Oncología de vanguardia herencia de Champalimaud
Los pacientes verán en directo el trabajo científico
Leonor Beleza, presidenta de la Fundación Champalimaud y ex ministra de Salud portuguesa, visitaba universidades, fundaciones y laboratorios con el aval de la fortuna que António Champalimaud, fallecido en 2004, quiso destinar a investigación médica. En uno de ellos conoció al catalán Joan Massagué, del Sloan-Kettering Medical Center de Nueva York. "Me convenció de que cada día tiene menos sentido distinguir entre investigación básica e investigación clínica. La idea de juntar a personas con experiencias y conocimientos diversos, incluyendo a quien enfrenta la enfermedad, es fundamental para lograr resultados".
El resultado de tanto viaje se inaugura hoy en Lisboa: el Centro Champalimaud de lo Desconocido, que colocará a este país, sin tradición científica de primer nivel, en la vanguardia mundial de la investigación sobre el cáncer, con 300 científicos y un centenar de médicos.
"Es un caso único. Los pacientes podrán ver a los investigadores trabajando en los laboratorios. Y a su vez, los investigadores verán a los pacientes ingresar en el hospital", dice el director del centro, Raghu Kalluri, profesor de medicina de Harvard.
El edificio ha sido pensado y construido con este objetivo, en un lugar espectacular junto al río Tajo, obra del arquitecto Charles Correa, indio de Goa, antigua colonia portuguesa, y autor del mayor centro de investigación de neurología del mundo, en el MIT. "En la recepción hay lo que llamo la ventana de la esperanza, porque los pacientes ven a su llegada no sólo a los médicos sino también a los investigadores", comenta este urbanista de prestigio mundial.
El programa estrella del centro Champalimaud estará dedicado a la investigación, prevención y tratamiento de las metástasis, en colaboración con tres de las principales universidades de Estados Unidos: Harvard Medical School, Weill Cornell Medical College y Princeton. El hospital se pondrá en marcha en abril, con la meta de acoger unos 1.000 pacientes al año. La fundación negocia con la sanidad pública y con mutuas para evitar que acceder a él sea prohibitivo.