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Reportaje:AIRE LIBRE

Garganta muy profunda

Paseo por las paredes de 500 metros del desfiladero de Mont-rebei, entre Huesca y Lleida

Para explicar la inmensidad temporal del cosmos al breve entendimiento humano, Buda imaginó una montaña de cuatro leguas de longitud, altura y anchura, sin hendidura o grieta alguna; una masa sólida de roca que recibiera, cada cien años, el suave roce de una tela de Benarés y que se desgastara así por completo cuando aún no hubie-ra transcurrido ni una fracción infinitesimal de la duración del mundo. Más suave que una seda de Benarés es el roce del agua, pero esa caricia, prodigada sin cesar por el río Noguera Ribagorzana, ha excavado en la roca caliza del macizo del Montsec un cañón de más de 500 metros de profundidad y tan solo 20 de anchura. Fino tajo, sí señor.

Para más estupor y filosófica reflexión, existe un camino tallado a media altura en la pared vertical, no demasiado ancho y bastante aéreo, por el que el paseante avanza sintiéndose encajonado, expuesto y diminuto, como una hormiga en un formicario, reducido a solo dos dimensiones (adelante-atrás, arriba-abajo) del casi infinito universo.

Frontera salvaje

Además de un monumento a la insignificancia humana, el desfiladero de Mont-rebei es la frontera más salvaje entre Aragón y Cataluña, un paraje que, por su extraordinaria aspereza, se ha visto libre de carreteras, vías férreas, canales, líneas eléctricas y telefónicas. Tan solo está el camino de marras, que fue construido en 1924 por la Mancomunitat de Catalunya, entre el valle leridano de Àger y el pueblo oscense de Puente de Montañana, para facilitar la comunicación entre las aldeas y masías de ambas vertientes del Montsec.

En 1977, esta osada senda de herradura perdió su utilidad al quedar sepultada bajo las aguas del embalse de Canelles, cuya presa se halla 15 kilómetros río abajo, pero siete años después la compañía eléctrica ENHER excavó otra idéntica, unos 30 metros por encima de la vieja y del nivel máximo del pantano.

No todo el mundo, sin embargo, aprecia lo salvaje, ni se conforma con un camino de mulas. La prueba es que, entre 1985 y 1987, se efectuaron estudios para construir una carretera de Lleida al valle de Arán por el lado leridano del desfiladero, sin pasar por territorio aragonés como hacía (y hace) la N-230. La enormidad de la obra y la fuerte oposición popular evitaron que cuajara el proyecto, pero para disuadir de una vez por todas a los amigos del asfalto, el desfiladero fue adquirido en 1999 por la Fundación Territori y Paisatge de Caixa Catalunya, que desde entonces ha venido realizando trabajos de señalización y acondicionamiento en la zona: área de ocio, aparcamiento, punto de información, miradores, quitamiedos en los pasos más escarpados... Actuaciones quizá algo excesivas para un lugar que se pretende conservar agreste. Pero mejor que una carretera, cualquier cosa.

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El recorrido a pie por el desfiladero comienza en el aparcamiento de la Masieta, que está a seis kilómetros de Puente de Montañana, en la margen izquierda del Noguera Ribagorzana, aguas abajo. Bien señalizado con letreros y marcas de pintura blanca y roja, el camino bordea la cola del embalse de Canelles y va ganando suavemente altura por un valle aún bastante abierto hasta llegar, un kilómetro y medio después (media hora, a paso tranquilo), al barranco Fondo, afluente del Noguera Ribagorzana que hay que cruzar usando un elegante, bamboleante y pelín acongojante puente colgante metálico de unos 30 metros de longitud, preludio del espectáculo que se avecina.

Hogar de nutrias

A partir del puente colgante empieza el desfiladero propiamente dicho. Cada vez más abajo va quedando la delgada línea verde del río, hogar de nutrias y tritones de los Pirineos. Cada vez más angosto se ve el azul del cielo, en el que se recortan las siluetas de buitres leonados, águilas reales, alimoches y una solitaria pareja de quebrantahuesos. Y cada vez más vertiginoso y excitante se torna el camino, que diríase taladrado por la carcoma en los acantilados de la margen oriental, suponiendo que la carcoma comiera piedra caliza y tuviera una boca del tamaño de la de un tiranosaurio.

En esta parte bella y delicada del camino existen pasos de un metro y medio de anchura en los que, a pesar de haber un cable de acero a modo de pasamanos, no sería muy razonable ponerse a discutir con la pareja, ni elegir el lado de fuera si uno se cruza con un orondo luchador de sumo. Y también existen, por increíble que parezca en terreno tan vertical, posibles desvíos, como el que permite acceder a la cueva Colomera trepando por un canal de 30 metros equipado con anclajes en la roca y cadenas. Los payeses cuentan, en son de chanza, que antaño vivía en ella un eremita que, cuando llegabas arriba, o le invitabas a tomar una cerveza o te despeñaba a puntapiés. La verdad es que el lugar es tan apropiado para lo uno como para lo otro.

Llega un momento, casi al final del recorrido -a una hora, o poco más, del inicio-, en que las paredes se curvan y solapan en la remota altura por efecto de la perspectiva, fingiendo una bóveda celestial de roca anaranjada. Son las llamadas paredes de Aragón y de Catalunya, frontones de titanes que culminan en aristas a 1.200 y 1.300 metros de altitud, respectivamente, cuando el camino discurre a poco más de 500. Y de repente, al doblar la siguiente esquina, el paisaje se abre y el desfiladero se esfuma. Y el Noguera Ribagorzana, transformado por el sol en una seda plateada, se aleja mansamente hacia el sur como si nunca hubiese roto un plato y mucho menos una montaña.

Uno de los miradores instalados a lo largo de la ruta por el desfiladero de Mont-rebei, labrado por el río Noguera Ribagorzana en el macizo del Montsec (entre Huesca y Lleida).
Uno de los miradores instalados a lo largo de la ruta por el desfiladero de Mont-rebei, labrado por el río Noguera Ribagorzana en el macizo del Montsec (entre Huesca y Lleida).ANDRÉS CAMPOS

Guía

Cómo ir

» Puente de Montañana está a 86 kilómetros de Lleida yendo por la N-230. Una vez allí, hay que cruzar el Noguera Ribagorzana, seguir por la C-1311 (dirección Tremp) y desviarse enseguida a la derecha hacia Mont-rebei.

Comer y dormir

» Posada Chaumet (974 34 72 77 y 675 45 75 10; www.posadachaumet.com). Puente de Montañana. Casa rural familiar, en una masía del siglo XVII, con cocina tradicional. Habitación doble, 58 euros.

» Casa Blasi (973 25 22 44 y 639 32 58 47. www.agroturisme.org/html/blasi.htm). Sant Esteve de la Sarga. Casa de 1870 en el lado leridano del desfiladero, con jardín y comidas con productos de la huerta. Habitación doble, 38 euros.

Información

» Turismo de Lleida (902 10 11 10; www.lleidatur.com).

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