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Crónica:SILLÓN DE OREJAS
Crónica
Texto informativo con interpretación

Me parto de risa

Manuel Rodríguez Rivero

Probablemente se trate de una reacción defensiva, pero tengo la impresión de que, de repente, el mundo de la cultura se ha echado a reír a mandíbula batiente. Ahí tienen, por ejemplo, el éxito (y la cobertura mediática) del primer festival La Risa de Bilbao (Bilboko Barrea), un estupendo invento de Juan Bas que ha reunido a un notable grupo de escritores y artistas gráficos para debatir sobre el humor en esa ciudad fascinante. Mezclar escritores y risa en este país, en el que la letra impresa suele producirse sub specie aeternitatis, se me antoja tarea de alto riesgo. Como la que emprende la revista Eñe: en su último número, consagrado al humor, se incluye, entre otros textos saludablemente hilarantes, el estupendo relato de Evelyn Waugh 'El hombre al que le gustaba Dickens', en el que se demuestra, una vez más, que sin inteligencia no hay humor literario posible. Claro que, entre nosotros, risa y literatura parecen constituir un salvaje oxímoron. Aquí si un crítico literario se refiere a un autor como "humorista" lo más probable es que le esté haciendo un reproche. Algo paradójico, si tenemos en cuenta las ráfagas de humor que, desde el Poema del Cid hasta Tu rostro mañana, ha ido fecundando la (buena) literatura de las cuatro lenguas (hoy oficiales) españolas. Sin risas, "el mundo" -y también la literatura, que es su espejo- "es una catedral helada", por utilizar en otro contexto un estupendo verso de Luis Alberto de Cuenca, que en su intervención bilbaína afirmó (demasiado rotundamente) que el humor es más propio de los escépticos que de los revolucionarios. No estoy del todo de acuerdo con il miglior fabbro poético de la derecha civilizada: en los anales de la revolución -y en las biografías de algunos de sus líderes- ha quedado constancia de célebres carcajadas (a menudo sardónicas), pero no recuerdo ni una línea de los Evangelios que muestre a Cristo echándose unas risas, lo que ha marcado a todos los que crecimos más o menos a la sombra de su doctrina (menos mal que, tras la misa, leíamos tebeos). En Bilbao estaba también Michel Houellebecq, "el más famoso escritor vivo de Francia", como lo califica The Paris Review en la extensa entrevista que publica en su último número. En ella me entero del truco al que el autor de Las partículas elementales recurre para atreverse a escribir algunas de las cosas escandalosas que le han hecho célebre: "Oh, es muy fácil" -explica-, "sólo finjo que ya estoy muerto". Como ven, a él tampoco le falta sentido del humor, a pesar del "silencio funeral" con que recibe inicialmente las preguntas que le formulan. En cuanto a mí, y hablando de risas, casi me parto en dos al averiguar en el muy afamado restaurante Guggenheim que tras el pomposo nombre "raíz carnosa a la brasa" se ocultaba, simplemente, una pequeña remolacha de sabor insuficiente. En cuanto a las "hebras de berenjena asada con makil goxo y yogur de aceite de olivos milenarios", mis improbables lectores me permitirán que guarde silencio. Menos mal que me quité el hambre y la ansiedad que me produjeron los estragos semánticos de la "alta cocina" con un atracón de pintxos en Xukela, en la mismísima calle del Perro. Allí la gente sí que hacía risas de pura felicidad gastronómica.

Sima

Casiodoro de la Reina traduce a Lucas (XVI, 24-26; habla Epulón): "Padre Abrahán, ten misericordia de mí y envía a Lázaro que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua, porque soy atormentado en esta llama. Y díjole Abrahán: Hijo, acuérdate de que recebiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; mas ahora éste es consolado y tú atormentado. Y demás de todo esto, una grande sima está confirmada entre nosotros y vosotros, que los que quisieren pasar de aquí a vosotros no pueden, ni de allá para acá". Ricos y pobres: la crisis agranda la sima, pero a Epulón nadie lo manda al infierno. Aumentan los "sacrificios" para los pobres: también Zapatero trata mejor a los que más tienen. Quizás porque les tiene más miedo. No ocurre sólo aquí: Paul Krugman, que no milita precisamente en la IV Internacional, dice que en Estados Unidos los más ricos se han vuelto "iracundos". Les enfurece que les hayan subido ligeramente los impuestos y que se intente limitar sus obscenos bonus: Obama, el musulmán, es el demonio (negro), y yo con "mi dinero" hago lo que me viene en gana. Algunos llegan a quejarse de que no llegan a fin de mes. Como Isabel II, mi reina favorita, que quería pagar su factura de la luz (hace tanto frío en Buckingham) con un fondo de ayuda a hogares humildes. Los ricos se crecen. Y los ricos absolutos se crecen absolutamente. Mientras tanto (así se llamaba la revista que fundó Manuel Sacristán), los desastres medioambientales y la especulación desatada en el mercado de las materias primas amenazan con extender la crisis alimenticia que ya padecen los países más pobres. Encuentro una legible (y nada enrojecida) crónica del último crash (por ahora) y de los Epulones que lo provocaron en Malas noticias (Planeta), del periodista Andrew Ross Sorkin. Y, como contraste, leo en Tierra y libertad (Crítica), un reader coordinado por Julián Casanova (con interesantes textos de diversos estudiosos del anarquismo), las biografías de "20 personajes clave de la historia del anarquismo español", redactadas por José Luis Ledesma. Ellos lo intentaron de diversos modos (en general poco santos), pero tampoco pudieron enviar a Epulón al infierno. Sigue en su castillo, vestido de "púrpura y lino fino y banqueteándose espléndidamente". Y no para de reírse.

'Comerezaama'

No he leído Come Reza Ama (Aguilar y Suma de Letras), las memorias "inspiracionales" de Elizabeth Gilbert que han logrado la proeza de mantenerse 190 semanas en la lista de superventas de The New York Times. Después de ver la película existen menos posibilidades de que lo haga. En realidad la historia de esa escritora divorciada (que es la de casi todas nosotras) que se busca a sí misma (como usted y yo) inflándose de pasta y helado en Italia, iluminándose espiritualmente en India y encontrando el amor sexuado en Bali es una solemne tontería. Fui a verla sólo por Julia Roberts. O, más exactamente, por su cuello, que siempre me trae a la memoria unos versos del gran Moreno Villa (léanlos en La música que llevaba, Cátedra): "Mas que cuello griego / cuello bizantino / cuello que permite / diez besos seguidos". Mucho cuello y pocas nueces, la peli. Por primera vez en mi vida, me encantaría poderles revelar el final, para que no se molesten en verla. Pero no hay final (coherente), ni tampoco casi nada entre éste y el principio. Ahórrense los ocho euros de la entrada y, si sienten bulimia, les recuerdo que un Big Mac con patatas de luxe y refresco es más barato y son 970 calorías, aproximadamente. Por lo demás, ruego a mis (improbables) lectoras que sean misericordiosas si algo en este comentario les ha parecido rijoso. Les aseguro, para su tranquilidad, que lo mismo habría dicho si Elizabeth Gilbert y Julia Roberts fueran sendos tíos. Pero no lo son, supongo.

Ilustración de Max
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