El contrabando atómico amenaza la seguridad global
La ONU ha detectado 390 casos de robo de material nuclear
El 14 de diciembre de 1994, gracias a un soplo anónimo, la policía checa recuperó en un coche aparcado en las calles de Praga una caja cargada con 2,7 kilogramos de uranio enriquecido al 87,7%, un grado de pureza equiparable al de las cabezas atómicas del Pentágono. Seis meses después, las fuerzas de seguridad checas intervinieron otros 500 gramos del mismo material en la capital y una muestra de 17 gramos en una localidad del sur del país.
Varios rusos y un físico nuclear checo fueron detenidos, aparentemente sin haber logrado vender su producto, en uno de los episodios más escalofriantes de contrabando atómico jamás destapados. Unos 25 kilogramos de ese tipo de material equivalen a la bomba de Hiroshima.
El Baradei: "El uranio enriquecido para una bomba cabe en un balón"
La turbia trama checa es sólo un fragmento del amplio mosaico de los tráficos nucleares ocultos. El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) enumera en su base de datos 18 robos de uranio o plutonio refinados a niveles idóneos para uso militar desde 1993. Incluyendo hurtos o desaparición de material en la industria civil ?menos enriquecido, pero también peligroso? ha habido 390 casos. "Pero eso es sólo la punta del iceberg, porque los gobiernos son generalmente muy reticentes en hacer públicas las pérdidas de material tan sensible", asegura en conversación telefónica Leonor Tomero, directora del departamento de No Proliferación del Centro para el Control de Armas de Washington. La Cumbre sobre Seguridad Nuclear
supone ahora un gran "paso adelante", argumenta Tomero.
"Nadie que haya examinado las pruebas alberga dudas de que grupos terroristas ?incluidos Al Qaeda, separatistas chechenos y [el paquistaní] Lashkar-e-Taiba? han mostrado interés y dado pasos para adquirir material y equipamiento. El uranio altamente enriquecido necesario para ensamblar una bomba nuclear elemental podría esconderse en un balón de fútbol", ha escrito en The New York Times Mohamed el Baradei, director del OIEA hasta diciembre.
Nadie lo ha logrado por ahora y el contrabando nuclear ha consistido en una serie de trapicheos perpetrados por trabajadores del sector con la mera intención de sacar partido económico y sin fines ideológicos.
La batalla para evitar un acto terrorista nuclear se libra en dos frentes. Por un lado, además de garantizar la seguridad de las más de 20.000 ojivas en los arsenales de los nueve países con armas atómicas, se trata de blindar todos los centros de enriquecimiento de uranio militares y civiles, los laboratorios de investigación y los almacenes de combustible. Todos los robos registrados hasta ahora afectan a estos centros y no a los arsenales.
El principal reto es impedir que el personal empleado en instalaciones estratégicas ofrezca información técnica o dé apoyo a Estados con programas nucleares encubiertos o a grupos terroristas. Las andanzas del científico Abdul Qadir Jan, el padre de la bomba atómica paquistaní, han sido durante muchos años una de las peores pesadillas de los servicios secretos occidentales. Jan y su red facilitaron entre los años ochenta y noventa material e información a países como Libia, Corea del Norte e Irán.
Todavía hoy, no queda claro si Jan actuó por su cuenta o bajo órdenes de la cúpula militar, del espionaje o del Gobierno de su país. La simple sospecha de que actuara por libre dibuja escenarios escalofriantes.
"Es un problema que hay que tomar muy en serio", opina en una entrevista telefónica Daniel Nord, director adjunto del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo. Nord señala un fenómeno que complica la situación: la previsible creciente utilización de energía nuclear en los países emergentes, y la consecuente proliferación de centros y materiales susceptibles de ser saqueados. "Estoy convencido de que la cuestión del acceso a la tecnología será ?más que el desarme? el eje la conferencia de revisión del Tratado de No Proliferación Nuclear que se celebra en mayo", señala Nord.
Aunque diseñar una cabeza atómica es complicadísimo, hacer estallar una bomba sucia ?una carga convencional con un paquete de uranio enriquecido? no lo es tanto. La explosión tendría una magnitud muy inferior a la de una cabeza atómica, pero su impacto sobre la historia sería sin duda tremendo.
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