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HOJAS SUELTAS | OPINIÓN
Columna
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Roban a los ciudadanos

Gobernando Adolfo Suárez se planteó en este país la primera reforma fiscal tras el franquismo, subrayada por un eslogan publicitario de mucho éxito: "Hacienda somos todos". Leído hoy, ya bien entrado el siglo XXI, merece la pena darle otro sentido: si Hacienda somos todos, tenemos derecho a una administración mucho más estricta de los dineros de todos.

Recaudar impuestos es uno de los monopolios que se reserva el poder. Imposible mantenerlo sin una confianza básica en los recaudadores públicos y en los que gastan lo así obtenido. ¿Cómo se entiende, entonces, la tibieza de la reacción política ante las corrupciones descubiertas? Reiterados estudios del CIS vienen señalando un aumento de la preocupación ciudadana por la clase política y los partidos en general, si bien sólo el último de sus datos, el de octubre (13% de personas inquietas con los políticos, más que con el terrorismo) ha merecido gran relevancia pública, al caer en medio de las emociones suscitadas por la sucesión de escándalos, rematada con las descarnadas luchas internas en el primer partido de la oposición.

Sea para fines privados o para financiar la política, desviar dinero público no es un problema individual. Afecta a todos

Una primera conclusión: la clase política todavía no reconoce la corrupción como un freno al progreso económico. Los dirigentes y sus glosadores no hacen el esfuerzo de preocuparse primordialmente por el "dinero de todos", ni de conectar esa inquietud con la situación en que se encuentran legiones de parados y subempleados. Lo que les interesa, a juzgar por lo que se lee y se escucha, es quién sale beneficiado y a quién perjudica cada escándalo. A escala nacional, los socialistas no parecen insatisfechos, porque el PP es el más afectado por los casos conocidos en los últimos años; incluso aventan la idea de que impulsan a la policía y a la fiscalía para demostrar que el sistema funciona. El PP, aunque denuncia un supuesto uso torticero de los medios del Ministerio del Interior, se alivia a medida que van apareciendo socialistas en las redes echadas por los investigadores. Y los nacionalistas catalanes, si bien dos de sus figuras históricas viven ahora en prisión, respiran al saber que los socialistas de su comunidad tampoco pueden cantar victoria. La disuasión mutua estará asegurada mientras ninguno de los partidos importantes pueda exhibir la honradez como ventaja electoral.

Pero esos argumentos revelan un gran desenfoque. Con independencia de que la corrupción sea para fines privados o de financiación de los partidos, lo peor es trasladar a los ciudadanos la idea de que desviar dinero público es un mero problema individual, o no representa lo que realmente es: un robo a los vecinos de los presuntos ladrones. Cuando se habla de "fraude al Estado" o "a la Seguridad Social", parece como si el perjuicio se limitara a instituciones lejanas o dotadas de recursos propios, cuando la inmensa mayoría de sus dineros provienen de impuestos y demás levas de fondos de los contribuyentes. A éstos es a los que se roba con la malversación de fondos públicos y otros delitos, si es que robo hay.

La segunda conclusión tiene que ver con un cambio de valores. Ahora se aplaude más a la policía cuando detiene a políticos y paraliza el funcionamiento de instituciones democráticas, de lo que se respeta a personas legitimadas, en principio, por las urnas. La consecuencia puede ser abrir un bulevar a la ultraderecha y los antisistema. No es fácil jugar en dos tableros a la vez, escenificando severas actuaciones anticorrupción, por una parte, pero dando la impresión de que no es para tanto; a lo sumo, de una utilización interesada para las luchas internas. Lo que hace falta es que los sumarios iniciados lleguen a su conclusión. Por cierto, transcurridos tres años desde la Operación Malaya marbellí, cientos de personas siguen a la espera de juicio; y ése fue sólo el primero de la célebre serie de casos que llega hasta el ingreso en prisión del alcalde de Santa Coloma de Gramenet. Calculen los años que restan para que este asunto, o la Gürtel, puedan desembocar en sentencias firmes.

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