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El Barcelona, campeón de la Euroliga
Columna
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Para quitarse el sombrero

Ni un solo pero que valga. En el momento justo, en la ocasión indicada, el Barcelona demostró de cabo a rabo por qué es el mejor equipo de Europa. Y esta vez ha dejado de ser una suposición, pues ya cuenta con la confirmación de la competición. Su actuación fue tan convincente que el equipo griego, guerrero e inasequible al desaliento, tuvo que aceptar la evidencia y rendirse antes de lo esperado después de intentarlo todo.

Pero, cuando muestra una versión como la de ayer, el Barça resulta inaccesible. En el juego abierto y en el de guerrillas que intentó Giannakis en el tercer cuarto sacando a sus jugadores más ardorosos defensivamente, los azulgrana dominaron el marcador y el espíritu.

El Barça aúna como nadie el talento con el esfuerzo, la solidaridad y el compañerismo
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El Barça es una apisonadora

Para mayor satisfacción colectiva, lo hicieron de una forma en la que todo el mundo pudo demostrar las razones por las que se merecen ser campeones de la Euroliga. Desde los hombres de referencia, como Navarro, que hizo de Navarro, hasta esos que no copan las portadas, pero que dan la consistencia necesaria para poder ejercer labores de desgaste tan habituales en estos tiempos. Gente como Sada, inédito en la semifinal y que estuvo imperial cuando se le solicitó, que fue mucho más de lo esperado. Esto nos lleva a otro de los triunfadores de la noche, Xavi Pascual.

Todas sus decisiones fueron felices. Desde la inicial al sacar en el quinteto a N'Dong para que se midiese con Schortsanitis hasta la rápida puesta en escena de la segunda unidad, ya al completo durante el primer cuarto. Y sobre todo en ese momento crítico del comienzo del tercer cuarto, cuando Beverly, un hiperactivo defensor, consiguió sacar de sus casillas a Rubio. Pascual no esperó a daños mayores y, con sólo dos minutos jugados, sentó a Ricky Rubio y volvió a poner en la pista a Sada. Bajo su dirección y temple, el Barça recuperó la armonía suficiente para volver a marcar el ritmo de los acontecimientos.

Repasando las actuaciones individuales, llegas a la conclusión de que el Barça logró la cuadratura del círculo. Funcionaron sus estrellas y los actores secundarios. Anotaron los encargados de hacerlo, rebotearon los especialistas y hasta taponaron los que mejor lo saben hacer, como Morris y Vázquez. Cumpliendo con su condición de mejor equipo defensivo de Europa, dejaron en 68 al mejor ataque de la competición. En ningún emparejamiento supo sacar tajada el Olympiacos. En todos y cada uno de ellos terminó construyendo su éxito el Barça. Ni un Schortsanitis que parece un ciclón cuando se mueve, ni Kleiza, un jugador importante en la NBA, ni Papaloukas ni mucho menos Teodosic, afortunadamente muy mermado por problemas estomacales.

El partido fue azulgrana de principio a fin y pone colofón a una trayectoria espectacular de un equipo que aúna como ninguno la eficacia en las labores más relacionadas con el talento con las que requieren otras virtudes como el esfuerzo, la solidaridad y el compañerismo. A todas atiende este equipo al que todavía le queda recorrido como para pensar que esto no se quede en flor de una sola temporada. Todo un lujo de colectivo, un equipo para quitarse el sombrero.

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