Mi tía Norma
Recuerdo cuando tenía seis años que en casa, con mi primo y mi hermano, hacíamos obras de teatro. Una de ellas se llamaba Perico de los Palotes y me tocaba hacer de camarera. Era un papel pequeño, casi no decía nada, y yo estaba profundamente ofendida.
-Tía, no tengo casi papel.
-Malena, no existen los papeles pequeños. Es tan importante tu papel como el protagonista.
Así podía continuar jugando con la convicción de que lo mío era muy, muy importante.
Me enseñó tantas cosas que no hay palabras para expresar mi gratitud. Su pasión por el teatro, la poesía y la vida era infinita. Daba igual que fuera para una animación en un centro comercial, un casting o un protagonista en el Centro Dramático Nacional. La implicación y el trabajo tenían que ser los mismos. Me enseñó a mirar, a hacerme preguntas, a desentrañar textos, a construir el camino, a preparar mi alma en cada uno de los trabajos.
Una mujer peleona que no callaba ni debajo del agua. Divertida, se reía hasta de su propia sombra. Golosa, deseosa de una fiesta, una reunión, una charla. Tenía su punto dramático, como buena actriz, pero jamás se enganchó en la pena; la del exilio, la de tener a sus padres lejos, la de separarse de sus amigos, la de la enfermedad que la fue limitando.
Excelente actriz, directora y maestra, maravillosa tía. Quería vivir a toda costa. Daba igual que, como decía ella, "estuviera hecha unos zorros". Murió con la ilusión de la vida. Me consuela pensar que sigue viva en cada uno de los que la conocimos y disfrutamos, herederos de sus palabras, su sabiduría y sus ganas.
Malena Alterio es actriz.
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