La era de Los Ángeles
Siempre quise ir a L.A., dejar un día esta ciudad, cruzar el mar en tu compañía", dice la canción de Loquillo. Los Ángeles, la megaurbe del sur de California, ha sido durante el siglo XX algo más que una ciudad: es un sueño, una maldición, una idea, una esperanza. Denostada por Woody Allen en Annie Hall ("su única contribución a la cultura occidental es poder girar a la izquierda con el semáforo en rojo"), detestada por la Generación Perdida, que trató de buscarse la vida en el mundo del cine con poco éxito ("como mucho, aceptaba Hollywood con la resignación de un fantasma al que le hubieran asignado una casa encantada", escribe Francis Scott Fitzgerald en El último magnate), temida a la vez por su violencia y por su lujo, Los Ángeles es un centro literario y cultural en constante expansión.
"Ahora mismo hay más artistas que en cualquier otra urbe del mundo. Se está produciendo un gran movimiento" afirma Frey
"Tienes la impresión de que cualquier cambio social de los próximos años empezará allí" piensa connelly
"L.A. juega un papel muy importante en la literatura americana porque ha estado siempre en el primer plano de los cambios sociales en Estados Unidos", señala Michael Connelly, maestro de la novela negra -se acaba de publicar El veredicto (Roca Editorial)-. "Creo que Los Ángeles es la urbe más interesante de mi país porque es una ciudad de destinos, de las últimas oportunidades, es una ciudad en la que todo puede ocurrir. Tienes la impresión de que cualquier cambio social que se produzca en los próximos años empezará allí", prosigue en una conversación por correo electrónico.
Una de las mejores novelas estadounidenses de la temporada, Una mañana radiante (Mondadori), es un retrato de esa urbe imposible trazado por James Frey, mientras que la Feria del Libro de Guadalajara, la más importante del ámbito hispano, está dedicada por primera vez a una ciudad... L.A., por "sus expresiones tan variadas como ricas de la cultura". "Los Ángeles es la ciudad que actualmente domina la cultura mundial", asegura James Frey. "Ahora mismo hay más artistas que en cualquier otra urbe del mundo. Y creo que se está produciendo un gran movimiento, como el que ocurrió en los años treinta cuando muchos dejaron París para irse a Nueva York. Ahora se van desde NYC hacia a Los Ángeles", agrega Frey en una conversación telefónica desde su casa en Nueva York.
Eli Broad, uno de los hombres más ricos del mundo, encabeza un proyecto para recaudar fondos con el objetivo de impulsar la vida artística en Los Ángeles. "Es la ciudad más interesante del mundo porque acoge el diálogo entre el arte contemporáneo y la industria del entretenimiento. Y no ha hecho más que empezar", dijo Broad el pasado fin de semana al Financial Times.
Rescatada en un solo tomo de más de mil páginas por RBA, la saga de Philip Marlowe convierte a Raymond Chandler en una de las cumbres de la literatura del pasado siglo. Y su influencia no hace más que crecer: toda la novela negra posterior recorre los caminos que él abrió. La estética de perdedor, la tristeza que se esconde detrás de las palmeras ("hasta la vista, amigo. No voy a decirte adiós. Te lo dije cuando significaba algo, cuando era un saludo triste, solitario y definitivo", exclama Marlowe en El largo adiós), no pueden concebirse sin la ciudad en la que transcurre toda su obra, Los Ángeles. El rescate por Salajín de la obra maestra de literatura de bajos fondos americana, No hay bestia tan feroz, de Edward Bunker, demuestra la infinidad de lecturas literarias que ofrece esta ciudad.
La fuerza de Los Ángeles tiene mucho que ver con el cine. Desde El crepúsculo de los dioses, de Billy Wilder, hasta El gran Lebowski, Magnolia, Días extraños o Crash, esta ciudad, inmensa y laberíntica, que es casi más un país que una urbe, ha entrado a formar parte de la memoria colectiva. El arranque de Blade Runner, la fábula de ciencia-ficción dirigida por Ridley Scott, sigue siendo impresionante casi tres décadas después de su estreno. Terminan las letras que ocupan la pantalla negra ("a matar replicantes no se le llamaba asesinato. Se le llamaba retirada"), entonces estalla la música de Vangelis y contemplamos una urbe angustiosa que se extiende hasta el infinito en medio de la contaminación: "Los Ángeles, 2019".
Después de las revueltas raciales de 1991, David Rieff decidió cruzar el país e instalarse durante unos meses en L.A. para escribir un gran reportaje en forma de libro, Los Angeles: Capital of the Third World (Touchstone, 1992). Mientras sus amigos neoyorquinos consideraban que se había vuelto loco por abandonar la Gran Manzana para adentrarse en el territorio desconocido del oeste, él buscaba una respuesta a una frase: "Al igual que Nueva York, Londres o París se mantienen como símbolos de los siglos pasados, Los Ángeles es LA ciudad del siglo XXI".
"Si L.A. ha parecido tantas veces una ciudad sin historia, es quizás porque una gran parte de su pasado ha sido reciclado en mito", escribe David L. Ulin, autor de la impresionante recopilación Writing Los Angeles. A literary Anthology (The Library of America, 2002), que reúne decenas de textos de escritores de todo tipo sobre la gran urbe californiana. Allí están Aldous Huxley y Upton Sinclair, James M. Cain y William Faulkner (cuentan que, cuando trabajaba en Hollywood, le preguntó a su jefe si podía volver a casa y éste le dio permiso, creyendo que iba a volver al día siguiente, sin saber que por casa el creador del condado de Yoknapatawpha sólo entendía un lugar: Oxford, Mississippi), John Fante y Nathanael West, Bertolt Brecht y Octavio Paz, Simone de Beauvoir y Evelyn Waugh (autor de una deliciosa novela, Los seres queridos, sobre un cementerio de mascotas), Joan Didion y Jan Morris, James Ellroy y Mona Simpson, Umberto Eco y David Hockney, Christopher Isherwood (el autor de Cabaret fue uno de los pilares para los extranjeros en L.A.) y Salka Viertel. La antología de Ulin no incluye el boom de cultura latina que vive actualmente la ciudad.
"La emergencia de Los Ángeles debe mucho a dos acontecimientos: el paso de la industria cinematográfica desde la Costa Este hasta la costa del sur de California y la compra, en 1904, de grandes extensiones de terreno del Valle de San Fernando para irrigar la zona a través del río Owens", escribe David L. Ulin para explicar el crecimiento que la ciudad experimentó con el cambio del siglo XIX al XX (en 1844, apenas vivían tres mil personas en los alrededores del entonces Pueblo de Los Ángeles). "Sin el agua del río Owens, el sur de California no hubiese podido crecer tanto geográficamente como para crear la red de autopistas con la que nació la cultura del coche. Y, en cuanto al cine, es imposible imaginar lo que California sería sin él. Coches y películas son, al final, los iconos esenciales de Los Ángeles, emblemas de velocidad y luz, pero también están en el corazón de nuestra mitología nacional y por eso L.A. ocupa un lugar tan singular en las ciudades americanas, un símbolo de sus sueños. Es la quintaesencia de la metrópoli del siglo XXI", prosigue Ulin.
Los Ángeles, como símbolo de California, es la tierra de la esperanza. También es identificada con el culto al cuerpo, con los coches y la cirugía estética y, sobre todo, con la superficialidad de la cultura estadounidense. En su última película, Ricas y famosas, George Cukor trazó un retrato maravilloso de la amistad entre dos mujeres a lo largo de toda una vida. Una, Jacqueline Bisset, es una escritora de enorme prestigio, encallada en su segunda novela después de que su primera le convirtiese en un referente intelectual. Vive entre Nueva York y Nueva Inglaterra. La otra, Candice Bergen, es una frívola encantadora que alcanza un gran éxito de ventas con novelas que despedazan la comunidad del lugar donde vive y que, no hace falta ni decirlo, es Malibú. "Siempre quise tener una piscina propia", es la frase, pronunciada por un muerto (William Holden), con la que arranca El crepúsculo de los dioses, la obra maestra de Billy Wilder sobre la decadencia de una estrella agarrada a su pasado y al cine sin voz. Pero, con perdón de David Hockney, L.A. es mucho más que piscinas, palmeras y surferos.
"Los prejuicios contra Los Ángeles han estado siempre muy arraigados", señala James Frey. "Nueva York y Los Ángeles son dos mundos culturalmente muy separados. NYC es la cultura clásica, el ballet, la música. L.A. es la nueva cultura y deberían estar en el mismo escalón. Todo lo que viene de L.A. es extraordinariamente fuerte, las series, las películas, el rock
... Los Ángeles es la ciudad que actualmente domina la cultura mundial", insiste este escritor de 40 años que ha logrado recuperar su prestigio con Una mañana radiante después de protagonizar un escándalo literario al descubrirse que una parte de su autobiografía, En mil pedazos, era inventada.
Partiendo de una estructura similar a la de tres grandes películas angelinas, Magnolia, Vidas cruzadas y Crash, pero mucho más ambiciosa, James Frey traza a través de diferentes historias un fresco de L.A. que va trufando con páginas llenas de datos sobre la ciudad. "La economía del condado de Los Ángeles es más fuerte que la de 46 Estados de los 50 que componen Estados Unidos", "en L.A. se produce más pornografía que en todo el resto del planeta", "L.A. es la única ciudad del mundo que tiene una población activa de pumas salvajes. Cada año una media de tres personas mueren devoradas por pumas dentro de los límites de la ciudad", "Los Ángeles es el área metropolitana de mayor densidad y más rápido crecimiento de Estados Unidos. Si fuera un país, sería el número 15 a nivel mundial". Aunque ha sido considerada siempre la ciudad de la esperanza, el lugar donde empezar una nueva vida entre nudos de autopistas, playas, palmeras y pozos de petróleo, la gran literatura angelina es desoladoramente triste. La mayoría de las historias que construye Frey en su novela son desoladoras.
'Un viejo borracho al que se le acabó la suerte' es el título de uno de los capítulos de la recopilación de inéditos de Bukowski que acaba de publicar Anagrama bajo el título de Fragmentos de un cuaderno manchado de vino. Bukowski es el más famoso de la estela de perdedores, de náufragos en la ciudad de los sueños, que ha dejado L.A. en su camino literario. "¡Dame algo tuyo, Los Ángeles! Ven a mí tal y como yo voy hacia ti, flor triste enterrada en la arena", escribe John Fante en Pregúntale al polvo, la tercera novela de la saga de Arturo Bandini, una de las mejores historias de derrotados que haya producido la literatura estadounidense. No hay bestia tan feroz, la obra maestra de Edward Bunker que se publica por primera vez en castellano, es mucho más brutal. Bunker es el Jean Genet de Estados Unidos y es considerado un maestro por autores como James Ellroy, que ha retratado el lado más duro y sórdido de la ciudad en novelas como Los Ángeles confidencial o en su estremecedora autobiografía, en la que narra el asesinato nunca aclarado de su madre, Mis rincones oscuros. No hay bestia tan feroz relata la historia de un ex presidiario que vuelve a las calles de L.A. y su lectura es angustiosa pero magnética: es un libro durísimo, pero no se puede dejar de pasar sus páginas.
También rezuman tristeza las historias del perdedor con más encanto de la novela negra, creado por un angloamericano cansado que se instaló en California después de la Primera Guerra Mundial y que empezó a ganarse la vida como escritor en revistas pulp. Sin Raymond Chandler y sin su antihéroe, Philip Marlowe, son imposibles de concebir desde Easy Rawlings, el detective negro creado por Walter Mosley que también campa por Los Ángeles, hasta el Bernie Gunther de Philip Kerr. Del tierno cinismo de Marlowe, que refleja el agotamiento de alguien que se obstina en defender un código de valores en un mundo que los ignora, pero que nunca se da por vencido, surgieron cientos de frases inolvidables y un autorretrato triste y realista como una estación de autobuses vacía a medianoche: "Tengo algo de lobo solitario, no estoy casado, ya no soy un jovencito y carezco de dinero. Me gustan el whisky y las mujeres, el ajedrez y algunas cosas más. Los policías no me aprecian demasiado, pero hay un par con los que me llevo bien. Padres muertos, ni hermanos, ni hermanas y cuando acaben conmigo un día en un callejón oscuro, si es que sucede, como le puede ocurrir a cualquiera en mi oficio, y a otras muchas personas en cualquier oficio, o en ninguno, en los días que corren, nadie tendrá la sensación de que a su vida le falta de pronto el suelo" (El largo adiós, que muchos críticos consideran su libro más redondo).
Las mejores novelas de la saga Marlowe muestran toda la miseria que late debajo de la vida de los ricos de Los Ángeles. Y si hay un lugar que simbolice el poder y el dinero, el sueño más intenso de una civilización, ése es Hollywood, un mito al que nadie es al final ajeno. Global Rhythm acaba de editar un libro de poemas de Bob Dylan que ilustran imágenes de Barry Feinstein, Fotorretórica de Hollywood, que retratan ese lado de oropeles pero también su rostro más oscuro. Hay imágenes de la casa y la piscina de Marilyn Monroe el día de su suicidio, con unos versos de Dylan al lado: "La muerte silenció su piscina / el día en que murió / se cernió sobre sus perritos de peluche". Porque Hollywood es la historia de un éxito convertida en un gran relato de perdedores, que se puede resumir es un solo diálogo de El crepúsculo de los dioses: "Usted es Norma Desmond, fue una gran estrella", "sigo siendo grande, son las películas las que se han hecho pequeñas".
"Diseminados entre esas figuras de baile de máscaras había gente de otro tipo. Su ropa era más oscura y mal cortada, comprada por correo. Mientras que los otros se movían con rapidez, éstos ganduleaban por las esquinas o apoyaban la espalda en los escaparates y miraban a todo el que pasaba. Cuando les devolvían la mirada, sus ojos se llenaban de odio. Por entonces, Tod sabía muy poco acerca de ellos, excepto que habían venido a California a morir", escribe Nathanael West en una de las grandes novelas americanas de los años treinta, El día de la langosta, un desolador retrato de fracasados en Hollywood que Back List ha reeditado en una magnífica traducción de Encarna Castejón. "Para quien no tuviera dinero, Hollywood era una cruel broma geográfica", escribe Budd Schulberg, el gran guionista y narrador muerto este verano, en su obra maestra, El desencantado, un relato en clave que narra las desventuras de Francis Scott Fitzgerald en el cine.
Los Ángeles es la historia de un éxito y de un fracaso, una ciudad mágica y una urbe de pesadilla, el epicentro de revueltas raciales pero también de importantes cambios en la sociedad de Estados Unidos, es una megalópolis imposible en la que se hablan cientos de lenguas y conviven cientos de culturas. "Los Ángeles es la clase de sitio donde todo el mundo es de algún lugar y nadie echa realmente anclas. Gente arrastrada por un sueño, gente huyendo de la pesadilla. Doce millones de personas y todas ellas preparadas para salir corriendo. Literalmente, metafóricamente, en L.A. todo el mundo tiene preparada una maleta por si acaso", escribe Michael Connelly en El veredicto. Es una ciudad llena de historias de fracasados preparados para huir, pero es difícil pensar que es la historia de un fracaso.
El veredicto. Michael Connelly. Traducción de Javier Guerrero. Roca Editorial. 416 páginas. 21 euros. Una mañana radiante. James Frey. Traducción de Aurora Echevarría. Mondadori. 448 páginas. 24,90 euros. Todo Marlowe. Raymond Chandler. RBA. 1.300 páginas. 35 euros. No hay bestia tan feroz. Edward Bunker. Traducción de Laura Sales. Sajalín Editores. 414 páginas. 22 euros. Fragmentos de un cuaderno manchado de vino. Relatos y ensayos inéditos (1944-1990). Charles Bukowski. Edición de David Stephen Calonne. Traducción de Eduardo Iriarte. Anagrama. 368 páginas. 17 euros. Fotorretórica de Hollywood. Bob Dylan. Fotografías de Barry Feinstein. Traducción de Miquel Izquierdo. Global Rhythm Press. 142 páginas. 29,50 euros. El día de la langosta. Nathanael West. Traducción de Encarna Castejón. Back List. 224 páginas. 18 euros. Los Angeles. Portrait of a City. Jim Heimann (editor). Kevin Starr. Taschen. 572 páginas. 49,99 euros. Los Ángeles es la ciudad invitada en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. México, del 28 de noviembre al 6 de diciembre (www.fil.com.mx/).
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