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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una educación sentimental

Del secreto de las pasiones y de las experiencias del deseo nos habló recientemente Jesús Ferrero en su ensayo Eros y misos (XXXVII Premio Anagrama), y ahora, en esta Balada de las noches bravas el autor nos cuenta una historia de amor cuya pulsión, desde el latido primero hasta el renacimiento último, va fatal e ineludiblemente ligada a los deseos de los otros, impregnándose también de soledad, incertidumbre, mentiras, delirios, celos, traición, envilecimiento, locura o muerte. Y es en esa expansión de lo íntimo, en el trazado de esos otros círculos de amistad, poesía o ebriedad intelectual, donde en mi opinión esta Balada de las noches bravas alcanza sus mejores logros. Ferrero narra la educación sentimental de su generación: la juventud universitaria que en los años setenta presenció el crepúsculo de las ideologías al ritmo del rock and roll. Estructurada según el modo característico de una novela de formación, dividida en cinco partes -Mundo, Limbo, Purgatorio, Inferno y Paradiso- que marcan las distintas etapas de ese proceso de conocimiento (de uno mismo y del mundo), la novela tiene como escenarios principales Pamplona y París, y está repleta de episodios, experiencias y situaciones protagonizados por un abanico de personajes muy representativos de aquellos años. Muchos, deslumbrados por el aura del malditismo en alguna de sus posibles formas. Ahora bien, el paisaje de aquella juventud, además de trazarlo directamente a través de la línea anecdótica de la novela, Ferrero lo construye también mediante la presencia de personajes reales a quienes podemos considerar como guías, maestros o ídolos admirados como la frágil Audrey Hepburn. Son impagables los retratos que aquí se nos entregan y la aparición de esos personajes en escenarios emblemáticos, sean los salones de sus casas, los cafés, el hotel Marigny o el hospital psiquiátrico de Saint-Anne. Y es valiosísima la reconstrucción de su palabra, su discurso. Y así, descubrimos la mirada "intensa y sufriente" de Carlos Edmundo de Ory en su buhardilla de Amiens; vemos a Valente en Ginebra y evocamos su mística de la privación y de la desnudez; nos reencontramos con Alfonso Costafreda pocos días antes de su suicidio: "Parecía la encarnación de la ansiedad girando en torno a un lugar fijo de la mente"; asistimos al atropello y muerte de Barthes; entramos en la casa parisiense de Julio Cortázar, "sereno y bondadoso", casi un ser mitológico; escuchamos las lecciones y las conferencias que Deleuze, Lévi-Strauss y otros filósofos dictan en la universidad; oímos al entonces exiliado profesor García Calvo en la cueva y guarida de La Boule d'Or impartir su seminario semanal sobre los presocráticos; resuenan las conversaciones entre Foucault y Althusser en el Flore: "Las ideologías son esas rameras en las que se ha ido refugiando la religión; y nos estremece la confesión de Althusser y el consejo que le da a Ciro cuando ambos se encuentran en "la casa de los locos" que dirige Lacan: "Lo más vertiginoso de la vida es que nada se repite y todo es como un viaje hacia no se sabe qué luces y hacia no se sabe qué tinieblas...". De ese viaje y de ese vértigo trata esta hermosa novela, lírica y trágica.

Balada de las noches bravas

Jesús Ferrero

Siruela. Madrid, 2010

442 páginas. 19,95 euros

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