Regreso con naufragio

Rafa Muñoz, posiblemente el mejor nadador español de todos los tiempos, comprobó el viernes lo difícil que le resultará aproximarse a las marcas que consiguió en 2009 embutido en un bañador impermeable que hoy está prohibido.

El nadador cordobés, que llevaba siete meses sin competir y seis sin entrenarse, se lanzó al agua durante los Campeonatos de España de Comunidades Autónomas para disputar su prueba fetiche: los 50 metros mariposa. Como Muñoz ostenta el récord mundial desde el año pasado, el público reunido en el recinto mundialista del barrio madrileño de la Estrella Polar vio la carrera con la expectación de quien espera un prodigio. Observó al andaluz con atención y pronto pasó de la expectación a la sorpresa. Lo primero que adivinó la gente es que, después de seis meses de inactividad, el plusmarquista ha engrosado su perfil. Entró a la piscina como un Hulk. Pesado y al fondo. Cuando llevaba recorridos 25 metros, no había sido capaz de distanciarse de Marcos García ni Pablo Mira, dos nadadores de nivel medio que nunca irán convocados a unos Mundiales o a unos Juegos. Después de esforzarse al máximo en las últimas brazadas, Muñoz alcanzó la pared el primero. Pero el tiempo que reflejó el cronómetro resultó un registro antiguo: 24,85s. Una marca del siglo pasado. Más de dos segundos por encima de su récord (22,43s). Seis décimas por encima de la marca de Marcos García, vencedor el año pasado (24,26s).

Los tiempos de Muñoz no fueron una excepción. Fueron la profecía de un futuro que no se parecerá en mucho al pasado reciente y que perjudicará sobre todo a aquellos nadadores que se han negado a reconocer que los bañadores de poliuretano suponían un impulso artificial a sus prestaciones.

Los Campeonatos de España significaron un bautizo que invita a cambiar de mentalidad. Esta cita anual, normalmente inscrita en el programa de piscina corta, suele considerarse el punto final de la temporada invernal, un episodio relativamente intrascendente desde el punto de vista de la alta competición. No fue el caso este fin de semana. Por primera vez desde 2007, los nadadores compitieron sin bañadores impermeables, prohibidos por la FINA en enero, y volvieron a emplear los tejidos tradicionales. El resultado se apreció en los tiempos, en general asombrosamente malos.

Ganó el equipo de Cataluña, liderado por Toni Codina, el director técnico, que observó el fenómeno con inquietud científica: "Los resultados son preocupantes. Durante años se han batido récords españoles y mundiales como si fuese algo normal. Ahora no hemos estado ni cerca de batir un récord nacional. Sin embargo, el formato de esta competición, que este año se disputó en piscina de 50 metros, no ayuda. Se nadan demasiadas pruebas en poco tiempo y los nadadores se dosifican. Estamos en época de entrenamiento de volumen y muchos no están finos. Hasta el Open de España, en abril, será precipitado sacar conclusiones".

Codina señala que los entrenadores deberán hacer un trabajo psicológico especial para recuperar a los nadadores del golpe moral que supone ver que cada día van más lentos. "Los nadadores han sido engañados", dice; "ellos son las víctimas. Este deporte no es como el atletismo. La media de la élite está compuesta por chicos muy jóvenes, muchas veces inmaduros, que viven de las sensaciones. Ahora hay que enseñarles a convivir con unas sensaciones completamente diferentes. Tenemos que hacer un reciclaje".

Sin los bañadores de poliuretano, la natación vuelve a consistir en un duelo del hombre contra los elementos. Sin material deslizante de por medio y sin burbujas de aire entre las piernas para elevar la línea de flotación, muchos sienten que naufragan. El caso más notable de hundimiento fue el de Melquíades Álvarez, el mejor bracista español. El chico tiene el récord nacional de 200 metros en 2m 9,69s (con poliuretano). En Madrid nadó la distancia en 2m 20,71s.