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ANÁLISIS | Vida & Artes
Columna
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Cuestión de límites

La nanotecnología generará el año 2010 unos ingresos de 380.000 millones de dólares y se espera que para 2015 alcance casi 2,5 billones de dólares. Toda tecnología que introducimos en nuestra vida cotidiana o en nuestro proceso productivo conlleva riesgos que pueden afectar al medio ambiente o a nuestra propia salud. Riesgos que hay que conocer y valorar para determinar las medidas de seguridad necesarias que nos den un compromiso razonable entre los beneficios que se obtienen y los riesgos que asumimos. Uno de los avances que ha permitido la nanotecnología es la de poder fabricar nanopartículas o nanofilamentos (nanotubos) de múltiples materiales. Hay que considerar que nuestro propio organismo produce nanopartículas con las que convivimos todos los días y que ayudan a nuestras células a realizar sus funciones.

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Los 'nanoriesgos' no son tan diminutos

El año 2004 un primer informe alertó sobre los posibles riesgos de las nanopartículas para la salud o el medio ambiente. Desde entonces se han realizado múltiples estudios con conclusiones diferentes sobre el grado de riesgo que algunas de ellas conllevan. La European Chemicals Agency encargada de la implementación del registro REACH para sustancias químicas, ha publicado varios documentos sobre cómo considerar los nanomateriales en REACH. Se prevé para el año próximo la aprobación de una guía específica para su registro.

El riesgo que pueda tener la utilización de una determinada nanopartícula depende de la toxicidad que presenta multiplicado por el tiempo de exposición al que nos encontramos. En muchas de las aplicaciones estas nanopartículas o nanofilamentos se introducen en otros materiales macroscópicos formando materiales mixtos (composites), por tanto, minimizando su posible interacción con el exterior, pero en otras aplicaciones se utilizan en suspensión en emulsiones o líquidos, por tanto, con una mayor capacidad de exposición.

Hasta ahora, muchos de los resultados sobre el riesgo de partículas pequeñas se basan en los conocimientos adquiridos con partículas de tamaños mayores producidas en procesos de combustión de vehículos o calefacciones y que son la causa de la contaminación atmosférica.

Es razonable y adecuado que desde las Administraciones se establezcan a partir de los estudios científicos medidas de seguridad que permitan establecer para cada tipo de sustancia y aplicación, límites a la concentración y al tiempo de exposición. Una información pública con un conocimiento de las ventajas y riesgos es la forma más idónea para asegurar un desarrollo tecnológico sostenible. El apoyo a la investigación como clave para aumentar nuestro conocimiento es un factor decisivo para nuestra propia seguridad.

Josep Samitier es coordinador de la Plataforma Española de Nanomedicina.

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