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Reportaje:

La conexión gallega de Honduras

Zelaya, que marcó el gol que eliminó a España en 1982, jugó después en el Deportivo

"Tenemos fe", advierte Héctor Zelaya, Pecho de Águila, el futbolista que con su gol amargó a España en 1982 y que hoy estará en la grada del Ellis Park de Johannesburgo para dar aliento a su país, Honduras. "Seguramente seamos inferiores en fútbol, pero entonces empatamos y los jugadores de ahora están hechos del mismo material que nosotros: somos hondureños". Zelaya es un tipo respetado en su país, no vive de las rentas de aquella gesta lograda en una noche de junio en Mestalla, pero su presencia reaviva el recuerdo del mayor hito balompédico del país, quizás también social. "El fútbol sirve para mantener unido al país, da alegría a la gente", describe ya cincuentón y sin resquemor cuando mira hacia atrás y hace balance de una carrera futbolística que acabó con 25 años.

"Disfruté cuando el Dépor, con los años, creció y fue campeón"
El futbolista se acuerda de la lluvia y de su vida en Monte Alto

Fue en A Coruña donde se dio cuenta de que todo se torcía. El escenario era el de un Deportivo tan humilde como necesitado, tan apurado por las deudas como anhelante de jugar entre los grandes. Tras el Mundial, con un estadio recién remodelado y tras una década lejos de Primera División había llegado al club Jesús Corzo, un nuevo presidente que ya había tenido una breve experiencia al frente del Rácing de Ferrol. Zelaya fue su fichaje mediático, un centrocampista con capacidad para pisar ambas áreas al que precedía la fama de su gol a España. Pero aquel gol lo había marcado lesionado. "Dos años antes, en un partido de clasificación para el Mundial contra El Salvador, me empezó a molestar la rodilla derecha, desde entonces jugué con dolores", recuerda.

Tras disfrutar de los homenajes en Honduras e incorporarse a su nuevo destino en A Coruña regresaron las molestias. Lo recuerda con nitidez: "Fue en Ferrol, en el trofeo Concepción Arenal". Lo intentó durante año y medio más, pero ya no volvió a jugar con la camiseta blanquiazul. Regresó a su país, a Motagua, el club de su vida, jugó un puñado de partidos, los suficientes para darse cuenta de que el fútbol se había acabado para él. "Tras la quinta operación quirúrgica decidí retirarme e invertir el dinero que había ganado en cafetales". Descartó seguir como entrenador. "No tenía condición física, incluso durante un tiempo se barajó la opción de implantarme una prótesis, y para enseñar hay que demostrar", sostiene. Pero mira hacia Riazor y brotan los recuerdos. "Disfruté cuando el equipo, con los años, creció y fue campeón. Cuando estuve yo era diferente, pero también teníamos grandes jugadores. Me queda la tristeza y el pesar de no haber colaborado con ellos para conseguir el ascenso".

Aquel objetivo se esfumó en un memorable último partido contra el Rayo Vallecano en Riazor. Zelaya lo vivió en la grada. "Fue de los más duros que he visto en un campo de fútbol". Se acuerda de Silvi, Moreno, Jorge o el fallecido José Luis. De Peralta -"un jugadorazo"-, el mediocentro que se hizo con el puesto que estaba reservado para él o de Albiol, un delantero valenciano que tampoco hizo fortuna en Riazor y del que pregunta si es familiar del central de la selección española. "¿Entonces es su tío? Me había llamado la atención el apellido".

Zelaya se acuerda de la ciudad, de la lluvia, pero de la fascinación que sintió al vivir el día a día, de su vida en el barrio de Monte Alto, en la calle Comercial, donde era querido y admirado. "Entonces para los hondureños era complicado salir del país y más a otro continente. Habíamos estado en Túnez en el Mundial juvenil y la concentración en España fue en Zuera, en la provincia de Zaragoza, un lugar genial. Pero A Coruña era perfecta para vivir. El pasado verano mis hijas estuvieron allí, querían ver la ciudad de la que tanto les hablaba. Ahora tengo que buscar yo el momento para ir, visitar todos aquellos sitios, a Manolo Castelo, de Radio Coruña, ¿todavía sigue en la radio?".

Antes tiene una cita en Sudáfrica. La de esta tarde será una suerte de deja vu. Dice Zelaya que en 2010 vale la misma filosofía que en 1982. "Como entonces en comparación a España no tenemos grandes estrellas ni nombres de relumbrón, pero sí grandes jugadores con mucha dignidad. El secreto para ganar es tener respeto hacia el rival, mucho trabajo y pocos temores, eso fue lo que hicimos nosotros y lo que nos dio resultado". Entonces empataron. Hoy una igualada sería nefasta para ambas selecciones, pero a Zelaya no le cogería de sorpresa. "Lo digo en broma, pero también en serio: contra España estamos empatados en el historial, jugamos tan sólo en aquel Mundial e igualamos después de que nosotros fuéramos ganando durante más de una hora. Volver a conseguir un resultado similar es una misión complicada, pero un reto muy bonito para unos jugadores que defienden a una nación que necesita incentivos".

El futbolista Héctor Zelaya sostiene, en Tegucigalpa, la camiseta de la selección hondureña con la que marcó el gol que eliminó a España en 1982.
El futbolista Héctor Zelaya sostiene, en Tegucigalpa, la camiseta de la selección hondureña con la que marcó el gol que eliminó a España en 1982.

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