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Reportaje:

Que se haga la luz

La nueva iluminación hotelera ya no solo alumbra. Ahora también acompaña, sugiere, inquieta y relaja

Anatxu Zabalbeascoa

Hasta no hace mucho, los efectos luminosos dramáticos se asociaban al espectáculo. Hoy seguramente también. Pero hace ya bastante que el espectáculo se escapó de los escenarios teatrales para hacerse un hueco en bares, restaurantes y hoteles. ¿Adivinan quién fue el pionero? Todo empezó cuando a Philippe Starck le encargaron el hotel(www.stmartinslane.com), a dos pasos de la londinense Trafalgar Square. Corría el año 1995 y el diseñador francés lo había ensayado todo: desde dibujar comensales en los respaldos de los asientos de su hotel Península de Hong Kong hasta convertir las reproducciones kitsch de lienzos archiconocidos en nuevo arte fotográfico. Lejos de agotarse, en Londres el incombustible Starck vio la luz. E hizo desaparecer las lámparas. Las nuevas fuentes luminosas eran invisibles, quedaban ocultas en el perímetro de falsos techos o en piezas de mobiliario. A pesar de no verse, tenían capacidad para transformar los espacios con juegos de intensidad. Y de color. En aquel hotel, los huéspedes pueden elegir el color de su habitación. Y cambiarlo.

Desde que aparecieron los leds, la iluminación puede transformar sin cambiar. Un edificio de Moneo en Estocolmo, el (www.nordiclighthotel.se), llevó la luz al nombre del establecimiento cuando se inauguró en 2001. Su interiorista, Rolf Löfvenberg, eligió la luz como argumento decorativo. Y, como Starck, llevó esos cambios luminosos a la fachada del edificio -convirtiéndolo en lámpara urbana- y al bar (Light Bar).

En España, el arquitecto Xavier Claramunt demostró su cosmopolitismo cuando, al proyectar el primer hotel de la cadena (www.chicandbasic.com) en el Born barcelonés, decidió emplear "luz transformadora" no solo capaz de individualizar las puertas de las habitaciones, sino también dispuesta a ofrecerle al huésped sensación de control. La idea es que, incluso en un hotel, uno puede cambiar la decoración con solo pulsar un botón. Jugando con las luces, la cadena ha comenzado a exportar (a Madrid y luego a Ámsterdam) su idea de un hotel con iluminación atmosférica.

Está claro que la luz redibuja los espacios. Pero no hay que olvidar que es la materia la que hace visible esa luz. Quienes diseñan iluminación de lo que realmente saben es de materiales. Así, la arquitecta Kathryn Findlay recurrió a un profesional de la luz, Jason Bruges, para levantar un papel pintado que reacciona al paso de los huéspedes de la octava planta del (www.hoteles-silken.com) de Madrid. La propuesta de Findlay era ofrecer luz en movimiento. Y los paneles de fibra óptica convierten los pasillos en glaciares estrellados.

La luz, además de deslumbrar, puede también hacer descansar. El nuevo spa del ideado por Patricia Urquiola, o la piscina del de López y Tarruella, arrancan el azul verdoso del agua para, en un ejercicio de cromoterapia, hacer que quien se sumerge en ella tenga la sensación de estar nadando en un lago.

Iluminada, el agua de esta piscina, en la azotea del hotel Princess, parece escapar de su contenedor. El invento, que alumbra la terraza y no resta brillo a las vistas, lleva la firma de Óscar Tusquets (Barcelona, 1941; www.tusquets.com)
Iluminada, el agua de esta piscina, en la azotea del hotel Princess, parece escapar de su contenedor. El invento, que alumbra la terraza y no resta brillo a las vistas, lleva la firma de Óscar Tusquets (Barcelona, 1941; www.tusquets.com)

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La arquitecta y diseñadora Patricia Urquiola (Oviedo, 1961) -con estudio en Milán- ideó una iluminación en tonos verdosos para obtener un ambiente relajante y refrescante en el <i>spa</i> del hotel Mandarin Oriental de Barcelona, inaugurado a finales de noviembre de 2009. Las luces insuflan una atmósfera de aire fresco en una planta subterránea donde espera una piscina de 12 metros de largo.
La arquitecta y diseñadora Patricia Urquiola (Oviedo, 1961) -con estudio en Milán- ideó una iluminación en tonos verdosos para obtener un ambiente relajante y refrescante en el spa del hotel Mandarin Oriental de Barcelona, inaugurado a finales de noviembre de 2009. Las luces insuflan una atmósfera de aire fresco en una planta subterránea donde espera una piscina de 12 metros de largo.

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