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Reportaje:24 HORAS EN ... CAGLIARI

La discreta 'signora' sarda

Elena G. Sevillano

El escritor D. H. Lawrence huía con su amante en 1921 cuando quedó maravillado ante la Costa Sarda: "De pronto aparece Cagliari: una ciudad desnuda que se eleva escarpada, como de oro, amontonada, desnuda hacia el cielo". Fue amor a primera vista. Coronada con su noble ciudadela pisana y superviviente de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, Cagliari sigue siendo un estratégico puerto mercantil del Mediterráneo mientras aguarda su renacer urbanístico con ambiciosos proyectos de Zaha Hadid y Rem Koolhaas. Más cerca gracias a los vuelos de bajo coste y más terrenal que la exclusiva Costa Esmeralda, Cagliari (160.000 habitantes) espera su momento. No tiene prisa.

09.00 Capuchino con el poeta

Una de las mejores maneras de adentrarse en el corazón de Cagliari comienza en una pequeña y anodina plaza, de nombre Costituzione

(1), que es poco más que una minúscula rotonda de césped. Aquí, casi equidistante de los cuatro barrios históricos -Castello, al norte; Stampace, al oeste; Villanova, al este, y Marina, al sur-, está la terraza del Antico Caffè (en el número 10/11 de la plaza; www.anticocaffe1855.it), toda una institución desde el XIX, cuando acogió en sus mesas a la Nobel Grazia Deledda y al propio Lawrence, autor de Cerdeña y el mar. Mientras se apura el capuchino, los ojos se van sin remedio al norte, hacia la imponente fachada del bastión San Remy (2), una mole decimonónica asentada en las murallas de la ciudadela. Dos escalinatas zigzaguean hasta la explanada de la azotea, con bancos y palmeras, que disfruta de una espléndida panorámica de la ciudad, rodeada de marismas. Al este, cerca del monte Sella del Diavolo, se divisa Sant'Elia, un degradado barrio portuario que ha atraído a lo más granado de la arquitectura. Rem Koolhaas tiene un proyecto de rehabilitación integral y la angloiraquí Zaha Hadid planea el Betile, un museo con forma de ola rompiente dedicado al arte contemporáneo y la cultura nurágica (la ancestral civilización nativa). La vista queda enmarcada por la bahía de los Ángeles

(3), a la que arribaron los comerciantes fenicios para fundar Karalis (ciudad rocosa) y que luego sería codiciada por romanos, pisanos, aragoneses y piamonteses. Un valor estratégico. Bombardeada por los aliados durante la Segunda Guerra Mundial y elegida hoy como puerto en el Mediterráneo de varias multinacionales, Cagliari siempre ha sido la deseada.

11.00 Un paseo milenario

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Toca seguir ascendiendo. Rumbo al corazón de piedra caliza del Castello (4), una ciudadela romboide erigida en el siglo XIII sobre un promontorio. Domina desde las alturas, con sus dos recias torres gemelas de caliza, la de San Pancracio y la del Elefante. Por sus largas callejuelas vivieron los aristócratas pisanos y aragoneses en los siglos XIV y XV. Aún mantiene esa función residencial, con palacetes y sin apenas tiendas ni bares. En la plaza del Palazzo se alza la catedral de Santa María (5)

de estilo románico pisano (entrada gratuita, de 7.30 a 12.00 y de 16.00 a 20.00, los días laborables, y de 8.00 a 13.00 y de 16.30 a 20.30, los festivos). Su bóveda define el skyline. Por la Via Martini se llega a la torre de San Pancracio (6) (de 9.00 a 17.00, excepto lunes; 2 euros), una atalaya blanca del siglo XIV que se yergue en el punto más alto de la ciudad. Quizá los primeros comerciantes que llegaron a la bahía fueran avistados desde aquí por los aborígenes, los guerreros de la enigmática cultura nurágica (1700 a 300 antes de Cristo). Dejaron sus edificaciones cónicas (quedan restos de unas 7.000), pero poco más se sabe de ellos. Sus escasos vestigios en forma de figuritas de bronce se conservan en el Museo Arqueológico

(7), en el complejo de la Cittadella dei Musei (Piazza Arsenale, 1, de 9.00 a 20.00, lunes cerrado, 4 euros, 5 con entrada conjunta a la Pinacoteca Nacional).

13.00 Regreso al pasado en Stampace

Saliendo de la ciudadela por la torre del Elefante (también del XIV), se regresa al bullicio comercial del barrio de Stampace y al esplendor del Imperio Romano. Porque del siglo II después de Cristo data el Anfiteatro

- H, labrado también en piedra caliza (Viale Fra Ignazio; de 10.00 a 13.00 y de 15.00 a 18.00; en invierno, de 10.00 a 16.00). Con sus gradas augustas, es quizá el monumento romano más importante de la isla, aunque a los lugareños no les importó saquearlo para construir el Castello. Vagar a través de mil años da hambre. Para una parada rápida servirá la inquieta plaza Yenne (9), rodeada de fachadas superpuestas que se escalonan hacia el Castello como un escenario ocre y granate. El Forum Café (en el número 23), ofrece panini, pizza y pasta sin complicaciones. Pero el postre es sagrado: helado artesanal en L'Isola del Gelato (en el 35). De aquí parte el Largo Carlo Felice

(10), el gran bulevar del centro, con tiendas multimarca y grandes almacenes, que desemboca en el paseo marítimo. El azul de la bahía incita al chapuzón. Varios autobuses parten hacia la cercana y larguísima playa de Poetto

(11), nueve kilómetros de arenas blancas y aguas limpias.

17.00 'Passeggiata' por la Marina

El sol declina y es buen momento para disfrutar de las fachadas ocres del barrio de Marina. En el frente marítimo aguarda Via Roma

(12) y su decimonónico paseo porticado. Invita al placer de la passeggiata, o paseo vespertino, que se puede prolongar hasta el neogótico Palazzo Municipale (13). El paseo es el umbral del antiguo barrio de los pescadores, un rectángulo de callejuelas peatonales y aireadas, repoblado con tiendas y restaurantes. Barcelona no está lejos (ahí está la Via Barcellona y el equipo de fútbol, el Cagliari, de zamarra azulgrana). Los pescadores se marcharon, pero dejaron tras ellos los aires marineros. Se ve en las tiendas de artesanía: cestas de rafia de Castelsardo y collares de coral de Alghero. Y el omnipresente licor de mirto.

19.00 Arte en el matadero

Es cierto que el cuarto barrio histórico, Villanova, tiene poco que visitar. Es la zona más reciente, territorio de los antiguos campesinos del interior que se establecieron aquí para comerciar. Lo mejor es ir directos al Exmà

(14) (Via San Lucifero, 71; en verano, de 10.30 a 13.00 y de 18.30 a 24.00, lunes cerrado), el antiguo matadero municipal (ahí están unas cabezas de vaca en la fachada para atestiguarlo), ahora transformado en un activo centro cultural: exposiciones de arte contemporáneo, de fotografía, conciertos al aire libre en verano...

21.00 Copa en la ciudadela

Apuesta segura para cenar son las trattorias de Via Sardegna (15). Lillicu (en el número 78) sirve langosta a la cagliaritana (con limón y aceite de oliva) y en Ci Pensa Cannas (en el número 37) vaya a lo sencillo: penne all'arrabiata y filete de pez espada a la parrilla. La noche sigue en las discotecas del Corso Vittorio Emanuele II (16) o en los clubes juveniles del Poetto. O mejor: una copa en la terraza del Bastión, en uno de los locales más cool de la ciudad, el Caffè degli Spiritti, bar, restaurante y club. Suena Mercy, de Duffy, y los sofás negros al aire libre invitan a tumbarse para divisar la ciudad con el aplomo de un moderno prefecto romano. Tanta noche por delante...

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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