioelectorales retratan un panorama sugerente por sus suculentos precedentes. ¿Es posible que la historia se repita tanto? No sería la primera vez.

Acostumbrados como estábamos los españoles a la permanente novedad, al avance imparable de las nuevas generaciones, las nuevas tecnologías, los innovadores, los emprendedores, los rápidos, los ultramodernos, los vanguardistas, los imparables, lo último de lo último, hay que reconocer que este frenazo o es claro fruto de la crisis universal, global, la crisis más crisis de todas las crisis, o bien es una novedad de padre y muy señor mío. Todo es posible: desde un viaje en el tiempo hasta el nacimiento de Frankenstein bis.

¿No estamos viendo como el caso Strauss-Khan es la culminación simbólica del delirio fálico -la expresión es del sociólogo Pierre Bourdieu- de las multifusiones empresariales, del maxibeneficio financiero y del poder total, global y único? ¿No es este caso algo que podía preverse -como la supercrisis- desde hace mucho tiempo?

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¿No estaba cantado que finalmente la Organización Mundial de la Salud acabaría vinculando las ondas electromagnéticas de los teléfonos móviles al riesgo de cáncer? ¿No resulta verosímil que este asunto y otros acaben olvidados aunque no sean desmentidos? ¿No es acaso cierto que aquí hemos vivido por encima de nuestras posibilidades? ¿Y quién lo hubiera dicho hace 25 años?

¡Ah, la ilusión! Debía de ser en mayo de 2004; yo estaba comiendo sola en el comedor de un hotel de Sitges mientras los camareros preparaban, a mi lado, una mesa esplendorosa para unas 10 personas, "los marqueses", dijeron los camareros. Cuando, al fin, llegaron los marqueses pude comprobar -sus palabras eran altas, desenvueltas, autosatisfechas- que se trataba de algunos concejales (ignoro los partidos) del Ayuntamiento. Ejemplar: esa ha sido la nueva aristocracia de este país, ¿la misma que las urnas han defenestrado? No es, en absoluto, seguro. La historia social muestra como ciertas élites, poco democráticas, tienden a transformarse en aristocracias adictas a los privilegios.

Lo que sí parece plenamente comprobado es que las urnas han quemado una generación completa de apparatchiks de izquierda: gentes crecidas al amparo del partido cuya única profesión ha sido la política. El presidente Zapatero y el expresidente Montilla son buenos ejemplos de este burn out, hay muchos más. El apparatchik es un burócrata del poder, de cualquier color político. En Cataluña, hubo un tiempo, pura nostalgia, en que nos ufanábamos de no tener burócratas ni aristócratas catalanes: si hoy los jóvenes lo saben es porque se lo han contado sus abuelos.

Margarita Rivière es escritora.

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