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Columna
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¿Perdidos? No, reaparecidos

Por alguna extraña razón a los políticos (perdonen q ue no diga a las políticas, pero es que parece algo más genérico que una mujer) les cuesta abandonar la vida pública, del mismo modo que algunos periodistas se reciclan en tertulianos de la casquería y descubren que antes perdieron mucho esfuerzo y más dinero. O que banqueros, empresarios, futbolistas, notarios, jueces y compañía deciden escribir (o que les escriban) sus memorias presuponiendo humildemente por su parte que van a interesarles a alguien, a sabiendas de que jamás revelarán un secreto y evitarán todos los asuntos polémicos o complejos. Es decir, la mayoría escribe (o le escriben) sus desmemorias. No sé si con los Evangelios ocurre lo mismo, pero en cuestión de memorias, las apócrifas son las mejores.

El asunto es permanecer, no desaparecer en una isla paradisíaca, que es lo que sueña cualquier minero, fresador, dependiente de comercio, estibador o periodista sin reciclar en las tertulias de la casquería. No; hay que trascender, permanecer o en su defecto reaparecer permanentemente como si tu vida fuera un culebrón, un bucle sin final.

¿Y a qué viene todo esto? ¡Ah, sí, ya me acuerdo! En las últimas semanas he asistido a la reaparición de varios tipos que tenía como archivados en el fondo de armario. Reapareció Aznar para decir que nunca volverá a la política, como si alguien pudiera creer que alguna vez se fue. ¿Cree Aznar que ir maldiciendo la imagen de España en aquellos foros internacionales a los que acude, previo pago, es irse de la política? Lo bueno de Aznar, el amante trilingüe (español, inglés, italiano, dejemos el catalán como un lapsus linguae), es que es más escuchado en España cuando habla en inglés que en Reino Unido o EEUU. En Jamaica le siguen poco. Creo que su inglés se entiende mejor en España que en Massachusetts.

Puestos a reaparecer, tampoco ha esperado mucho tiempo un desaparecido reciente, Juan José Ibarretxe, que sigue blandiendo su plan soberanista y nos avisa de catástrofes identitarias y adormideras sociales. Aquí me temo que las reapariciones van a ser continuas, visto el carácter pertinaz del león de Llodio, que podrá ser muchas cosas, pero ninguna más que incansable. Prepárense, porque vía carta, entrevista o manifiesto, Ibarretxe va a estar más presente en la política de lo que la sociedad demanda e incluso, quizás, de lo que el PNV querría.

Hay más, pero me quedo con un tercero, Alfonso Guerra, que viene negando por activa y por pasiva su candidatura a la alcaldía de Sevilla. Miren, a éste si le echaba yo en falta. No es cuestión ideológica, ni política. Le echaba en falta por culto e ingenioso. Tipos así en la política son más escasos que el lince o el urogallo.

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