"Estoy aquí por haber insistido tras llevarme palos"
Pablo Hernández (Castellón, 1985) no puede parar de bostezar durante la entrevista -la más larga de su vida, confiesa después- por el déficit de sueño del viaje con la selección a Escocia. Tímido hasta los huesos, Pablo ha salido de su caparazón para mostrar un fútbol exuberante -amplio repertorio de regates, centros y pases- con el que visita mañana como líder al Barça en el Camp Nou.
Pregunta. ¿Qué veía de niño desde la ventana de su casa?
Respuesta. Veía a chavales jugando al fútbol en la calle. Hasta los cinco años, no podía bajar solo a la calle, y les chillaba a los niños para que vinieran a por mí. Era el barrio de Rafalafena, en Castellón. Se ha perdido la tradición de jugar en la calle. Después cambié de casa y, al vivir en una plaza, chutábamos contra la puerta de una iglesia. Cada vez que había una misa, teníamos que parar. Y el cura salía a reñirnos. De los tres a los cinco años fui a un colegio de monjas y de los cinco a los 16 a uno de curas. Las monjas corrían detrás para meternos en clase.
"Cuando acabé de juvenil en el Valencia me dijeron que no contaban conmigo"
P. ¿Cuántos cuadros rompió en casa?
R. No podía levantar el balón, pero jarrones, ceniceros, vasos y platos, unos cuantos.
P. A los nueve años se fracturó la clavícula...
R. En el recreo, jugando al fútbol, un niño me cayó encima. Dos años después me rompí los dos brazos: en un parque, me caí de una altura bastante elevada y, como caía de espaldas, instintivamente puse los brazos. Fui un mes y medio con los brazos escayolados, el viernes me quitaban la escayola y el sábado teníamos partido. El médico me dijo que tenía que estar otras dos semanas sin jugar. Mi padre, que era el entrenador, me dijo que solo me dejaría vestirme, pero yo le di la paliza y me sacó al campo, caí dos o tres veces y mi madre sufrió mucho.
P. ¿Sus primeras botas?
R. Unas Marco. Me duraban toda la temporada porque no había para comprar otras. Eran las más económicas. Mis padres han tenido que trabajar mucho [en el sector de la cerámica] para sacarnos adelante a mí y a mi hermana, y yo les estaré siempre agradecido.
P. Tiene una foto con Butragueño, ¿qué significó?
R. Tenía yo tres añitos, vino la selección a Castellón, mi padre conocía a un empleado de Castalia y pude entrar. Le guardo muchísimo cariño. Butragueño ha sido muy grande.
P. ¿Cómo era el Rafalafena?
R. Un equipo de barrio que ahora es un campo de césped artificial, vallado, con cafetería, gimnasio... Antes era un campo de tierra donde iban a pasear a los perros, las porterías se caían, no había vestuarios... Hasta los siete años no se podían hacer fichas, pero mi padre me dejó jugar con cuatro con la ficha de otro que no había venido. Cuando el Castellón vino a por mí, era lo máximo para un chaval de la provincia porque el Villarreal no había emergido, estaba en Tercera. Al Valencia llegué con 16.
P. ¿Por qué no fue internacional en las categorías inferiores?
R. Hay gente como Aduriz o yo mismo que no hemos pasado por ninguna inferior. Y al revés. Cada jugador tiene sus tiempos. Y si yo no hubiera insistido después de haberme llevado palos, no estaría aquí. Esa ha sido la clave.
P. ¿Qué palos?
R. Cuando acabé juveniles en el Valencia, me dijeron que no contaban conmigo, que me buscara la vida y me fui cedido al Onda. Lo más fácil habría sido pensar que se había acabado el sueño y que me tocaba pelearme por los campos de Tercera, pero pensé en demostrar que se habían equivocado. Y Luis Milla, director de la escuela, me recuperó.
P. ¿Le marcó el Cádiz?
R. Sí, fueron seis meses muy intensos. Pasó todo muy rápido, de jugar en Segunda B a sentirme importante en Segunda. Ante 20.000 espectadores. Y en tres meses ya sabía que iba a jugar en Getafe al año siguiente. Voy todos los veranos a Cádiz, me gusta la alegría que se respira.
P. Y en Getafe coincidió con su ídolo, Michael Laudrup.
R. Fue una gran ilusión. Tenía varias camisetas suyas, del Ajax y del Madrid. Me decía que lo intentara una y otra vez aunque no me saliera. Me dio esa confianza. A veces, si no te sale, no vuelves a intentarlo y eso es un error. Yo siempre he sido muy constante.
P. En su debut en Primera, marcó al Sevilla, de falta, a los tres minutos, en el partido en el que falleció Antonio Puerta.
R. Sí, ese partido lo voy a recordar siempre, por mi primer gol en Primera, pero con un sabor amargo por lo que pasó.
P. ¿Ya no tira faltas?
R. No me han dejado tirar ni una. Ha estado Villa y ahora hay otros lanzadores. Siempre me ha gustado, pero...
P. ¿Su gol favorito?
R. Al Barça hace dos años, en Mestalla. Me fui a la izquierda, donde teníamos un saque de banda, hice una pared con Mata, me metí entre Alves y Puyol y definí al segundo palo. Parecido al que intenté el martes contra Escocia.
P. ¿Por qué han asimilado tan bien la marcha de Silva y Villa?
R. Porque lo hemos tenido claro. Cuando se iban los dos Davides, dijimos: 'Se han ido, no hay que lamentarlo. Estamos nosotros y estamos capacitados para sacarlo adelante'.
P. ¡Y cómo han encajado Aduriz y Soldado!
R. Estoy impresionado por sus movimientos para rematar y desmarcarse. Los que llegamos por banda podemos ayudarles a meter muchos goles. Yo, de medio campo hacia delante, me siento muy cómodo en cualquier parte: banda derecha, izquierda, media punta e incluso he jugado de delantero en el filial. Tenemos la suerte de que Unai Emery nos da libertad para cambiar mucho las posiciones, siempre y cuando sepamos defender por ese lado.
P. ¿Cómo fue debutar con España?
R. Desde que llegué, en la Copa Confederaciones contra Sudáfrica, tuve claro que quería demostrar que soy uno más y que puedo aportar muchas cosas. Claro que me dolió quedarme fuera de Sudáfrica, pero he peleado por volver y lo he conseguido.
P. Es muy aficionado a los coches.
R. Sí, tengo dos, un BMW y un Audi. Sigo mucho la fórmula 1, y tengo un kart. Voy de vez en cuando y doy vueltas yo solo para evitar posibles choques. Puedes llegar a 100 kilómetros por hora.
P. ¿Por qué le gusta tanto el libro A tres metros sobre el cielo, de Federico Moccia?
R. Porque me recuerda mucho a mi adolescencia, cuando tenía una moto, una scooter con la que iba al instituto y a entrenarme. Dejé de estudiar porque estuve trabajando descargando muebles. Hacía falta dinero en casa y luego tuve la suerte de que me fueran bien las cosas en el Onda, empecé a ganar un poquito más y pude dejármelo. La vida pasa rápido y hay que disfrutarla.
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