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Gran Bazar en el barrio del Fondo

Con 74 nacionalidades y más de un centenar de lenguas, los comerciantes de Santa Coloma tratan de captar nuevos clientes

Poco antes de las nueve de la mañana, las calles del populoso barrio del Fondo, en Santa Coloma de Gramenet (Barcelonès), son un hervidero. Comerciantes, carretilleros y transportistas se apresuran a poner en marcha los establecimientos. Se asegura en Santa Coloma que en el Fondo se puede comprar cualquier producto, provenga de donde provenga. De hecho, es un Gran Bazar en el que conviven personas de 74 nacionalidades, se hablan más de un centenar de idiomas, y donde el 40% de la población es extranjera.

Pero esta Babel caótica mantiene un orden y los nuevos locales conviven con los negocios colomenses de mayor solera. Ahora la activa Asociación de Comerciantes Fondo Comerç, que está integrada en un 25% por empresarios inmigrantes, y el Centre de Normalització Lingüística l'Heura han puesto en marcha un nuevo proyecto: una campaña para impulsar el catalán en las relaciones entre comerciantes y clientes. Se trata de un juego, que se vale de pósters y trípticos distribuidos en las tiendas para poner en circulación algunas palabras básicas, en un entorno en el que la lengua franca es, a duras penas, el castellano.

El 30% de la población extranjera de la zona es china

A un paso de la plaza del Reloj, centro neurálgico del barrio, uno puede comprar desde dulces marroquíes a ojo de dragón -un exótico fruto chino de piel rugosa y sabor similar a la uva-, adquirir el último éxito del cine de Bollywood, degustar el pollo al tandoori paquistaní y cortarse el pelo en una peluquería dominicana. El idioma es el principal escollo en ese viaje y eso hace que la mayoría de comerciantes se vean obligados a orientar el negocio a sus compatriotas. Los más emprendedores, en cambio, rotulan ya en diversas lenguas para atraer a nueva clientela.

Una de las comunidades con mayor presencia es la china, que supone el 30% de la población extranjera en el barrio. Desde que comenzó su desembarco en torno a 1992, decenas de orientales han abierto negocios para satisfacer las necesidades de sus compatriotas y evitar que éstos topen con el obstáculo del idioma. Lily regenta desde hace tres años la agencia de viajes Sol Travel, que gestiona vuelos a todo el mundo, pero sobre todo a Shanghai, que en verano y con la compañía KLM pueden costar unos 600 euros. "Por la crisis hemos perdido la mitad de las ventas", explica la joven casi sin apartar la vista de su ordenador. "La mayoría de chinos vuelve a casa por dos motivos: ver a la familia o tratarse una enfermedad, porque aquí el idioma es una barrera".

Precisamente, para hacer caer barreras y abrir mercado, los comerciantes autóctonos han dado un paso adelante y se han decidido a contratar a dependientes chinos que, además de eficientes, actúan como intérpretes. Uno de los casos más curiosos es el de Casa Hernández, una tienda de embutidos que lleva 49 años en la plaza del Reloj y procede de Guijuelo. Exporta jamones ibéricos a todo el mundo y tiene en Shu Fen a una vendedora especializada en vender las delicias de Salamanca a sus paisanos.En el Fondo de Santa Coloma, hay asesorías fiscales impulsadas por españoles que se han especializado en atender a inmigrantes, e incluso abogados dedicados a asuntos de extranjería que trabajan a destajo.

En ocasiones, la comunicación es difícil en esta torre de Babel. La asociación de comerciantes hace, en este sentido, una importante labor como intermediaria: soluciona problemas lingüísticos y hace otras gestiones para allanar el camino a los recién llegados.

Pablo, que lleva 38 años tras el mostrador de la droguería Alegría, cuenta que los hijos de los inmigrantes, escolarizados en Santa Coloma, son los mejores intérpretes. "Hablan en catalán o castellano con nosotros y traducen a sus padres. Si no, siempre nos quedan los gestos", cuenta antes de hacer una defensa del barrio. "La imagen de inseguridad que algunos tienen del Fondo es irreal", agrega. Opina lo mismo Clara, al frente de la tienda de muebles Azor. Tiene por vecinos a varios supermercados orientales, colmados de productos exóticos. La relación con los comerciantes chinos y su afición al taichi la llevaron a ser una de las impulsoras, hace dos años, de la Asociación Popular Cultural China y Catalana, que pone en marcha cada año una escuela para que los niños chinos no olviden sus raíces y conozcan también las tradiciones catalanas.

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