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Columna
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La justicia es de otro mundo

No es justo que los miembros del Tribunal Constitucional te tengan esperando hasta las doce y media de la madrugada para escribir un artículo de urgencia. Pero hay que ser comprensivo con ellos porque si nosotros, colgados de la radio o de Internet, nos sentíamos exhaustos, lo suyo era peor: estaban aterrorizados, les miraba todo el mundo, su disciplina, el Derecho, nada tenía que ver en el asunto y, dijeran lo que dijeran, al final la iban a armar.

No, no es justo que esas sabias personas se sintieran azoradas, temerosas, víctimas del miedo escénico del que habló el catedrático Valdano. Los miembros del TC se preguntaban cómo se habían metido en tal enredo o cómo era posible que la justicia acabara encharcada en el fango de la política. Hay que suponer que quedan jueces y miembros del TC con la mínima decencia como para deplorar que, en vez de conceptuarlos como buenos o malos juristas, la gente los llame "conservadores" o "progresistas". Y es una suposición porque a ellos, asombrosamente, no parece que les molesta mucho.

En una verdadera democracia, lo importante son los jueces y las leyes. En una democracia manipulada, intervenida e intervencionista, lo importante son los políticos y los impuestos. No hay que preguntarse qué tipo de democracia es la nuestra, porque en eso se parece a casi todas. Claro que también sabemos marcar la diferencia: en el teatrillo montado el jueves por la noche no había argumentos jurídicos. Todo era cinematográfico, histriónico: decisiones fuera de plazo, periodistas de guardia, multitudes haciendo pía vigilia... Los jueces hicieron de políticos, lo cual es en sí mismo un fracaso. Queda el consuelo de que adoptaron una decisión políticamente prudente e históricamente responsable. Y si esto sirve además para que los socialistas vascos sientan alivio (además de recurrir al soniquete "el Estado de derecho funciona") y para que la izquierda abertzale, derrotada ante la historia, se imagine que esto ha sido "una victoria del pueblo vasco", pues todos contentos. También existe en política el efecto placebo.

Hace tiempo que los políticos decidieron transformar el Poder Judicial en una instancia sujeta a la contienda partidista y liquidar su independencia. El objetivo está conseguido y ya no hay vuelta atrás. Tras conocer la sentencia, y llevado por el escozor de la derrota, Antonio Basagoiti desveló, sin pretenderlo, el verdadero fondo de este asunto. Ante la sentencia favorable a Bildu, criticó a los seis magistrados responsables y "a quien les manda". Pues una de dos, o estaba acusando de prevaricación a miembros del TC, por lo que merecería ahora mismo una catarata de demandas penales por calumnias, o a lo mejor tenía razón. Y si tenía razón, si "alguien" mandaba sobre seis jueces, el problema era que él, en cambio, sólo mandaba sobre cinco. Mala suerte, chico. Y la justicia es cosa de otro mundo.

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