El campeón de los récords
Vettel, que odia la popularidad, es el piloto más joven en puntuar, alcanzar la 'pole', lograr una victoria y ganar el título mundial
"Si eres piloto y quieres tener un amigo en el paddock, mejor será que te traigas al perro". La frase es de Sebastian Vettel (Heppenheim, Alemania, 1987), el nuevo campeón del mundo de fórmula 1. En este caso, lo que resulta llamativo no es el mensaje sino la edad del chaval que lo suelta: 21 años. La soltó cuando ganó su primera carrera. Ahora tiene 23. Ese carácter es el que ha acompañado a Vettel desde sus primeras derrapadas, cuando apenas había cumplido los cinco años, y hasta ayer, cuando se convirtió en el campeón más joven de la historia. Y todo ello, siempre detrás de una sonrisa cegadora.
Tras iniciarse en el karting (1995) como la mayoría de sus coetáneos en el paddock, el alemán comenzó su andadura en los monoplazas en 2003. Tenía 16 años y esa temporada ganó 18 de las 20 carreras del campeonato alemán de Fórmula BMW, circunstancia que llamó la atención de Michael Schumacher, su ídolo, y del doctor Helmut Marko, un ex piloto austriaco que tuvo que colgar el mono a la fuerza, en 1972, tras perder un ojo durante el Gran Premio de Francia por una piedra que salió disparada del March de Ronnie Paterson y atravesó la visera de su casco. Tres años antes de abrir el camino de Vettel, Marko había sido el encargado de poner en marcha el Red Bull Júnior Team, el programa de promoción de pilotos de la marca. Dietrich Mateschitz, el propietario de este imperio energético, delegó en él todo el programa deportivo, y este rubiales se convirtió en el tesoro de la marca.
Vive apartado en una granja suiza, viaja con su padre y protege a su novia de los focos
BMW le regaló un todoterreno y lo dejó en el garaje. Prefería ir en bici al instituto
Con la ropa llena de búfalos rojos pasó por la F3 y fue probador de Williams (2005) y de BMW (2006). En 2007 tuvo que interrumpir su temporada en las World Series para sustituir a Robert Kubica (BMW) en el Gran Premio de Estados Unidos, donde terminó el octavo, y se convirtió así en el piloto más joven de la historia de la F-1 en puntuar (19 años, 11 meses y 14 días). Ese mismo año, a partir de Hungría, reemplazó a Scott Speed en Toro Rosso, que le confirmó el asiento para el curso siguiente.
Fue en el Gran Premio de Italia de 2008, sin embargo, cuando se presentó a lo grande ante los ojos del mundo entero, que lo contempló manejarse de perlas ante el diluvio que cayó en Monza, tanto en la clasificación como en la carrera. Pole y victoria para él (21 años, dos meses y 11 días), y otros tres récords de precocidad (pole, podio y victoria).
El año pasado aterrizó en Red Bull, la casa grande, y subido al RB5 de Adrian Newey acumuló cinco victorias y se adjudicó el subcampeonato. Un año después acaba de hacer feliz a todo el universo de Red Bull, desde Mateschitz hasta Marko, pasando por Christian Horner, el jefe, y Newey, el mago del lápiz y el papel. También a Bernie Ecclestone, el patrón de todo este tinglado, que ha dicho que no descansará hasta que le vea vestido de rojo y con el escudo de il cavallino estampado en el mono. "Tengo buena relación con él, pero afortunadamente mi futuro lo decido yo", responde él.
Vettel es un tipo de esos que provocan que las marcas se peleen por engancharle una pegatina. Tiene cara de ángel (siempre que no está metido en el bólido), una sonrisa que transmite buen rollo y odia tener el foco encima. Siendo piloto de BMW en la F3, la marca alemana le regaló un X5, un todoterreno de lujo que no salió del garaje de su casa en todo el año porque Seb prefería ir al instituto en bicicleta. De hecho, al menos hasta ayer, podía llegar a Berlín y pasear por cualquier parque sin ser reconocido.
Lleva una vida tranquila en una granja de Suiza, se ocupa él solito de sus contratos y siempre viaja a las carreras con su padre. A su llegada al aeropuerto de Shanghai, para el pasado Gran Premio de China, el alemán estuvo más de 20 minutos posando y firmando autógrafos a dos decenas de aficionadas que fueron a recibirle. Las atendió a todas, siempre con su refulgente sonrisa en la cara, e incluso permitió que le sobaran la cabellera una y otra vez.
"Recuerdo que una vez, en un sarao que Red Bull montó en la montaña, él llegó en helicóptero y le pidió al piloto que se llevara de allí a su novia (Hanna), que la dejara un poco más apartada para que así nadie supiera quien era aquella chica", recuerda Nani Roma, uno de los primeros deportistas españoles patrocinados por la marca. "Además de la velocidad, solo tiene una obsesión: ser un chaval más. Es un buen tío", resume el piloto de raids.
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