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Reportaje:

Entre el circo y el 'vía crucis'

El Centro Pompidou muestra en el Bellas Artes la obra de Georges Rouault - 'Lo sagrado y lo profano' recorre el mundo inclasificable del artista

En algunas obras de Georges Rouault (París, 1871-1958) el color estalla en el lienzo, acercándose a la corriente fauvista que había encabezado su amigo Matisse. En otras, domina en cambio el carácter expresionista de un artista que convivió con la ebullición de los movimientos de vanguardia sin sumarse a ninguno de ellos, pintando con la misma dedicación escenas de la Biblia que la vida de los payasos y los malabaristas del circo, las prostitutas o la sordidez de la ciudad. La exposición Georges Rouault. Lo sagrado y lo profano reune en el Museo de Bellas Artes de Bilbao 156 obras de "un artista difícilmente adscribible", define su director, Javier Viar, "con un estilo singular, que no responde a códigos".

La exposición suma óleos, grabados y una vidriera de los años treinta

La exposición de Rouault cuenta con óleos, grabados y una vidriera realizada en 1939, con la que cuando ya había alcanzado el reconocimiento volvió a sus orígenes de aprendiz en el taller de un vidriero.

La totalidad de las obras proceden del Centro Pompidou de París, que cuenta en sus fondos con cerca de mil piezas del artista, en buena parte de la donación que sus herederos realizaron al Estado francés en 1963. Las obras donadas no fueron acabadas por el artista, quien insatisfecho con el resultado volvía sobre el mismo motivo. La comisaria de la exposición, la conservadora del Centro Pompidou Angela Lampe, destaca que los cuadros inacabados revelan "un artista moderno", preocupado con la experimentación, y que se acercaba a las cuestiones formales de sus obras sin diferenciar entre los temas mundanos y los religiosos.

Lo sagrado y lo profano se presenta al público en cuatro grandes secciones, organizadas como pequeñas exposiciones:

- Personajes del circo. La estética del circo y su utilización como alegoría de la condición humana y la marginalidad atrajeron a Rouault, como a Toulouse-Lautrec, Degas o Picasso. El impacto del circo en Rouault fue tal que la temática circense quedó plasmada en una 700 obras, aproximadamente un tercio de su producción total.

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- Las obras inacabadas. La visión de las 72 obras inacabadas de Rouault en la exposición provoca la impresión de "entrar en el taller del artista", dice Angela Lampe. El conjunto es una selección de la donación realizada por los herederos del artista. Su origen está en un taller que el marchante Ambroise Vollard puso a disposición de Rouault en su palacete en 1917.

Tras la muerte de Vollard el taller fue precintado. Rouault pleiteó durante ocho años para recuperar sus obras y logró que le devolvieran 700 piezas. Casi la mitad acabó en el fuego porque el artista consideraba que a su edad ya no podía acabarlas. Los cuadros que sobrevieron muestran a un artista que trabajaba en series sobre los mismos motivos, sean imágenes de Cristo, bailarinas o paisajes.

- Estampas religiosas. La serie Miserere, compuesta por 58 estampas, fue realizada por Rouault entre 1922 y 1948, y, es considerada la columna vertebral de su obra. La parte religiosa sigue la línea narrativa del vía crucis y se completa con los grabados sobre la tragedia de la guerra. Rouault situó a Cristo en medio del sufrimiento de personajes humildes, como prostitutas, vagabundos y soldados, como un mensaje de esperanza.

- Color y optimismo. Los últimos años que dedicó al dramatismo de los grabados de Miserere coincidieron con un cambio en el estilo pictórico de

Rouault. La materia gana protagonismo y las capas de óleo conceden relieves a su pintura.

Al mismo tiempo estalla el colorido, cada vez más cálido y luminoso. Las gamas de amarillo, rojo, naranja y verde ganan terreno y retrocede el protagonismo del dibujo, de trazos más simples. El resultado es que la pintura realizada a partir de la década de los años 30 del siglo XX se carga de un optimismo ausente hasta entonces. La comisaria especula que la explosión cromática fue provocada por la "nueva serenidad espiritual" que el artista alcanzó cuando murió Vollard y se sintió más libre para pintar.

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