_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Googleizando país

La Democracia Feijoniana comienza a parecerse de modo curioso al bipartito que criticaba y tanto empeño pone en desmontar pese a que, como sabe todo el mundo, no hubo cambio ni cosa parecida. Tiene algo de herencia de aquel Gobierno flipado por ver quién salía más en los medios este chusco episodio del Camino reconvertido por Google en circunvalación de Santiago, mientras el conselleiro juraba que nadie conocía tan bien los caminos del conocimiento, o un lírico Feijóo cantaba a la Galicia que está verde y azul, sin que ellos, o quién les escriba los discursos, hubieran visionado un producto donde la ruta jacobea es lo que se ve desde la autovía. Ahora todos se pelean por escurrir el bulto, en lugar de reivindicar con orgullo un suceso que ejemplifica como ninguno el estilo de este Gobierno y, en general, de la política gallega. Primero se efectúan grandes anuncios, empaquetados en una lírica rosaliana que la poetisa sin duda no se merece. A continuación se baja a ese terreno embarrado que es la cruda realidad, comprobándose que Galicia es un sitio complejo, donde gobernar sale caro y todo está muy mal señalizado. Ante la evidencia, se opta por una prudente retirada a las nubes y las buenas palabras para contemplar desde lejos lo qué vaya a pasar; desde el asfalto como hace Google en un ejercicio de pulcritud al más puro estilo Feijóo.

Con la campaña sobre la lengua, medio país se siente agredido y el otro medio, traicionado

Tomemos, por ejemplo, el asunto de las cajas. Primero fueron las grandes declaraciones por la libre empresa, el "fuera las manos políticas de las cajas capitalistas". Luego pasamos a proclamar que todo lo malo siempre vino de fuera, al momento rosaliano del llanto por la galleguidad y el anhelo de mantener la centralita -perdón, el centro- de decisión en Galicia. Ahora resulta que las cajas son el pueblo. Estamos a un paso de proclamar -Xa!- la socialización de los medios de producción. O algo peor:

- A medianoche decretaremos el fin del minifundio y su sustitución por koljoses y soljoses. A terra tamén é do pobo.

- Sincronicemos nuestros relojes, presidente.

¿Qué ha pasado en la realidad? Llevamos más reuniones en la cumbre, hemos visto más informes y hemos fijado más plazos inaplazables que cuando Touriño dudaba si adelantar las elecciones, mientras nos encaminamos inexorablemente al final habitual cuando como país afrontamos un dilema crítico: poner cara de que no ha pasado nada y el adjetivo gallego a lo que salga.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Más ejemplos: el conflicto del castellano. Con el desconocimiento de quién sólo ha visto su país desde las rotondas de los periféricos, violentaron un delicado consenso social donde todos hacíamos que no cambiaba nada mientras poco a poco el gallego se equiparaba al castellano. Se embarcaron en una epopeya por los derechos civiles iniciada por Lincoln contra la esclavitud, continuada por Mandela contra el apartheid y que ahora debía finalizar Feijóo derrotando al galegofascismo y evitando un nuevo crimen contra la humanidad: el castellanocidio. Ahora transitamos por el "a ver cómo lo arreglamos" sin romper nada más, mientras medio país se siente agredido por su propio Gobierno y la otra parte, a quien juraron defender durante la campaña electoral, se siente traicionada.

Volviendo a donde empezamos, otro buen ejemplo de esta googelización del Gobierno es la política cultural. Una vez más, nuestros clásicos, desde Rosalía a Pondal o Curros, pagan el duro precio de ser citados o plagiados en discursos infumables donde Galicia es el centro de algo, la madre amada de alguien o el sueño preciado de alguno, pero, por supuesto, de la Cidade da Cultura no se habla porque es un lío, es complicado y hay que tomar decisiones, y total para qué, si se la ve crecer tan hermosa al pasar por la circunvalación de Santiago. Lo que parecía imposible hecho viva realidad: el perezvarelismo prevalece, incluso sin Pérez Varela.

A la oposición le ha hecho gracia este affaire del Camino virtual. Pero cuesta entender de qué se ríen, cuando lo cierto es que si Feijóo puede mirar tranquilamente desde la autovía de las buenas intenciones en vez de gobernar, será porque ellos no tienen mucho que ver. Entre todos ya no hacemos país, lo googelizamos.

antonlosada.blogspot.com

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_