Sharon es trasladado a su rancho tras cinco años en coma
La figura del ex primer ministro sigue polarizando a la sociedad israelí
Ariel Sharon esperará la muerte en su rancho, donde ya está enterrada su esposa. Si volviera al hospital donde ha pasado en estado vegetativo los últimos cinco años, sería solo por un agravamiento irresoluble. El doctor Shlomo Noi, uno de los médicos que le atendían en el hospital Sheba de Tel Hashomer, comentó que se le había enviado a casa porque no mostraba ningún indicio de que pudiera salir del coma. "Solo nos queda la esperanza", añadió.
Sharon, que era primer ministro de Israel el 4 de enero de 2006, cuando sufrió una hemorragia cerebral masiva, fue trasladado ayer temprano desde el hospital al Rancho del Sicomoro, en el desierto del Negev. Fue escoltado por una amplia comitiva de personal sanitario y policías. La Comisión de Finanzas de la Kneset, el Parlamento israelí, aprobó unos días atrás la concesión a la familia Sharon de una subvención anual de 1,6 millones de shekels (unos 320.000 euros) para que hiciera frente a los costes de tratamiento del ex primer ministro. El Ministerio de Finanzas explicó que esa era la suma que venía gastando el hospital Sheba.
En realidad, Ariel Sharon podía haber sido trasladado ya hace tiempo, pero la familia, básicamente sus dos hijos, prefirió que siguiera hospitalizado. Ahora, por razones no aclaradas, los hijos han cambiado de opinión.
El doctor Noi dijo que Sharon requería en ocasiones de un respirador artificial, aunque normalmente respiraba por sí solo, y que había atravesado diversas crisis, debidas a infecciones, que se habían resuelto sin grandes dificultades. "Su estado puede definirse como estable", precisó. En anteriores declaraciones los médicos que le atendían admitieron que el derrame había provocado daños irreversibles en el cerebro.
En el hospital disfrutaba de unas condiciones especiales: disponía de una habitación en exclusiva, mientras los otros nueve pacientes en coma del mismo pabellón compartían habitación por parejas; había siempre cerca una enfermera de guardia, y en su puerta vigilaba un policía. Cuando ingresó era un primer ministro que, tras ordenar la evacuación de Gaza y abandonar el Likud para crear el partido Kadima, favorable a negociar un acuerdo de paz con los palestinos, gozaba de enorme popularidad. Tres meses después de la hemorragia, Kadima obtuvo la victoria en los comicios generales. Pero los sondeos, con Sharon en vida, apuntaban a un triunfo arrollador.
La peculiar situación de Sharon ha impedido hasta el momento una evaluación fría de su carrera como soldado y político. Para un sector de la sociedad israelí, es un héroe de la patria; para otro, un criminal de guerra. El hombre que en 1982, con Menahem Begin, lanzó a Israel a la desastrosa invasión del Líbano, instigó o toleró las matanzas de Sabra y Shatila y mantuvo hasta el final un formidable prestigio en el Ejército y entre el electorado nacionalista, seguirá a la espera de que se cierre definitivamente el paréntesis.
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