Una puerta al medievo
La Edad Media se asocia a guerra, muerte, desolación, abusos, oración y trabajo. Pocos recuerdan que fue, además, una época de euforia arquitectónica.
Existen más de 9.000 testimonios románicos en España, un 30% de lo que se calcula llegó a edificarse. La Fundación Santa María la Real de Aguilar de Campoo (Palencia) se propuso abrir mediante un libro una ventana al medievo a los niños que mostrase esta otra cara, la del día al día. Un homenaje a quienes legaron los arcos de medio punto o la arquitectura de muro y bóveda. Al herrero que trabajaba en su fragua, al albañil y al maestro de obra que levantaban la iglesia o al cantero que esculpía los capiteles del templo. Escenas de la vida cotidiana: en familia en el corral o el huerto, durante la vendimia y la cosecha o en la noche alumbrados con candiles. El resultado fue Una aldea en tiempos del románico (de Jaime Nuño y Chema Román), al que el Ministerio de Cultura ha concedido el primer premio al libro infantil mejor editado en 2009.
La noticia de la concesión la conocieron los autores por las ondas de Radio Nacional. Se habían olvidado de la convocatoria. No esperaban que Cultura se decantase por un libro de una fundación, relegando a las editoriales -por tradición las ganadoras- al segundo y tercer peldaño. Convenció al jurado su aporte "a la difusión del románico entre los más jóvenes". Con Una aldea compartieron podio exquisitas ediciones de OQO: ¡Cuántas gotas en la ciudad!, de Eva Montanari, y Los mil blancos de los esquimales, de Isabel Minhós Martins y Madalena Matoso.
Una aldea, que abarca dos siglos de historia, se divide en 28 capítulos y apenas ocupa 64 páginas de gran formato documentadas hasta el mínimo detalle. En las hojas impares desbordan en los márgenes enormes ilustraciones de Chema Román, mientras en las pares pequeños textos de Jaime Nuño explican qué se está viendo: "Queríamos mostrar lo cotidiano porque es algo que no se conoce. Leyendo este libro te das cuenta de lo poco que durante siglos cambió la vida en los pueblos. Tuvo que llegar la maquinaria para que nuestros abuelos dejasen de segar como se hacía en la Edad Media", sostiene Nuño, arqueólogo. Muchos juegos y costumbres también pervivieron hasta hace medio siglo.
Los autores diferencian "dos niveles de lectura". Con letra grande y contenido sencillo se dirigen a los niños, y con un cuerpo pequeño a los adultos. Para estos últimos se complementa la información con aspectos más técnicos. Así, en el apartado 'Cereal y pan' se aprende cómo se hacía este alimento básico y, para los más curiosos, se remata con un gráfico de un arado romano y explicaciones de lo que es una hoz o una zoqueta (una especie de guante de madera). O en 'Obras en la casa' se enseñan los distintos sistemas medievales de ensamblar maderos en la construcción.
Nuño ejerce también como coordinador general de la Enciclopedia del románico que dirigen el historiador Miguel Ángel García Guinea y el arquitecto y viñetista José María Pérez González, Peridis, asimismo presidente de esta fundación. Una monumental obra de la que ya se han publicado 30 de sus 72 tomos -se tardarán 25 años en culminarla- y en la que están embarcados 500 profesionales, muchos arquitectos e historiadores. Su objetivo: inventariar pueblo por pueblo todo el arte. Pero la fundación no solo difunde y promociona este arte, centra también sus esfuerzos en restaurar y conservar el patrimonio histórico.
Divulgar, pero sin olvidar el rigor y la minuciosidad. En este libro no hay espacio para la imaginación. "Hay que tener mucho cuidado en no meter la pata, porque Una aldea no deja de estar dentro del ámbito científico. Hemos tenido que hacer muchas correcciones", opina Nuño. "Por ejemplo, al hablar de carpintería te preguntas: ¿había garlopas -un cepillo largo para igualar las superficies de la madera- en el siglo XII? Todo tiene que responder a la realidad de la época, no puedes recrearla como te viene en gana. Te documentas, recurres a excavaciones arqueológicas, a la etnología comparada o extrapolas a la arquitectura actual". También tuvieron que cambiar los colores porque varias figuras iban ataviadas de azul. Un tono carísimo, de lujo, que se relacionaba con la divinidad o con la autoridad no con la plebe.
"Yo cuando dibujaba improvisaba y luego venían las alteraciones. En esa época había escasez de metal y casi todas las herramientas de trabajo eran de madera con el borde metálico para que no se desgastasen mucho. Así que mis dibujos chirriaban y había que cambiarlos", rememora Román. Nuño tardó tan solo una semana en escribir el texto; la parte gráfica se demoró, en cambio, varios meses. Cada ilustración llevó a Román tres o cuatro días de trabajo.
"Jaime y yo habíamos trabajado ya en otros libros, pero yo siempre dibujaba ilustraciones sueltas", recuerda Román, historiador dedicado a la publicidad y a la ilustración infantil. "En Una aldea fue complicado, había que imaginar un todo, que encajasen todos los elementos. Lo que sí tenía claro es que tenía que ser un dibujo figurativo realista". Sus referentes estéticos los encontró en Reino Unido y Francia: "En España no hay tradición de obras didácticas de historia de contenido riguroso. Tenemos mucho que aprender de ellos".
"El historiador cuando menos se le entiende más listo se cree. Y no tiene que ser así. Tiene que divulgar su trabajo. Es fácil investigar un lugar concreto, una comarca, en una fecha determinada, pero abarcar doscientos años y contarlo para que comprenda la gente es costoso", reconoce Nuño. "Muchos historiadores no están dispuestos. Han hecho más por la divulgación los periodistas, autores de novela histórica o directores como Amenábar con Agora".
El proyecto empezó con una maqueta de tres por tres metros de la iglesia románica de Revilla de Santullán, al norte de Palencia. "No era la típica maqueta rígida, recreaba el ambiente de esa época. Gustó muchísimo y la idea fue evolucionando hacia un libro", prosigue Nuño. En muchas ocasiones, claro, se ejemplifica en el libro remitiéndose a este templo y a su maestro Miguel, artífice de la edificación. Poco se conoce de este pueblo entre los siglos XI y XIII. Por eso para la elaboración de este libro tuvieron en cuenta la pintura, la escultura y la miniatura de estos sombríos años.
Una aldea en tiempos del románico salió a la venta en septiembre sin demasiadas pretensiones: 3.000 copias. Pero las tornas han cambiado. El románico fue un arte que unificó Europa desde Escandinavia al Mediterráneo y esta aldea imaginaria podría localizarse en muchos puntos. "Por eso hay interesados en traducirlo a otros idiomas y estamos pendientes también de lo que ocurra en las ferias de libros infantiles en otoño", cuenta Nuño.
La idea es hacer toda una línea didáctica para un público infantil. En la calle hay otros dos títulos de la fundación para este público: Marcelo en el monasterio (bilingüe en inglés) y Marcelo, el de Revilla. En septiembre saldrá el tercer episodio: Marcelo y los puzles. El siguiente libro en mente versará sobre un peregrino medieval y renacentista. "Queremos que sea una lectura fácil. Pero que le sirva a la gente para reflexionar. Ahora se hace el Camino consultando Internet y en una dirección, Santiago de Compostela, pero en la Edad Media tenían que volver y era toda una aventura", recuerda el arqueólogo, "no sabían qué se iban a encontrar. Eso demuestra que la fe mueve montañas". -Acercar los niños a la historia no solo se consigue a través de los libros. O, al menos, eso sostienen en la Fundación Santa María la Real, que ha programado distintas actividades para este verano. Por ejemplo, hoy en el taller Mil años jugando los niños podrán comprobar que los juegos medievales no son tan diferentes de los actuales. En Piedra a piedra, plastilina a plastilina (6 y 25 de agosto) construirán una maqueta del pueblo de Revilla de Santillán y en El enigma del monasterio (11 de agosto y 8 de septiembre) los más osados buscarán las reliquias que descubrió el caballero Alpidio y que han desaparecido del convento de Santa María. Se recuperarán también sus leyendas en Los locos seguidores del tesoro escondido (18 de agosto) y en Una historia para Marcelo los menores (1 de septiembre) construirán marionetas y escribirán un cuento. A las visitas teatralizadas están invitados también los padres. El espíritu del último abad del monasterio, el padre Anastasio de Hircio, es el encargado de conducir a los visitantes por las estancias de los monjes. Y en la Posada de Santa María la Real tendrá lugar el 2 de septiembre todo un banquete medieval: sopa castellana, cochinillo, vino, hidromiel y dulces de la época.
Reliquias y banquetes
Acercar los niños a la historia no solo se consigue a través de los libros. O, al menos, eso sostienen en la Fundación Santa María la Real, que ha programado distintas actividades para este verano. Por ejemplo, hoy en el taller Mil años jugando los niños podrán comprobar que los juegos medievales no son tan diferentes de los actuales. En Piedra a piedra, plastilina a plastilina (6 y 25 de agosto) construirán una maqueta del pueblo de Revilla de Santillán y en El enigma del monasterio (11 de agosto y 8 de septiembre) los más osados buscarán las reliquias que descubrió el caballero Alpidio y que han desaparecido del convento de Santa María. Se recuperarán también sus leyendas en Los locos seguidores del tesoro escondido (18 de agosto) y en Una historia para Marcelo los menores (1 de septiembre) construirán marionetas y escribirán un cuento. A las visitas teatralizadas están invitados también los padres. El espíritu del último abad del monasterio, el padre Anastasio de Hircio, es el encargado de conducir a los visitantes por las estancias de los monjes. Y en la Posada de Santa María la Real tendrá lugar el 2 de septiembre todo un banquete medieval: sopa castellana, cochinillo, vino, hidromiel y dulces de la época.
Talleres: 5 euros. Visitas teatralizadas, a las 23.00, 28 y 31 de julio; 4, 7, 14, 21 y 28 de agosto. 6 euros. Monasterio de Santa María la Real. Aguilar de Campoo (Palencia). www.santamarialareal.org.
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