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Cuatro muertos en 20 años

Oriol Puigdemont

Si uno echa la vista atrás se dará cuenta de que tragedias como la que ayer se llevó a Shoya Tomizawa son cada vez más inusuales en el Mundial de MotoGP, un campeonato que con el paso los años ha hecho crecer exponencialmente su nivel de seguridad. La muerte de Tomizawa es la cuarta en los últimos 21 años, un dato revelador si se atiende a la velocidad que pueden llevar a alcanzar los actuales prototipos, unas máquinas de más de 200 caballos de potencia y que pesan alrededor de 135 kilos.

Hace siete años, otro japonés, Daijiro Kato, murió como consecuencia de las lesiones que se hizo en Suzuka durante la prueba de MotoGP, al irse recto y estrellarse después, de frente, contra las protecciones de la pista. En 1993, Nobouki Wakai, también nipón, murió en Jerez al arrollar a un aficionado italiano que merodeaba sin acreditación por el carril de los talleres durante una de las sesiones de ensayos de dos y medio. Cuatro años antes, en el Gran Premio de Alemania de esa misma cilindrada, el venezolano Iván Palazzese perdió la vida en Hockenheim cuando su Aprilia golpeó a la de Fabio Barchitta.

El esfuerzo de todas las partes que interactúan en el Mundial de MotoGP ha hecho que aquellos tiempos en que subirse a una moto para disputar una carrera llevaba implícito poner en serio peligro la vida del piloto hayan quedado atrás. Los tiempos en que Giacomo Agostini se plantó y decidió no correr más el Tourist Trophy de la Isla de Man (1973) en protesta por las escasas medidas de seguridad de la cita, que se cayó del calendario en 1977 (el Gran Premio de Gran Bretaña pasó a disputarse en Silverstone) tras obrarse las vidas de Gilberto Parlotti (1968) y de Santi Herrero (1970), entre otros. Fue una época en que hubo tantos muertos que resulta casi imposible tenerlos contabilizados todos hasta por la actual organización.

En los últimos 20 años, los circuitos han optimizado las medidas de seguridad y lo mismo ha ocurrido con las motos. Sin embargo, siempre que un accidente esté envuelto en unas circunstancias tan negativas como las que se dieron en el de Tomizawa en Misano (cayó en una zona rápida y fue embestido por dos corredores que circulaban pegados a él a más de 200 kilómetros por hora), las probabilidades de que la cosa termine en tragedia aumentan vertiginosamente y sin que nadie pueda mediar para impedirlo.

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