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Reportaje:LECTURA

¿Y ahora qué, Obama?

Cuando escribo estas líneas, en febrero de 2010, ha pasado casi año y medio desde que Obama ganó las elecciones presidenciales de noviembre de 2008 y más de un año desde que tomó posesión del cargo, en enero de 2009. Ya no se habla del logro que supuso la primera gran victoria electoral de un afroamericano en Estados Unidos, ni de la formidable campaña electoral que, de manera revolucionaria, le llevó a la presidencia. Las preocupaciones diarias de los norteamericanos (y las de casi todos los ciudadanos del mundo) han sustituido a los grandes discursos y a las bonitas palabras.

Pero Barack Obama ha tomado buena nota de lo que angustia día a día a sus compatriotas y ha puesto encima de la mesa un plan de trabajo que abarca los próximos tres años y que, si gana las elecciones de 2012, se extenderá cuatro años más. De hecho, las consecuencias de lo que Obama quiere hacer con su presidencia irán más allá de esta generación y afectarán a generaciones futuras. Febrero de 2010 supone un punto de inflexión en el mandato del presidente Obama, un antes y un después esencial, en política exterior y en materia nacional, que abarca la economía, la reforma sanitaria, la educación, la energía y todo su programa electoral. "La promesa de renovar el sueño americano" de que Obama lleva hablando desde hace años de manera insistente está más viva que nunca. Obama es un hombre realista y un político pragmático. Pero no renuncia a su programa electoral, "a los motivos que me llevaron a querer ser presidente, en primer lugar".

Bush abrió más frentes que nadie y se encontró con una brutal crisis económica. Obama ha introducido realismo
Los norteamericanos están siempre alerta. Por eso, en 2008 decidieron poner remedio a tiempo

Obama ha tomado nota de lo que quieren y necesitan los norteamericanos, y cómo "sienten su forma de gobernar". Sabe que debe centrarse, en el corto plazo, en arreglar la economía y crear puestos de trabajo, al tiempo que saca adelante la reforma sanitaria. Sin embargo, Norteamérica es hoy un país dividido, polarizado, enfrentado. De las muchas Américas que hay, podemos simplificar diciendo que, por la ley de los grandes números, una se agrupa en torno a Barack Obama y la otra, en torno a la visión de Sarah Palin, quizá su contrincante electoral en el futuro.

Una encuesta Gallup de mediados de febrero de 2010 mostraba lo muy divididos que están los norteamericanos en casi todo. Solo un 36% cree que Obama ha estado manejando correctamente la reforma sanitaria. Desde el punto de vista político, el 74% de los demócratas apoya a Obama (apenas ha perdido apoyo dentro de su propio partido), frente a solo el 7% de los republicanos. Una diferencia de 67 puntos separa a demócratas y republicanos en su apoyo al presidente en la cuestión de la reforma sanitaria. Pero esta brecha se extiende también a otras cuestiones: 56 puntos de diferencia en el manejo de la economía y 52 en la lucha contra el terrorismo.

Es la hora de las grandes decisiones, de lanzar grandes iniciativas. En política internacional, Obama ha decidido recoger el guante que le ha lanzado China, que quiere disputarle el liderazgo mundial. "Acepto el reto", ha dicho Obama, y ha presentado y va a seguir presentando batalla: Obama no va a permitir que China arrebate a Estados Unidos el liderazgo mundial. Cuando menos, cinco son los frentes de disputa con China, y Obama quiere ganar en todos ellos.

La guerra de Afganistán debe acabar, al igual que la de Irak. Ambas tienen fecha de caducidad. A principios de febrero de 2010, las tropas de la coalición internacional, junto con soldados afganos, lanzaron la mayor ofensiva contra los talibanes desde la invasión del país en 2002. Golpear fuertemente a los insurgentes ahora, para retirarse después. Eso es lo que prometió Obama en la campaña electoral y lo que reiteró en su discurso de 1 de diciembre de 2009 en West Point, cuando anunció, por segunda vez, que enviaría más tropas al país asiático. Y, también por vez primera en muchos años, Estados Unidos ha conseguido la colaboración clave de los servicios de espionaje de Pakistán para capturar al máximo jefe militar de los talibanes, Abdul Ghani Baradar. Un gran éxito de Obama, pues a pesar de los muchos años de esfuerzos y del dinero invertido en ayudar al Gobierno paquistaní, este siempre había sido renuente a ayudar a los norteamericanos en su lucha contra los talibanes refugiados en suelo paquistaní. Pero las cosas han cambiado, con un Obama más dispuesto que nunca a poner todos los medios a su alcance para cumplir su promesa de terminar con la guerra de Afganistán. En Irak, el prometido repliegue de las tropas, que vuelven a casa, ya ha comenzado.

Pero la ofensiva internacional de Obama va más allá de China y de Afganistán e Irak. Países como Irán, Corea del Norte o Venezuela se enfrentarán a sanciones de Norteamérica si persisten en su actitud desafiante. Estos países -sus dirigentes, más bien, porque sus gentes solo quieren vivir en paz y prosperidad- entendieron como debilidad la mano tendida de Obama a sentarse en la mesa de negociación. En España tenemos un refrán: "Les das un dedo, y se toman el brazo". Se equivocaron los "enemigos de América" si entendieron por debilidad lo que era una postura pragmática de negociación, fruto de la necesidad y de una visión nueva de las relaciones internacionales.

Los norteamericanos necesitan, de nuevo, sentirse orgullosos de ser americanos, como diría Ronald Reagan (uno de los presidentes más citados por Obama en sus libros autobiográficos y en sus discursos: la coherencia y la constancia son dos rasgos de carácter que ambos presidentes comparten). Una vez más, Norteamérica debe ser un foco de luz en el mundo.

Obama se presentó a la opinión pública con dos propuestas claras en política internacional: multilateralismo y apertura a las negociaciones, incluso con los enemigos de América. Bien es cierto que Obama necesitaba aplicar dosis de realismo a la política internacional norteamericana, después de la herencia de despilfarro del presidente Bush. En palabras de Dick Cheney, vicepresidente de Bush: "En política internacional, los déficits no importan". Y con este criterio Bush abrió más frentes en política internacional que ninguno de sus predecesores en todo el siglo XX. Al final de su mandato, Bush se encontró con una crisis económica brutal que amenazaba con desestabilizar Norteamérica y hacer insostenible su carísima política internacional. Todo esto lo heredó Obama, quien decidió introducir dosis de realismo.

Sin embargo, como con casi todo en la vida, "somos nosotros y nuestras circunstancias", los que nos rodean. La política internacional norteamericana no se compone solo de lo que haga Estados Unidos, sino también de lo que sus amigos, aliados y enemigos decidan hacer. En este sentido, Norteamérica no es el único país que tiene una agenda propia. China quiere ser gran potencia: ya lo es, pero quiere que se le reconozca como tal en la escena internacional. Irán, Corea del Norte o Venezuela tienen sus propios objetivos, y no están dispuestos a renunciar a ellos por mucho que Obama quiera sentarse a negociar. Más aún, estos países, por tener una profunda visión ideológica de la vida, no se alejan ni un milímetro de sus objetivos políticos, y malinterpretan la voluntad negociadora de Obama confundiéndola con debilidad.

Estos países, claramente, no prestaron atención al discurso de aceptación del premio Nobel de la Paz que dio Obama, en el que habló de la guerra justa y de que él, "como comandante en jefe, no podía permitirse el lujo de ser un pacifista y comportarse como Gandhi o Martin Luther King, Jr.". Lo que estos países pueden esperar, a partir de ahora, es un poquito más de dureza por parte de la Administración de Obama. Esto sucederá en condiciones difíciles para el país: no solo por la crisis económica y por las dos guerras abiertas, sino porque los enemigos de Norteamérica han descubierto que son más fuertes si se unen e intercambian recursos naturales, inteligencia, bienes y servicios, etcétera. La amistad entre Irán y Venezuela (dos de los mayores productores de petróleo del mundo); Corea del Norte dependiendo de China cada vez más; China, India, Rusia y Brasil intensificando sus relaciones comerciales y estrechando lazos económicos... Son demasiados frentes abiertos: pero Norteamérica, y Obama, tendrán que enfrentarse a ellos.

En el caso de China, las cosas se complican, porque ambos países se necesitan mutuamente: 77.400 millones de dólares obtuvo Estados Unidos de sus exportaciones a China en 2009, y son 800.000 millones de dólares los invertidos por China en bonos del Tesoro americano. Aun así, Estados Unidos ha decidido vender armas a Taiwan. Obama ha recibido en la Casa Blanca al Dalai Lama: la Casa Blanca recalcó el "firme respaldo" del presidente Obama para "la preservación de la singular identidad religiosa, cultural y lingüística del Tíbet, y la protección de los derechos humanos de los tibetanos en la República Popular China". Norteamérica proclama la libertad de expresión y la libertad en Internet (defendiendo así a Google), y pide una mayor apreciación de la moneda china, lo cual -de producirse- derivaría en una mayor igualdad en las relaciones bilaterales comerciales entre Estados Unidos y China.

Todo esto ha enfadado enormemente al Gobierno chino de Hu Jintao. Para los chinos, Taiwan es una cuestión clave en su soberanía nacional e integridad territorial. Lo mismo pasa con el Tíbet: según Pekín, el Dalai Lama no es un líder espiritual, sino un separatista que busca la independencia del Tíbet. La defensa que ha hecho el Gobierno norteamericano de Google (que ha sido objeto de censuras y de ataques cibernéticos desde Pekín) es una defensa, también, de los derechos humanos, entre los que se cuenta la libertad de expresión. Por último, están el comercio y la economía, que es lo que hará que una potencia u otra ostenten la primacía en el futuro: "Si Estados Unidos consigue competir en igualdad de oportunidades", afirmó Obama en su discurso sobre el estado de la Unión, "mantendremos el liderazgo mundial en el siglo XXI (...). Vamos a intentar ser mucho más duros en la aplicación de las regulaciones existentes, y presionar de manera constante a China y a otros países para que abran sus mercados de forma recíproca". Se acabaron los paños calientes con China. Nadie amenazará la primacía norteamericana.

Obama intentó entablar relaciones de cierta normalidad con Irán: "Hemos dicho de todas las maneras posibles que estamos dispuestos a tener conversaciones constructivas con Irán sobre su programa nuclear", ha dicho, en línea con su forma de entender las relaciones internacionales y calmar los ánimos. Sin embargo, el reciente anuncio de Irán de que ha empezado a enriquecer uranio con fines civiles y médicos ha enfadado notablemente a la comunidad internacional, que quiere imponer sanciones. Irán podía haber evitado el problema acudiendo primero al Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), demostrando buena fe y transparencia. Sin embargo, en lo que es ya una pauta de comportamiento habitual, prefirió actuar primero e informar al mundo después. Según el US National Research Council, el nivel alcanzado por Irán en el enriquecimiento de uranio (20%) es "demasiado elevado, y alcanza el umbral a partir del cual desatar una reacción nuclear". La respuesta de Obama no tardó en llegar: "(Los gobernantes iraníes) persiguen una línea de actuación que conduciría a la creación de armas nucleares, y eso no es aceptable".

A las declaraciones del presidente se sumaron las del jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, almirante Michael Mullen, quien, en gira por Oriente Próximo para visitar a los países árabes amigos de Estados Unidos, se refirió a Teherán como "un peligro" y acusó a su régimen de intentar extender su poder en Líbano, Gaza, Yemen e Irak. Hillary Clinton, desde Qatar, donde participó en el Foro Estados Unidos-Mundo Islámico, advirtió de que "la postura de Irán no deja otra opción a la comunidad internacional más que endurecer las sanciones". Por primera vez en año y medio, Obama ha decidido endurecer su postura hacia el régimen de Teherán, al igual que con China.

(...) Suele decirse que los habitantes del Imperio Romano no se enteraron del declive de su imperio hasta que fue demasiado tarde y ya habían sido invadidos por los bárbaros. En contraste, los norteamericanos viven en estado de permanente paranoia: "Only the paranoids survive" (solo los paranoicos sobreviven), afirmó Andy Grove, ex presidente de Intel Corporation, una de las empresas con más éxito de Estados Unidos a nivel mundial, primer fabricante de microprocesadores, en su libro de memorias. El permanente estado de paranoia hace que nunca te confíes, que siempre estés alerta y atento a los retos, a los problemas, para una vez identificados, intentar resolverlos. Eso es lo que hicieron los estadounidenses en las elecciones de noviembre de 2008: elegir un líder nuevo para un tiempo nuevo; poner remedio cuando aún había tiempo.

Obama y el liderazgo pragmático, de Jorge Díaz-Cardiel. Editorial Profit. Precio: 19 euros.

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