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Reportaje:

La pena más eficaz

La prestación de servicios reduce la reincidencia de menores infractores

G. M. R. tenía 15 años e iba en estado ebrio la noche en la que él y sus amigos decidieron divertirse vaciando los extintores de un autobús y ocasionando otros daños en este vehículo, aparcado a las afueras de un pueblo de Sevilla. Hacían botellón, se desplazaban en coche y tenían ganas de divertirse. Para su desdicha el escenario que escogieron para realizar su gamberrada se situaba junto al cuartel de la Guardia Civil de la localidad y fueron descubiertos al instante.

Un juez de Menores sancionó a G. M. R. con 20 horas de prestación de servicios en beneficio de la comunidad que realizó en una emisora de radio local. "No éramos conscientes de lo que hicimos. Metimos la pata, pero de todo se aprende", valora ahora.

"Quedan marcados, descubren el esfuerzo y se ven útiles", dice un tutor

Como él, otros 1.378 menores entre enero y septiembre han cumplido con tareas en beneficio de la comunidad por haber cometido alguna infracción que no lleva aparejada la pena de privación de libertad. Por provincias, de las 1.378 medidas impuestas, en Málaga se han dictado 545, en Granada 250, en Córdoba 182, en Almería 157, en Cádiz 116, en Sevilla 46, en Huelva 51 y en Jaén 31. El pasado año, 2.280 jóvenes cumplieron estas tareas en la región.

Instituciones, asociaciones y otros colectivos abren sus puertas para que los sancionados realicen la prestación en sus instalaciones gracias a convenios y acuerdos anuales con la administración. Cada parte cumple con su cometido dentro del sistema de prestación que, con la premisa de reparar un mal, busca la incorporación del joven en la sociedad.

"La labor de concienciación es lo más difícil", describe María Eugenia Rodríguez, de la Asociación Imaja de Jaén, que coordina las prestaciones y otras medidas en medio abierto de esta provincia. Al principio, muchos de los infractores se muestran reticentes a realizar la actividad: cuidado de mayores y enfermos o personas con discapacidad. "¿Cómo voy a ir yo con los ancianos?", le dijo este año un joven de un pueblo jiennense sancionado por una falta de lesiones. Sin embargo, concluida la prestación, solicitó acudir como voluntario a leer la prensa y revistas a los "abuelos". "Entabló una relación emocional con los mayores, se sintió valorado", expresa la coordinadora.

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Otra chica con problemas de conducta y en el instituto realizó labores administrativas en el Ayuntamiento de su localidad y, posteriormente, le contrataron durante seis meses.

Esta nueva e intensa relación que nace entre el menor y las personas o colectivos con los que realiza la tarea es bastante habitual. Y aquí, los profesionales, coinciden. "Quedan marcados. Están descubriendo el esfuerzo y ven reconocida su utilidad", considera Fernando Almaraz, tutor de los menores que realizan la prestación en la delegación malagueña de Madre Coraje. En sus instalaciones, los jóvenes clasifican materiales para reciclaje, ropa, radiografías, libros y otros materiales, y también atienden a niños con Síndrome de Down. "Entre nosotros existe un respeto mutuo. No se trata de meter, sino de sacar los valores positivos que ellos tienen", reflexiona.

En el área de Traumatología del hospital Virgen de las Nieves de Granada sucede algo parecido. Menores que han sido parte activa en accidentes de tráfico realizan sus horas de prestación acompañando a enfermos de la planta. Algunos dirigen sus estudios hacia la rama sanitaria. "Aquí se les traslada a la realidad. Es una actividad muy beneficiosa", valora Antonio Zurita, subdirector de Enfermería.

El índice de reincidencia es mínimo. Blanca (nombre ficticio) dice que aprendió la lección. No era la primera vez que robaba una prenda de ropa en una tienda de San Fernando, en Cádiz, pero sí fue la última cuando fue descubierta. "A mi familia le dio mucho disgusto y a mí, vergüenza". Ahora estudia un Ciclo Superior de Integración Social.

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