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Reportaje:

Vivir en un faro

La farera Mercedes Aranzeta tiene su casa en la torre que domina la entrada a la ría de Ferrol - "Es como estar siempre en el puente de un barco", explica

La casa de Mercedes es un pequeño faro con unas vistas incomparables. La ventana de la cocina mira al Atlántico sin más obstáculos que el horizonte. Desde el baño otea las rías de Ferrol y Betanzos y la terraza mira de frente a la Torre de Hércules. A su alrededor no hay calles ni vecinos, solo gaviotas y el mar azotándolo todo. Su apartamento también es su oficina y en el salón está el cuarto de máquinas. No tiene que llevarse el trabajo a casa porque ya vive dentro.

Encastrado sobre una roca en la bocana de la ría ferrolana, el faro de Prioriño Chico tiene 157 años de historia y una inquilina de 53. Mercedes Aranzeta es una de las pocas fareras que quedan en Galicia pero no es la única. "Es como vivir siempre en el puente de un barco", resume. Farera por oposición desde 1983, se confiesa platónicamente enamorada del mar y planea jubilarse dentro de uno. De su trabajo dependen los faros de Frouxeira, Prior y Prioriño Chico, en Ferrol, 11 boyas y 27 luces de señalización marítima entre Pontedeume y Valdoviño.

Otras dos mujeres habitan las grandes linternas de cabo Vilán y San Cibrao

Empezó su carrera como funcionaria del Estado adscrita a un cuerpo especial de señales marítimas ya extinto que dependía del antiguo Ministerio de Fomento. "Éramos unos 300 pero la mitad renunciaron en los noventa y los fareros que quedamos ya estamos talluditos", dice.

Mercedes vive con su pareja y dos galgos árabes que llamó Alga y Ola. Adorna las paredes y estanterías de su casa con conchas, fósiles y otras reliquias oceánicas. "Por aquí todo es muy marítimo", bromea. No tiene hijos pero explica que muchos de sus compañeros viven en los faros con sus familias. Cuenta que al menos otras dos compañeras, Cristina y Helena, habitan los faros del cabo Vilán (A Coruña) y San Cibrao (Lugo).

En Galicia se cuentan 23 de los 187 faros que salpican el litoral español pero muy pocos están habitados. Cinco fareros, dos de ellos mujeres, se reparten nueve torres entre Ferrol y Ribadeo (Isla Pancha, San Cibrao, Bares, Roncadoiro, Ortegal, Candelaria, Frouxeira, Prior y Prioriño). La costa septentrional es el tramo gallego que más faros acumula por delante de A Coruña (7), Vigo y Vilagarcía (con 3 cada uno) y Marín (1).

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Madrileña de ascendencia vasca, Mercedes aterrizó hace tres años en el cabo ferrolano después de peregrinar por Ribadeo, Estaca de Bares y otros destinos en las orillas de Asturias y Euskadi. Explica que todos los sistemas están monitorizados por ordenador y conectados al centro de control de la Autoridad Portuaria de Ferrol-San Cibrao. Aunque las grandes linternas de los faros están automatizadas, sus sofisticadas ópticas exigen un mantenimiento muy puntilloso.

Aranzeta explica que sus tareas se triplican cuando hay temporal o tormenta porque los sistemas eléctricos se descuadran y hay que revisarlos uno a uno para asegurar que su luz intermitente guíe siempre el paso de los barcos. Dice Mercedes que está tan acostumbrada al zumbar del viento y las olas que ya pocas veces se asusta de la violencia del mar aunque el huracán Klaus se llevó por delante parte de su tejado en 2009.

Su casa, en Prioriño Chico, se eleva 36 metros sobre el mar y sus señales lumínicas se distinguen a 23 millas náuticas (42 kilómetros). Cuando llegó Mercedes, en 2008, hacía casi un siglo que nadie vivía en su interior.

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