Susannah York, la actriz que quiso ser más que bella

Dentro de La Rosa Británica, como durante muchas décadas definieron los críticos su físico delicado, se escondía un volcán, un carácter fuerte que defendía en público sus opiniones políticas, y sobre todo una estajanovista del trabajo y amante de su profesión. Incluso cuando le diagnosticaron el cáncer a finales de 2010, Susannah York rehusó el tratamiento de quimioterapia para completar una gira teatral. El pasado sábado, 15 de enero, esa enfermedad acabó con la vida de una intérprete reverenciada en su país, que fue dos veces candidata al Oscar como mejor actriz secundaria por Tom Jones y por Danzad, danzad, malditos.

Susannah Yolande Fletcher nació en Chelsea, Londres en enero de 1939. Tanto su padre como su madre procedían de familias ricas y conocidas. Cuando sus padres se divorciaron en 1943, su madre se casó con un hombre de negocios escocés y por eso la actriz se crió en la remota Troon. Los estudios dramáticos los empezó en Glasgow y, con el nuevo divorcio de su madre por el que volvieron a la capital británica, los finalizó en Londres. Aunque sus inicios y su pasión estaban en el teatro, en 1959 ya actuó en una versión televisiva de Las brujas de Salem, de Arthur Miller, junto a Sean Connery, y al año siguiente debutó en el cine en Extraña misión y como hija de Alec Guinness en Whisky y gloria. Rápidamente pasó al estrellato demostrando que bajo su belleza había talento: en 1962 encarnó a una paciente psicótica en Freud y un año después ya fue candidata a los Oscar por su trabajo en Tom Jones.

Perteneció a la generación de Vanesa Redgrave y Glenda Jackson

Actuó en teatro y televisión y escribió también dos libros de relatos infantiles

En esos años sesenta, York participó en los mejores títulos y se convirtió en parte de una generación de excepcionales actrices británicas como Vanessa Redgrave, Glenda Jackson o Maggie Smith. Enlazó grandes películas, como Un hombre para la eternidad, Duffy, Magnífico bribón y, en un personaje muy arriesgado, en El asesinato de la hermana George, de Robert Aldrich, antes de lograr su segunda candidatura a los Oscar con su aparición de Danzad, danzad, malditos, de Sydney Pollack, en 1969.

En su búsqueda de guiones, York rechazaba cualquier libreto que solo sacara partido de su belleza, en pos de algo más. Por eso, en los setenta no hizo películas amables y trabajó en Feliz cumpleaños, Wanda June, Images (por la que fue premiada en Cannes en 1972), Las sirvientas (adaptación de la obra de Jean Genet, que protagonizó junto a Glenda Jackson), Salvaje y peligrosa... racha que quebró al encarnar en Superman (1978), Superman II (1980) y Superman IV (1987) a la madre real del superhéroe y, por tanto, esposa de Marlon Brando, que encarnaba a Jor-El.

Insatisfecha con lo que recibía, se refugió en el teatro y la televisión, picoteando de vez en cuando en el cine, como en Cuentos de Navidad. Estrenó obras en Nueva York, Londres... e incluso en París, gracias a que hablaba francés fluidamente. Realizó una gira mundial de su monólogo Los amores de las mujeres de Shakespeare, en el que mezclaba sonetos y fragmentos de las obras del dramaturgo inglés, que arrancó en el festival Fringe Edimburgo en 2002.

Junto a innumerables apariciones públicas defendiendo sus opciones políticas, York también escribió dos libros infantiles (Lark's castle y In search of unicorns). Con su fallecimiento casi encima de un escenario a los 72 años, la actriz cumplió su propósito de ser algo más que una cara bonita y convertirse en un referente en su profesión.