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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Lecciones de la nevada

Los ciudadanos de Girona no pueden ser rehenes de una distribución eléctrica obsoleta

Siete días, al menos, de pesadilla. Es el precio que han pagado miles de vecinos de Girona por las secuelas de la tormenta de nieve que azotó Cataluña (la página más lamentable ha sido la muerte de una mujer por inhalación de monóxido de carbono). Inaceptable, impresentable e insoportable. Cualquier adjetivo es válido para definir la sensación que produce ver a oscuras, día tras día, una de las zonas supuestamente más ricas de España. Sorprendentemente, o no tanto, nadie ha presentado su dimisión. Políticos y responsables de empresas eléctricas deberían, al menos, tomar nota de los errores y poner remedio al despropósito. Eso o asumir que en muchas cuestiones seguimos siendo, en el mejor de los casos, un país de medio pelo.

La zona más afectada por la tormenta ha sido la Costa Brava. En verano, este enclave turístico sufre picos de demanda energética que superan la capacidad de la oferta, abasteciéndose mayoritariamente de una sola línea eléctrica con doble circuito. Ése es su talón de Aquiles. Una zona de tal actividad económica no puede quedar al albur de una sola línea. Del apagón de Barcelona en verano de 2007 la Administración catalana aprendió que las zonas estratégicas, con una alta densidad de población, deben contar con una fuente de alimentación energética redundante y distribución en red.

Es cierto que la línea de Muy Alta Tensión (MAT) entre España y Francia -que próximamente entrará en funcionamiento- hubiera podido acortar el tiempo para reabastecer la zona afectada, siempre y cuando las redes de redistribución que deben reforzar las líneas hubieran existido. Pero la MAT aún está por ultimar. La oposición de muchos ayuntamientos ha retrasado su entrada en funcionamiento. El eterno combate entre la garantía de suministro y el entorno turístico ha sido el causante de esa ralentización de las obras. Todos quieren el servicio, pero nadie desea que el cable pase cerca. Y ahí no hay excepciones. Solo dos partidos -Esquerra e Iniciativa- se opusieron desde el primer momento a la MAT. Todos los demás -CiU, PSC y PP- han mantenido posturas de oposición en los territorios afectados y favorables en el Parlamento de Cataluña.

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La precariedad de esa línea debiera haber servido de acicate para que, sobre todo Endesa, se hubiera esmerado en su cuidado. El temporal destrozó en tres puntos la línea de alta tensión -de Red Eléctrica Española- y hasta 33 torres de la de media tensión, de Endesa. Por mucho que se construya la MAT, si no se cuidan las líneas existentes, la oscuridad siempre será una amenaza. Las pérdidas se estiman en 100 millones, además de cinco millones de horas de trabajo desaprovechadas. Las eléctricas repiten que fue una catástrofe natural, abriendo paso a que las aseguradoras se escuden en la "causa mayor" para no abonar la factura del caos. De ser así, el Consorcio de Compensación de Seguros, que depende de Economía, debería hacer frente a las indemnizaciones.

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